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Restitución de la dignidad española en 1808

Como escribo los lunes, con varios días de retraso comento la conmemoración histórica del Dos de Mayo. Hoy, España y Francia son dos naciones amigas. Pocas veces como ahora ambos países han mantenido tan buenas relaciones diplomáticas, de amistad, buena vecindad y mutua cooperación. Españoles y franceses debemos felicitarnos y sentirnos satisfechos de llevarnos tan bien. Pero no siempre fue así. Nuestros antepasados de ambos lados demasiadas veces estuvieron enfrentados con las armas. Aquel Dos de Mayo de 1808 es uno de los ejemplos, cuando primero el pueblo de Madrid y después toda España se alzaron en armas contra la ocupación francesa que, con el pretexto de enviar sus tropas a luchar contra Portugal, se adueñaron de la mayoría del territorio español, saqueando y reprimiendo violentamente al pueblo. España y los españoles fueron entonces vejados y ultrajados en su dignidad, en su orgullo nacional, en su independencia y en su soberanía. Pero los españoles reaccionaron aquella vez como tantas veces lo hicieron cuando se ha atentado contra la independencia, la soberanía y la dignidad de nuestro país. Aquel alzamiento del pueblo contra el invasor lo representó muy bien Bernardo López García, "El cantor del 2 de Mayo", que con la siguiente canción puso de relieve el patriotismo y la resignación con que el pueblo soportó su heroico sacrificio. Una de sus estrofas dice así: "Oigo, Patria, tu aflicción/ y escucho el triste concierto/ que forman tocando a muerto/ la campana y el cañón/ sobre tu invicto pendón/ miro flotantes crespones/ y oigo alzarse otras regiones/ en estrofas funerarias/ de la iglesia las plegarias/ y del arte las canciones". Tras cinco años de guerra, los españoles restituyeron la dignidad de España. Hoy, no debemos guardar ya ningún rencor contra los franceses; pero la Historia debe recordarse, porque nos enseña el pasado y a veces nos avisa sobre el porvenir.
El Dos de Mayo de 1808, tras sublevarse el pueblo de Madrid contra el invasor, a las 10 hrs, un Ayudante de Murat acudió al Palacio Real a sofocar el tumulto. El cerrajero real, Molina, gritó: ¡Matadlos, que no entre en Palacio ningún francés!. A las 10´30 Murat intentó sofocar la revuelta con bárbaros métodos de represión. Dos repentinas descargas de fusilería despejaron los alrededores produciendo numerosas bajas en Palacio. De 11 a 12 el pueblo se echó a la calle armado con escopetas, pistolas, piedras, agua y aceite hirviendo que desde los balcones las mujeres arrojaban a los franceses. A las 12 hrs. el ardiente patriotismo del capitán Velarde no se resistió ya más a la llamada del pueblo; fusil en mano, se unió al grupo de españoles. Salieron todos hacia el Regimiento del teniente Ruiz de Ceuta, quien ese día se hallaba en su casa en cama con bastante fiebre; pero, al oír disparos en la calle, corrió a su cuartel. Ruíz tenía orden de su capitán de no intervenir; pero él se unió a los 33 hombres del Batallón de Voluntarios que salió hacia el Parque de Artillería al mando del capitán Goicoechea. A las 12,30 entró el teniente Ruiz en el Parque. Enseguida desarmó a un capitán francés y a los 80 hombres que mandaba, diciéndoles: "Un Batallón está en la puerta y los demás vienen marchando. Como habéis iniciado las hostilidades, debéis de entregaros de inmediato; si no, seréis pasados a cuchillo". Mandó a su fuerza preparar armas, y los franceses arrojaron las suyas al suelo. El pueblo entró entonces en el Parque gritando vivas al Ejército y aclamando al teniente Ruiz como libertador. Los civiles se armaron y fusil en mano salieron corriendo a la calle. A las 13 hrs. llegaron 1.000 franceses de refuerzo y exigieron la rendición, pero fueron recibidos a balazos.
