Opinión

Relato de un acontecimiento (4/5)

Al mismo tiempo empezábamos a hacernos múltiples preguntas sobre lo que allí había y sobre los espacios que seguían ocultos: ¿Había sido construido todo por los omeyas?; ¿por qué tenía el revestimiento de mortero el interior?; ¿tuvo un uso específico dentro del hotel?; ¿a dónde conducían las escaleras, a la cubierta?; ¿cómo se conectaban constructivamente la puerta con el lienzo del baluarte de la Coraza Alta?; desde el otro lado del foso se veía perfectamente la ventana pero, ¿y la puerta tapiada que estaba a su izquierda?; si se retiraban las tierras entre las dos murallas en dirección hacia el baluarte de la Bandera, ¿se podría llegar a esa puerta?, ¿habría un espacio más grande o el mismo que el actual de apenas 3 metros?; ¿continuaría el lienzo califal hasta el baluarte de la Bandera?; ¿cómo es posible que el arquitecto del Parador, Carlos Picardo, no hubiera visto esa puerta? Respecto a esta última pregunta, unos defendían que seguro que la conocía pero una vez comprobados los planos originales, vimos que él mismo calificaba ese lugar como la CUEVA, así que no podía haber sido consciente de lo que allí había. Fueron muchas las preguntas que surgieron durante ese día pero hubo muchas más de orden administrativo: la puerta pertenecía al Parador pero las competencias de cultura las tenía la Ciudad, ¿dejaría el Parador hacer investigaciones y llegado el momento obras?; ¿cómo se organizarían las visitas si el único acceso era desde la galería de acceso a unas habitaciones que se suponían de mayor calidad y por tanto requerían mayor privacidad?; ¿estaría dispuesto la Ciudad a invertir lo necesario para estudiar lo que allí había?; ¿cómo sentaría a los gobernantes el descubrimiento de un elemento tan singular siendo del período musulmán?, ¿lo harían con entusiasmo o con reticencias como las expresadas por el Delegado del Gobierno el mismo día del descubrimiento? La reunión mantenida en presidencia en la que estuvimos Adolfo Hernández, Fernando Villada y José Luis Gómez Barceló no ayudo mucho a despejar las dudas relacionadas con la gestión del descubrimiento, de hecho, casi 20 años después, algunas de esas preguntas no han podido ser respondidas, fundamentalmente, por la falta de interés y a pesar de los resultados de las excavaciones que han hecho que este conjunto de puerta, torres y murallas sea único en el mundo.

El descubrimiento: ¿azar o consecuencia?

