Hace tres meses que la entrada masiva de miles de personas a Ceuta derivó en
la acumulación de asentamientos por montes y playas. Ha sido una consecuencia directa de ese descontrol absoluto vinculado a una crisis entre dos países que tuvo a la ciudad de cabeza de turco, hasta el punto de colapsarla durante días permitiéndose y alentándose el acceso de más de 10.000 marroquíes, entre ellos cientos de niños. Hoy, algunos de esos asentamientos fueron desmantelados para trasladar a los que los ocupaban a las cinco naves del Tarajal ofrecidas por la Ciudad. Un recurso insuficiente y bajo riesgo sanitario tras el brote de casos de covid registrado y la obligación judicial de confinar a sus ocupantes.
Los restos de los asentamientos desmantelados o abandonados siguen apreciándose en montes y playas, mientras otros continúan en pie bajo la ocupación de quienes rechazan su regreso voluntario a
Marruecos y solo aspiran a fugarse a la Península o a seguir viviendo en esta especie de ocultación en Ceuta. A las consecuencias sociales de esta situación se suman las
medioambientales, dado el nivel de contaminación e insalubridad que se aprecia en los lugares que han sido ocupados, y que no son desconocidos ni para las fuerzas de seguridad ni para las autoridades que han hecho un seguimiento sobre todos ellos.
Telas, colchones, enseres, ropas y restos de comida o incluso de embarcaciones quedan a merced del recuerdo de quienes llegaron a ocupar estas zonas convertidas en casas temporales para los huidos de Marruecos que reniegan de su vuelta al país.
Tragsa ha retirado de los asentamientos levantados todo lo que sus ocupantes dejaron, pero no se actúa en los puntos en donde lo que ha sucedido es una abandono del mismo de manera voluntaria, bien porque los marroquíes asentados han escapado en embarcaciones o bien porque se encuentran en otros lugares.
Al riesgo de
incendios se suma la propia contaminación ambiental que, lejos de atajarse, persiste. Y pasan los meses y las consecuencias están a la vista de todos con pronóstico de empeorar cuando llegue el mal tiempo.