La cruzada gubernamental contra los efectos que la invasión de las gaviotas tiene sobre el casco urbano ha dado un salto cualitativo en la Residencia de Estudiantes del Campus Universitario. La Consejería de Educación y Cultura, a través de la empresa adjudicataria del contrato de mantenimiento y dotación de claraboyas a estas dependencias del antiguo Acuartelamiento Teniente Ruiz, ha instalado estructuras para evitar que las aves se posen en los tragaluces de las habitaciones de los universitarios, por los perjuicios que estaban ocasionando.
El sistema empleado consiste en la colocación de unos pinchos de acero inoxidable alrededor de los cercos exteriores de todas las claraboyas mediante fijación química, con el objetivo de impedir su aglomeración como sigue ocurriendo en el ala opuesta. Esta medida de protección, en principio, debería de disuadir a las gaviotas –y otras de similar tamaño– de acomodarse en las claraboyas y comerse el aislante de las ventanas, como fuentes de la Consejería apuntaron que ya hicieron con anterioridad.
Precisamente, Educación relacionó la búsqueda de alimento de estos pájaros con la aparición de humedades en los cuartos de la Residencia de Estudiantes ya que, al retirar la “silicona” con los picos, las filtraciones habrían aparecido en la planta.
Los excrementos de estas aves, que obligó a la concesionaria a una limpieza en profundidad de las claraboyas, también puedo repercutir en el deterioro detectado por los servicios de mantenimiento del Campus y del que alertaron los propios inquilinos de la Residencia. Su blindaje frente a los intrusos alados forma parte de un actuación integral que incluye estores con los que obtener el oscurecimiento solar de los tragaluces cuando lo requiera el usuario. Unos trabajos que, como indicó Educación, están finalizados.
Este es el primer método físico que emplea la Ciudad ante la proliferación de gaviotas en el núcleo poblacional. Hasta el momento, la Ciudad ha optado por apelar al civismo de la ciudadanía –cerrando los contenedores de basura– y a endurecer el importe de las sanciones –en la futura ordenanza de limpieza pública– en caso de depositar en la vía pública cualquier tipo de alimento para animales, entre otros, estas aves.
Las gaviotas se desplazaron desde los acantilados del Monte Hacho y los alrededores del cementerio a raíz del cierre del vertedero de Santa Catalina hace años. En un bando publicado por el BOCCE en septiembre, la Ciudad instaba a reducir los factores para minimizar los efectos negativos de su presencia como son las molestias por ruidos nocturnos; los vuelos intimidatorios; el deterioro de edificios y monumentos por sus excrementos acompañado de la sensación de insalubridad.
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