El último caso, protagonizado por Mateeis, constituye la expresión clara de cómo se utiliza la religión, retroalimentada con el victimismo, para alcanzar el objetivo final de quedar impune o al margen del cumplimiento de las normas. Al igual que los nacionalistas periféricos y excluyentes, los líderes de algunas confesiones religiosas, vinculan su pertenencia a una institución con el conjunto de aquello que dicen representar. Cuando a un nacionalista catalán le descubren una corruptela, nepotismo o cualquiera otra de las habituales actuaciones que bordea el delito o directamente cae dentro de él, se envuelven en la catalanidad, que supuestamente representan, hasta convertir la persecución penal por su actuación personal en una persecución a Cataluña.
En el año 1998, la entonces directora provincial del INSALUD, Malika Abdeselam, fue criticada por su gestión al frente de este instituto, a partir de este momento, se orquestó una campaña en su defensa basada simplemente en su religión y en un supuesto “racismo”. Un líder político musulmán de la ciudad llego incluso a contactar con cuatro imanes para que hicieran un llamamiento en las mezquitas en apoyo de la directora, aunque con el tiempo, esta acabaría por declararse culpable y condenada a siete años de inhabilitación. En el caso que nos ocupa, de nuevo algunos pretenden que las administraciones se dobleguen ante un asunto personal, invocando para ello cuestiones religiosas o supuestas discriminaciones que nada tienen que ver con un asunto personal que tan solo atañe al ciudadano Mateeis, algo que ya hicieron en otras ocasiones, como cuando presionaron a la delegación del MEC en el asunto de las niñas veladas en el 2007.
Siguiendo el guión establecido, lo que era un asunto estrictamente personal y educativo, similar al que muchos padres de Ceuta han podido vivir, se ha pasado a hablar de discriminación e incluso la Comunidad Islámica Al Ijlas, ha llegado a enlazarlo con el fracaso escolar de los niños musulmanes: “Ya va siendo hora de defender el derecho del alumno musulmán porque cuando se habla de fracaso escolar, la realidad es que uno de los grandes factores es el trato que reciben”. (El Faro 22/03/2013).
El abuso del victimismo es una de las grandes rémoras de la sociedad ceutí. Es cierto que la población musulmana de la ciudad sufre en mayor medida, aunque no de forma exclusiva, problemas como el desempleo o el fracaso escolar, pero esto poco tiene que ver con el uso del victimismo. El victimismo provoca dos importantes efectos, uno de carácter interno y otro general. El primero es el reforzamiento de la identidad del grupo frente a los otros. Nada une más que sentirse discriminado o perseguido y nada refuerza más al líder que convertirse en defensor de los supuestamente discriminados. El otro efecto, el general, tiene consecuencias aun más nocivas, al ampliar el sentimiento de victimismo entre toda la población, con la asunción del discurso entre aquellos que según sus líderes son discriminados y entre el resto, que observan que las normas pueden ser vulneradas si se pertenece a un determinado grupo.
El resultado es la profundización en el rencor social. La tan cacareada convivencia debe basarse en la aceptación de las reglas del juego y eso incluye el acatamiento de las normas formales e informales que regulan una sociedad y en la asunción de las responsabilidades que a cada uno nos corresponden. Más allá de esto, la convivencia se convierte en mera coexistencia y no es esto lo que deseamos, ¿o sí?
*Autor del libro “Ceuta, convivencia y conflicto en una sociedad multiétnica”.