El cuerpo de Mohamed,
el menor de 17 años que falleció este domingo después de que lo encontraran inconsciente en el
puerto de Ceuta, será enterrado en Chaouen (Marruecos). Esta misma mañana se ha procedido al traslado del ataúd con sus restos desde la sala de autopsias de Santa Catalina hasta la propia frontera del Tarajal. Dos familiares directos del joven, destrozados, han presentado la documentación que ha servido para verificar su identidad y poder materializarse el deseo de su familia: que el menor fuera enterrado en su tierra. Mohamed El Metalsy era el mayor de seis hermanos. Llevaba desde 2018 en Ceuta, a donde cruzó como muchos otros menores que escapan de hogares pobres y que ven en el puerto una oportunidad para cruzar al otro lado. Mohamed sufría ataques de epilepsia que, según sus amigos, se repetían cada vez con mayor asiduidad. El pasado domingo fue encontrado inconsciente por otros menores, a pesar de su rápido traslado en ambulancia hasta el Hospital Universitario, fue en Urgencias en donde entró en parada cardiorrespiratoria, falleciendo en el propio centro sanitario. En la misma sala de autopsias se ha procedido a la carga del ataúd, con presencia de la Funeraria Al-Qadr y Sanidad además de dos familiares. Desde allí hasta la
frontera, en donde el vehículo con los restos de Mohamed ha cruzado el paso fronterizo que separa Ceuta de Marruecos para emprender rumbo a su pueblo, en donde esperan los familiares a los que se les informó de esta muerte ese mismo día.
La madre de Mohamed, Samira, contó a El Faro de Ceuta, cómo a pesar de las insistencias dirigidas al menor para que volviera, este permanecía en el puerto buscando la manera de colarse en algún barco para cruzar a Algeciras. Casi lo logró el pasado agosto, con motivo de la Operación Feriante, pero fue interceptado por la Policía Nacional dentro de una de las atracciones feriales. Constaban varios ingresos en el centro de La Esperanza, aunque todos ellos puntuales. Sus compañeros manifestaron a este periódico que Mohamed sufría cada vez más los ataques de epilepsia, sobre todo después de haber sufrido una agresión. Durante algo más de un año fue uno de esos menores que permanecen en la zona portuaria, invirtiendo las horas en intentar el pase a la Península. Hoy ya es solo un recuerdo para muchos de sus amigos que continúan buscando la forma de escapar. Nada, a pie de terreno, ha cambiado.