Escondido entre unos matorrales, en Ceuta, en la parte más próxima a la
frontera. Allí se quedó exhausto, agotado y durante horas, un inmigrante subsahariano de los que
había protagonizado la entrada masiva desde Beliones. Pasaron las horas, y mientras muchos compatriotas acudieron a la carrera hasta el
CETI y otros se quedaron encaramados en la valla del espigón de Benzú, él simplemente se quedó escondido, derrotado, sin fuerzas para seguir. Gracias a un residente de la barriada se ha podido conocer su historia. La historia de este joven que, desde que se produjo la entrada masiva, se escondió en la zona de la Cabililla hasta que la Guardia Civil lo sorprendió tendido en el suelo, derrotado. A los presentes el joven les dijo que ya estaba “rendido”, pidiéndole “perdón” a todos y “a Dios igual”. Un agente de la Benemérita le ofreció agua, al ver las condiciones en las que se encontraba este joven, reflejo del cansancio extremo como final de una madrugada de enorme tensión en la que más de 150 personas consiguieron cruzar a Ceuta. Algunos subiendo al vallado, pero la amplia mayoría reventando el punto de paso de control por el que acceden a diario los vecinos de Beliones que cruzan hasta nuestra ciudad. Esta fue la última escena vivida en Benzú, después de que se hubiera producido la entrega a Marruecos de los inmigrantes encaramados en la valla, en la expresión de una devolución en caliente que el Gobierno de Pedro Sánchez ha llegado a negar, a pesar de haberse grabado en el momento. Con los que entraron ya en el CETI y con los que no, en Marruecos; este joven se convirtió en el último rezagado de una entrada que ha sido protagonizada por unas 400 personas y que se nutrió de la intensa niebla para culminar con éxito. El agua ofrecida por un componente de la Benemérita le supo como un manjar de Dios, el mismo al que imploraba, rendido, sin fuerzas siquiera para ser devuelto.