Una de las “medidas estrella” de la integración de jóvenes migrantes es puesta a debate. Imad Boussif, investigador que también fue uno de ellos, pone las cartas sobre la mesa en su libro ‘Heridas de frontera’, en el que aborda un estudio sobre este método de integración. La publicación ha viajado este lunes hasta Ceuta para ser conocida en un acto de la Biblioteca Adolfo Suárez.
La iniciativa sobre la que versan sus páginas consiste en un aula para alumnos de otro origen con un hándicap en el idioma. La idea, que en inicio parece alentadora, es diana de distintas objeciones por parte del autor, que cuenta con experiencia docente y con su propia historia.
El propósito de trasladar este análisis a un tomo no es otro que el de darle visibilidad a sus conclusiones para que se repiense la forma de desarrollar este proyecto. “Faltan muchos recursos, formación del profesorado en interculturalidad, en educación inclusiva y en atención a la diversidad. En definitiva, que se haga bien la acogida de este alumnado”, cuenta.
Son muchas las reflexiones que cree que pueden ser utilizadas a modo de ejercicio para tratar de replantear la forma de aplicar este proyecto. “Cualquier estudiante tiene derecho a una enseñanza de calidad”, comenta.
Más proximidad
Uno de los aspectos que echa en falta es precisamente la proximidad con otros compañeros. “Están más entre ellos. Están separados. Eso crea segregación”, menciona. No se trata solo de avistamientos a través de su mirada y de sus conocimientos.
“La normativa da algunos consejos que no se cumplen. Esta dice que los matriculados deben estar en una clase abierta, que deben estar pocas horas. Hay dos enfoques. El inclusivo y el contrario; en uno se aprende español en el aula de referencia y en el segundo está fuera de esta. Siempre se recomienda el primero”, puntualiza. “Evidentemente los centros, al ser una opción difícil de llevar a cabo o por desconocimiento, no la efectúa como debería”, detalla.
Abordar esta cuestión le sirve también como vehículo para ahondar en esas heridas que lleva aparejadas el proceso migratorio. Recibir miradas de desconfianza, sumergirse en numerosos trámites para tener una situación regulada o ser víctima de discursos de odio son algunas de las posibilidades que encara el colectivo.
La referencia a las mismas aparece en el título y en esta misma alusión se incluyen aquellas que van más allá de cualquier daño físico. “Pueden aparecer en tu cuerpo, sí. Hay muchas de esas. Se ve cada año en la gente que intenta cruzar la valla y saltarla, pero en el libro hablo de aquellas a las que se expone cualquier persona cuando pasa la frontera. Están las de la discriminación, el racismo, las de salir de la zona de confort, las del estrés o de la ansiedad. Es lo que supone una situación de choque cultural; estar siempre en una sociedad o cultura que desconoces”, señala.
El papel de las instituciones
Estas actitudes en el contexto social también se mudan a las estructuras, tal y como explica Boussif.
“El racismo está en cualquier país europeo. Está en el acceso a la vivienda, que le cuesta más a los migrantes, al trabajo, a servicios básicos, pero, también está en las instituciones. Obviamente pueden darse formas de dificultar un poco más ciertos trámites. Cuando se llega a un estado, eres ilegal, un concepto del que estoy completamente en contra. Uno quiere no serlo, regularse, pero si no te lo permiten. No se hace por tener que cumplir una serie de requisitos. No vale ser persona para ello. Ahí está el problema”, relata.
“A nivel administrativo a veces se complican muchísimo las citas. Al menos en la comunidad en la que estuve no las conceden y no es sencillo conseguirlas. Hay muchas trabas. Se entra en una vorágine de obstáculos para tener los papeles. Cuando se tienen también se deben acometer unas condiciones, si no, no los renuevan. Siempre se está en un estrés continuo”, alega.
Sabe bien de lo que habla y del sentir de quienes dejan una vida atrás en busca de otra. Él estuvo un tiempo sin documentación entre Algeciras y Murcia. Hizo labores en oficios muy precarios. Poco a poco se hizo su camino, pero no fue fácil. Desembarcó en España a los 20 años y a los 25, cuando ya tuvo su vida más ordenada, decidió estudiar de nuevo.
Historia propia
“Mi historia es la de un inmigrante que se fue para buscar un camino mejor, que fue irregular por dos años en los que experimentó lo que cualquier otro en la misma tesitura: tener miedo a caminar, a que te paren, a que te devuelvan, a no poder hacer muchas cosas”, relata. “Estuve en empleos muy precarios sin seguridad social”, incide.
Detrás de las páginas de su libro se esconde un mensaje al que le gustaría dar eco para que alcance al resto de personas. “Los demás tienen que verlos como seres humanos en lugar de números o gente que vaya a venir a dificultar más la vida. No. Lo único que quieren es vivir bien. No quieren hacer daño. Generalmente, vienen a trabajar no a robar. Puede que un porcentaje mínimo haga lo que no debe por circunstancias”, concluye.
Disculpa, a diferencia de usted, él ya consiguió el Doctorado, y tiene toda la información necesaria y todo derecho del mundo a expresar su opinión y su investigación. ¿Dónde está la libertad de expresión, el que solo cumple y obedece?
Artículo 20 de la Constitución Española.
Ups, pues faltaría más... Lo que tú digas, "investigador" . Aquí estamos para cumplir y obedecer... Vete a tu pais a exigir y déjanos en paz de tanta palabrería. Si somos tan "rasestas"...porque no vais a otro país que no lo sea?
¿Sabe usted el Artículo 20 de la Constitución Española?
Los d l islam si pueden decir la palabra ra ismo,los de otras religiones no,es delito de odio y bla, la,vamos muy mal.