El capitán Velarde cerró las puertas del Parque dejando encerrados a los 81 franceses que desarmó el teniente Ruiz. En la calle se luchaba cuerpo a cuerpo. El capitán López Barañano, que luchó apostado en el nº 83 de la calle Ancha de San Bernardo, lo relató así: "Entró por la puerta de Fuencarral una columna francesa con sus cañones haciendo fuego de metralla por los balcones del cuartel; intentó penetrar por la calle del Parque, pero por dos veces fue rechazada con mucha pérdida". En la lucha murió acuchillado a bayoneta el capitán Daoiz. Fue a socorrerle el capitán Velarde, y también murió de un tiro en el corazón. Tomó el mando el bravo teniente Ruiz de Ceuta quien, enaltecido por la honrosa causa por la que luchaba, lo hizo con tal ímpetu que parecía lanzar un reto a la muerte. Fue herido en el brazo izquierdo perdiendo mucha sangre. Se negó a ser retirado; lo curaron con una venda y retomó el combate. En medio de humo y de cadáveres se quedó solo disparando. Fue de nuevo herido por una bala que le entró por la espalda y le salió por el pecho. Cayó al suelo y lo recogieron muy grave, lo curaron y lo llevaron a su cuartel. Lo sacaron oculto hacía Badajoz, salvándole de un seguro fusilamiento; pero el 13-03-1809 falleció. Fue enterrado en Trujillo, en la iglesia de San Martín. El azar de la vida quiso que Ruiz falleciera en la bizarra tierra extremeña, cuna de otro héroe extremeño: Francisco Pizarro. Allí estuvo enterrado 100 años, hasta que en 1909 sus restos fueron exhumados. Trujillo tributó al teniente Ruiz impresionantes funerales, tanto en su entierro en 1809 como en su exhumación en 1909. El pueblo se opuso a que se lo llevaran a Madrid hasta que ya no les quedó más remedio que acatar la orden escrita. El 3 de mayo de madrugada, fueron fusilados en Príncipe Pío 43 españoles sacados por sorteo. Los condujeron maniatados a culatazos de fusil y a punta de bayoneta. Les insultaron y vejaron hasta extremos increíbles. Murat ordenó que dejaran los cadáveres 12 días sin enterrar, pese a que empeñó su palabra de honor de general de que no tomaría represalias. Sólo en el Prado se cargaron ese día 18 carros de cadáveres, más los recogidos en otros lugares. En Madrid murieron 900 españoles, 320 fusilados. Los franceses tuvieron 300 bajas. Murat dictó el día 3 un bando ordenando el fusilamiento inmediato de quienes portaran armas, fueran en grupos de más de ocho o autores de libelos sediciosos.
Aquel día saltó la chispa que prendió rápidamente por todo el país. La noticia de los hechos sangrientos llegaron a Móstoles. Allí se redactó un bando por Juan Pérez de Villamil y Paredes, Bachiller en Leyes. Fue firmado por el alcalde Andrés Torrejón y su adjunto. Se redactó en dos versiones. Cito la más corta, que dice así: "La Patria está en peligro. Madrid perece víctima de la perfidia francesa. ¡Españoles, acudid a salvarla!". La invasión ilegal de España, más la gravísima y brutal represión empleada en Madrid, hicieron estallar un movimiento revolucionario de afirmación nacional en todo el país. Los franceses completaron la invasión. Sólo no ocuparon Cádiz, Tarifa, Alicante, Ceuta y Melilla. Cádiz se libró por la rápida actuación del ejército de Extremadura. Según el libro "Entre la guerra y la paz. 1809-1814", el Ejército español contaba con sólo 138.241 hombres. El francés disponía de 1.509.127, bien armados y pletóricos de moral. El presupuesto de España era en 1807 de 700 millones de reales; mientras que el de Francia era cinco veces mayor. Pero esta vez a Napoleón le fallaron sus cuentas, de las que gustaba presumir: "Para ganar una guerra hacen falta sólo tres cosas: dinero, dinero y dinero". Se olvidó de que, aunque España estaba empobrecida, contaba con el más grande de los patrimonios bélicos: el valor y la dignidad de los españoles. Al principio, la guerra resultó ser favorable a Francia; pero luego vendrían la batalla de Bailén y las demás. En Bailén, nuestro general Castaños derrotó al general francés Dupont el 19-07-1808 en la también llamada "Batalla de los olivos", como la han llamado los historiadores Moreno Alonso y Mozas Mesa. En ella murieron 2.200 franceses y 240 españoles. El día 20, el conde de Tilly, representante de la Junta de Sevilla, informaba a ésta: "En el día de ayer, España logró la victoria más completa que desde muchos siglos atrás ha visto la Nación". Hubo 17.600 prisioneros, incluido su general en jefe, que triste, angustiado y con el gesto cariacontecido dijo a Castaños: "General, os entrego esta espada vencedora en cien combates". Y Castaños, se la devolvió diciéndole con ironía: "Pues general, esta es la primera victoria mía". Conocida la derrota, Napoleón exclamó: "¡Es una infame capitulación, una mancha que ha caído sobre mi uniforme!". Y sobre Dupont murmuró :"¡Desgraciado!. ¡Qué desastre!. Lo que es la guerra: un solo día basta para deslucir la carrera de un hombre!.
