Ingesa y Ciudad han roto su pacto de respeto, de amiguismo, de colegueo... como ustedes quieran llamarlo. Ya ni las comparecencias unidas tienen lugar en la agenda y, por rizar el rizo, hasta los datos los dan por separado: Ingesa, los suyos a las 12:00 horas; los demás, canalizados a través de los datos del Ministerio sobre los que informa ‘en sesión’ de tarde la Ciudad. Hemos llegado al máximo de lo ridículo. Un culebrón que comenzó con la lucha de egos entre cabezas visibles de Ingesa y Sanidad y que ha terminado por una ruptura en condiciones preñada por ciertas alusiones de uno y otro lado criticando, por supuesto, lo que hace uno y lo que hace el otro. Ni en esto del coronavirus se ponen de acuerdo, ni en esto del coronavirus hacen un pacto de caballeros basado en la no agresión y en la lucha común. Muy al contrario, en cada intervención de unos cargos y otros aprovechan para soltar los típicos tiritos que no persiguen más que generar malestar.
¿Saben lo que está provocando todo esto? Precisamente lo que no deseamos, precisamente esa sensación contra la que todos deberíamos luchar ya que solo da alas a los negacionistas. Que Ingesa dé unos datos que, horas después son matizados por la Ciudad, se traduce en que la población ya no se cree nada. Y esto es así porque de repente se desayuna con que el Ministerio informa de dos fallecimientos Covid tres días después porque resulta que el fin de semana se lo toma de descanso. Y una se pregunta el control que se debió tener con personas fallecidas en domicilios y la manera en que tuvieron lugar esos entierros, despedidas que varían si se trata de un fallecimiento Covid o no. ¿Qué protocolos se siguieron? Nadie lo dice.
Sucede con las muertes pero también con los positivos. El desfase entre lo que se informa en Ceuta y lo que se dice a nivel nacional llega a ser, en ocasiones, sangrante. ¿Qué explicación nos dan? Han decidido que cada uno dé los suyos convirtiendo esto en una guerra de locos, como si aquí se tratara de ver quién comete más errores o de analizar a quién se le puede atacar sin miramiento.
Estas situaciones ridículas están llevando a que la ciudadanía ya no crea en nada y hace flaco favor a un sistema que tiene que blindarse aún más para garantizarnos que podemos llegar a unos niveles bajos de contagio para recuperar parcelas de libertad que han ido acortándose.
Pero no, somos los números 1 en hacer las cosas mal, en seguir cometiendo los mismos errores, en convertirnos en campeones de lo ridículo. No hay cambios, al contrario, cada vez ese enfrentamiento va a ir a más con consecuencias negativas para todos.