Cuando se realiza un descubrimiento de estas características, esto es, fuera del ámbito de una investigación o de unas excavaciones arqueológicas, sería muy fácil atribuirlo a la suerte, pero desde el momento en el que una veintena de expertos en fortificaciones pasan por delante de la puerta y nadie se percata de su presencia, nos lleva a otra justificación, el descubrimiento es el resultado de una “metodología” aplicada a la investigación sobre el terreno y lo que es más importante, no es una tarea atribuible a una sola persona sino a un grupo de amigos especialistas en distintos campos relacionados con el patrimonio, con una gran curiosidad por conocer, y comprender, y con la suficiente capacidad para cuestionarlo todo de todas las maneras posibles. Para mí las fortificaciones suponen un campo de investigación que me es muy cercano puesto que mi propio padre es ingeniero de armamento y construcción por la Escuela Politécnica Superior del Ejército; crecer en la Comandancia de Obras de Ceuta, jugar entre maquinarias, en la imprenta y en los archivos; pasar el tiempo leyendo libros de construcción en su biblioteca; ayudar a mi padre a terminar algunos proyectos; visitar obras militares, incluidas fortificaciones contemporáneas... todo ello debe influir en la manera de analizar este tipo de construcciones. Pero más allá de los sistemas constructivos, de las formas, de las funciones y de la ubicación de las fortificaciones, el principal aprendizaje ha sido asumir la manera de pensar de los ingenieros militares a la hora de resolver problemas, en un lugar concreto y en un momento preciso. Así ocurrió mientras trabajé con los fuertes neomedievales del Campo Exterior, construidos entre 1860 y 1884 tras la guerra entre España y Marruecos de 1859 y que se construyeron para vigilar y controlar los nuevos terrenos de Ceuta acordados tras el tratado de Wad-Ras. Aún siendo adolescente recuerdo las acampadas que realizábamos una vez al año con el colegio San Agustín junto al fuerte Aranguren, los concursos de radioaficionados en los que participaban mis padres en el fuerte de Anyera o los almuerzos dominicales a los que la Guardia Civil invitaba a mi padre en el fuerte de Isabel II. No es extraño que en un trabajo de bachillerato sobre historia se me ocurriera hacerlo precisamente sobre los fuertes fronterizos y que años más tarde, en quinto de carrera, eligiera las mismas fortificaciones para un trabajo de urbanismo, explicando cómo se ejercía el control del territorio desde los mismos, interés que continuó una vez terminada la carrera, cuando durante dos años dirigí la Escuela Taller Fuertes Campo Exterior, interviniendo, esta vez como arquitecto, en los fuertes Príncipe Alfonso, Francisco de Asís y Aranguren. Menciono esta relación con los fuertes neomedievales porque para mí es un claro ejemplo de cómo los ingenieros militares resuelven problemas, aunque ello implique saltarse los manuales y tratados de ingeniería militar, creando estructuras que hoy en día son únicas, junto a las que se construyeron en Melilla en la misma época y con el mismo fin. Aldaz, Mendicuti, Bonel, Carbonell, Eguía, Picasso, Valdés, Brull y Picasso fueron los ingenieros militares que empezaron a hacer proyectos siguiendo los manuales de la época, con fortificaciones poligonales y atenazadas, hasta el punto de que el primer fuerte que se termina en 1860 es el de Príncipe Alfonso, que es poligonal, pero para el resto de proyectos se ven obligados a modificar los ya dibujados para dar respuesta a los constantes asedios y ataques y a las tácticas y armamento del enemigo, que no tenían nada que ver con las de un ejército europeo. Los ingenieros militares se vieron obligados a recurrir a las fortificaciones medievales pero adaptándolas a las armas de las tribus de la Yebala, lo que dio lugar a la proliferación de aspilleras en todo el perímetro. Hubo otra característica que considero imprescindible para poder ponerse en la mente de un ingeniero militar, la evolución de los sistemas constructivos. Mientras que en Príncipe Alfonso se utilizó piedra de cantería (fundamentalmente arenisca) en las troneras, en la base de las piezas de artillería, en los desagües de agua, en las escaleras y en el brocal del pozo, en los sucesivos proyectos la piedra de cantería fue desapareciendo paulatinamente hasta casi desaparecer. La causa fue la ausencia de piedra en Ceuta para tales fines, la única que se podía utilizar era la peridotita del monte Hacho pero su gran dureza requería mucho más tiempo para utilizarla y urgía terminar los fuertes para poder abandonar los reductos construidos durante la guerra y proteger a los soldados encargados del control fronterizo. Fue necesario encontrar otras soluciones, como la que llevó a cabo Federico Mendicuti a la hora de ejecutar las bóvedas de aristas de la segunda planta del fuerte Isabel II, no lo hizo con piedra de cantería, ni siquiera con ladrillos, tampoco con un forjado de vigas y viguetas de madera como en la planta baja, se construyeron con hormigón en masa, lo que le valió una felicitación “por el estado avanzado de las obras de Isabel II a pesar del corto tiempo empleado y de la escasa cantidad invertida”. Esa felicitación que conserva el Archivo de Ceuta fue fundamental para poder entender cómo piensa un ingeniero y cómo se adapta al lugar, corroborada por mi padre cuando me enseñaba los proyectos en los que trabaja. Las investigaciones