La batalla de Bailén produjo una conmoción en Francia y en todo el mundo. Los españoles ganarían también las batallas de Zaragoza, Gerona, La Albuera, Salamanca, Valencia, Arapiles, San Sebastián, San Marcial, Vitoria, etc. Por el Tratado de Valençia de diciembre de 1813, Napoleón reconocía su derrota y devolvió la corona a Fernando VII. Otro poema de López García decía asi: "Suenan patrióticas canciones/ cantando santos deberes/ y van roncas las mujeres/ empujando los cañones/ al pie de libres pendones/ el grito de patria zumba/ el rudo cañón retumba/ el vil invasor se aterra/ y al suelo le falta tierra/ para cavar tanta tumba". La Gaceta de Madrid publicó el 19-10-1813 una orden de Wellington que decía: "¡Guerreros del mundo civilizado!: aprended a serlo de los individuos del IV ejército español que tengo la dicha de mandar. Cada soldado de él, merece con más justo motivo que yo el bastón que empuño. ¡Españoles!. Distinguidos sean hasta el fin de los siglos vuestros compatriotas, por haber llevado su denuedo y bizarría a donde nadie llegó hasta ahora". Napoleón, que tanto odiaba a España, reconocía en las "Memorias de Santa Elena" en 1842: "Los españoles todos, se comportaron como un solo hombre de honor. Enfoqué mal ese asunto; la inmoralidad debió resultar demasiado patente; la injusticia demasiado cínica, y todo ello harto malo, puesto que he sucumbido". Y en el libro de Ronald Frases, Napoleón dijo: "Esa maldita guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. El origen de mi infortunio está ligado a ese nudo fatal: ha provocado que en Europa se me pierda el respeto, ha complicado todas mis cosas...".
El general francés Thiébault, combatiente en España en 1808, dijo: "¡Qué terrible lección la de España, entonces sin Administración y sin fuerza; que en Europa se encontraba sin posición política ni militar, y se convirtió en la más potente causa de la ruina y el aniquilamiento de un hombre inmenso que, en su soberbio desdén por los españoles, creyó que podía robarle impunemente sus flotas, sus ejércitos, sus fortalezas y su rey!".
Después, nuestro eximio Menéndez Pelayo diría: "Nunca, en el largo curso de la historia, despertó nación alguna tan gloriosamente, después de tan torpe y pesado sueño, como lo hizo España en 1808". Y quien escribe estima que con su victoria de 1814, España recobró sus auténticas señas de identidad, se asentó, se consolidó y se fortaleció en toda su plenitud como Nación digna y libre, como país independiente y como Estado soberano. Las generaciones posteriores a 1808 tenemos contraída una deuda histórica de honor con aquellos bravos españoles que tantos esfuerzos, sacrificios, penalidades y vidas dieron por España. Nuestro deber moral es honrar su memoria y estarles agradecidos. Don Emilio Castelar, nos dejó dicho: "Las naciones que olvidan los días de sacrificio y los nombres de sus mártires, no merecen el inapreciable bien de la independencia". Pues, rindamos homenaje con nuestra memoria a aquellos héroes españoles que tanto honor y tanta dignidad nacional restituyeron a España.

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