Para Susana Román y Rabea Mohamed, con afecto
El Mundo de Andalucía” acogía todos los miércoles un artículo (siempre brillante) de mi sobrino Luis, prematuramente fallecido hace tres años. En el número del día 20 de junio de 2012, bajo el título “Respeto”, recordaba aquella conocida anécdota del que fuera Presidente de la Generalidad catalana, el ciertamente Honorable (otros no han merecido este título) Josep Tarradellas, y el estrafalario personaje apellidado Xirinachs, a quien, cuando fue a verlo en su despacho vestido con pantalón vaquero, camisa de leñador y zurrón a cuestas, despidió sin más contemplaciones diciéndole “¡Ah, va usted de excursión! Vaya, vaya, y cuando vuelva, ya vestido adecuadamente, aquí estaré para recibirlo!” Luis trajo a colación dicha anécdota para sostener la acertada teoría de que hay que respetar a las instituciones, y éstas, a su vez, hacerse respetar, y una de las formas de demostrar ese respeto es la de cumplir unas elementales normas de decoro en la vestimenta, un respeto que no es sólo a la institución, sino también a los contribuyentes que la pagamos entre todos y a los que, en general, no nos hace la mínima gracia que ni los Diputados acudan al Parlamento con camisas por fuera del pantalón, ni que juren o prometan su cargo disfrazados, modificando las correspondientes palabras y añadiéndoles frases a su antojo, que suelen terminar con el clásico “por imperativo legal”. Alguien –decía- debería hacer valer el respeto debido a la institución, declarar la nulidad de la promesa empleada adornada con tanta verborrea y advertir al ocurrente que, dada la invalidez de su promesa, no ha llegado a tomar posesión, por lo que, ipso facto y “por imperativo legal”, ni va a cobrar un euro ni tiene derecho a escaño alguno. Lo anterior fue escrito por mi sobrino a raíz de que cierto parlamentario prometiera su cargo luciendo un “kufiya”, el clásico aditamento de los palestinos, preguntándose que sucedería si algún legislador del parlamento de Abu Mazzen prometiera allí su cargo con sombrero de ala ancha.
Al final de aquel artículo, Luis decía que “son casos extraordinarios, pues la gran mayoría cumple con las reglas del decoro”. Bien se nota que lo escribió hace cinco años, porque ¿qué diría ahora Luis, si pudiese ver el triste espectáculo de unas Cámaras legislativas infestadas de descamisados, barbudos, melenudos y con chanclas, que hacen gala de su desaliño, porque –según creen- así es cómo viste “la gente”? Estaría espantado, sin la menor duda. La gran mayoría de la gente de verdad, al menos en España, sabe muy bien vestirse, ellos con chaqueta y corbata y ellas con un buen traje, cuando acuden a un bautizo, a una primera comunión o a una boda, y trata de presentarse bien vestida cuando va al despacho de alguna autoridad o a una jura de bandera. La gente tiene todavía sentido del respeto, y procura no dar nunca la nota. Ocupar un escaño en las Cortes Generales exige respetarlas. Esa especie de falta de educación que están exhibiendo determinados políticos sería impensable en cualquier institución extranjera, salvo, claro está, en el mismísimo parlamento europeo, donde ya han penetrado algunos maleducados españoles. Perdón por tan larga introducción, que creo curiosa e interesante. Pasando ya al tema local, quiero comenzar diciéndoos a vosotras, Rabea y Susana, que habéis vestido vuestros cargos políticos perfectamente. Porque la expresión “vestir un cargo” no se refiere sólo a la forma de presentarse adecuadamente trajeados, sino también, y de forma especial, a saber desempeñarlo con honestidad, eficacia y limpieza, algo que habéis sabido hacer siempre bien.
Ahora sois víctimas de la injusta condena que supone para quien está en política ser declarado “en libertad con cargos”, absurda y dolorosa secuela impuesta por quienes vienen confundiendo la imputación con una sentencia condenatoria firme, aquellos para los cuales no existe la presunción de inocencia consagrada en nuestra Constitución. Esas mentes, ciertamente erradas, se pasan un montón de pueblos en su cacareada cruzada anticorrupción. Para ellas, el imputado ya es, automáticamente, un corrupto. Ignoro lo que pueda haber bajo el secreto decretado en las actuaciones del llamado “Caso Loma Colmenar”, que no es, como se viene diciendo en los medios informativos nacionales, un caso de venta de viviendas de protección oficial, sino del derecho de acceso a ellas. Pese a todo, apreciadas Susana y Rabea, tengo la íntima convicción de que vosotras no habéis sido, ni sois, ni seréis nunca unas corruptas. Confío en que más pronto que tarde os llegará la “restitutio in integrum” que preveía el derecho romano. Ojalá sea pronto. Por curiosa paradoja, ha sido una libertad “con cargos” la que os dejado “sin cargos”. No perdáis el humor, tened ániimo, cuidad vuestra salud, disfrutad de vuestras familias y no bajar jamás la cabeza, Deseo de verdad que el tiempo y la justicia os den la oportunidad de volver a la política activa, para bien de nuestra ciudad.
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