llevadas a cabo sobre los fuertes fronterizos desde el Ayuntamiento también me permitió conocer a una serie de personas con las que fui tejiendo una fructífera amistad al compartir los mismos intereses por el patrimonio y la historia de la ciudad. Poco a poco fuimos desarrollando una especie de metodología de investigación sobre el terreno, que consistía en visitar fortificaciones, o edificaciones, tanto de Ceuta como de su entorno, haciéndonos preguntas constantemente, a veces la respuesta la daba el arqueólogo, en otras ocasiones era el historiador o los arquitectos o el escritor o los pintores o el fotógrafo... aunque también era usual que muchas de ellas se quedaran sin respuestas, lo que nos llevaba a visitar otros lugares relacionados históricamente o a investigar cada uno en sus fuentes y según sus competencias, para nuevamente acudir al mismo lugar e intentar desentrañar los interrogantes. Aún recuerdo las visitas a Tetuán (con Ahmed Amrani, Younes Rahmoun, Mohamed Benchaich o Mustafa Ben Lahmar), Tánger, Arcila, Larache, Chauen, Beliunes, Targa, Alcazarquivir, Azemmour, El Jadida (solo tres semanas antes del descubrimiento de la Puerta Califal), Rabat, Salé, Fez... Lugares que compartían con Ceuta el legado de las dinastías almohade y meriní, del imperio portugués o del reino español y que nos permitían una visión de conjunto de toda la región. Fue ese interés por la escala territorial la que nos llevó a otro tipo de expediciones para recorrer las ciudades que constituyeron, en un momento de la historia, la línea fronteriza entre el norte y el sur del Mediterráneo. El primer destino fue la isla de Malta y después la isla de Sicilia (al que no pude unirme), posteriormente tuve la oportunidad de continuar solo las visitas a Rodas, Chipre, Beirut... Estos viajes al otro extremo del Mediterráneo también fueron importantes porque nos daban una perspectiva de Ceuta completamente distinta a la que teníamos desde la propia ciudad, entendiendo mejor su importancia a una escala global y a lo largo de los siglos. Esta metodología o, mejor dicho, actitud también la apliqué a los proyectos en los que trabajaba en Ceuta justo antes del descubrimiento y en los que de una manera u otra, esos mismos amigos participaban conmigo descifrando el patrimonio, intentando entender mejor la historia de la ciudad. Además de los fuertes neomedievales, ya reseñados, estaban los tres morabitos de la ciudad (Sidi Brahim, Sidi Embarek y Sidi Bel Abbas as-Sabti), las obras del Desdoblamiento del Paseo de las Palmeras, la colaboración con Fernando Menis para el paseo peatonal en el monte Hacho (desde San Amaro hasta Santa Catalina), la reutilización del Almacén de Abastos para las conferencias y exposiciones del Colegio Oficial de Arquitectos... En todos esos proyectos el patrimonio abarcaba desde la época califal hasta la actual por lo que era necesario una aproximación a la historia de la ciudad global, y no exclusivamente por épocas o áreas. El caso más claro fue el proyecto del Desdoblamiento del Paseo de las Palmeras, cuyas obras se iniciaron en marzo de 2002 (tres meses antes del descubrimiento), con un lienzo de muralla compuesto por elementos que iban del siglo X al XX. Sabíamos, porque era visible, que había una torre omeya en el interior de las oficinas del Real Club Náutico CAS, pero tras el descubrimiento en el interior de las Murallas Reales, pensamos que quizás podrían aparecer otros restos de la misma época; ese fue uno de los objetivos de las excavaciones arqueológicas que iba a desarrollar Fernando Villada y que al final no dieron el resultado deseado, sin embargo en julio de 2003, revisando toda la planimetría y las fotografías antiguas aportadas por José Luis Gómez Barceló en la Memoria Histórica del proyecto, en una de las fotos hechas por Juan Bravo, tras ampliarla en el ordenador, observé cómo había un aparejo que parecía de soga y doble tizón en el lienzo contiguo a la torre y que estaba oculto por una construcción anexa al edifico principal. Una vez demolido el CAS a finales del 2003 quedaron al descubierto la torre ya conocida, un lienzo (bastante alterado) y una torre que formaba parte de la puerta de Santa María del siglo XV. Nuevamente no hubo nada que descubrir, todo estaba ahí, pero había que mirar la información y la realidad de otra manera, con la misma actitud con la que habíamos realizado tantos viajes y visitas al patrimonio del norte de África y del Mediterráneo.

Entradas recientes

El equipo femenino de la Comgeceu: triunfadoras en ‘la Africana’

Son la sargento Benalcazar, las cabos 1º Anta, Sierra y Ayora, y la soldado Parra.…

05/05/2024

La falsa empresa de hostelería y el delito que no se pudo probar

Se le declaró en rebeldía, ni siquiera se presentó a la vista oral celebrada en…

05/05/2024

Multan a una tienda de alimentación de la Marina por vender tabaco

La Consejería de Sanidad y Servicios Sociales de Ceuta ha sancionado con 601 euros a…

05/05/2024

Wafa, madre y motor de una familia numerosa

El Día de la madre. Una fecha para conmemorar a quienes nos entregaron, sin pedir…

05/05/2024

El espigón en riesgo que permite el Ministerio del Interior en Benzú

Antes del verano la multinacional suiza SGS Tecnos tendrá que tener listo el informe sobre…

05/05/2024

El último Beliones que conocimos

Las autoridades marroquíes mantienen fijo el objetivo de transformar el Beliones conocido en otro pueblo…

05/05/2024