Las restricciones fronterizas y el hecho de que se deje a ‘ojo policial’ la determinación de la entrada o no de personas en Ceuta ha tenido un daño colateral en muchísimas familias que tejen lazos a ambos lados de esa línea llamada Tarajal. Un daño colateral sangrante en los casos en los que esas relaciones se tornan imposibles.
Esta es la historia de una mujer residente en Ceuta desde hace casi 20 años, pero con toda su familia viviendo en Rincón. Con un hijo pequeño que además padece una enfermedad crónica y con la única compañía de su marido. Los días pesan como losas y lo que antes era normal: que sus familiares pudieran venir de Rincón, estar con ella, celebrar el cumpleaños de su hijo... lo que se llama convivir, ahora es imposible.
Cruzar la frontera depende del agente de turno, aunque casi siempre se responde con una negativa debido a que no se cumple con la tenencia de un permiso de trabajo o una regularización. Con lágrimas en los ojos esta afectada expresa una pena compartida por muchísimas familias caballas que ya no reciben la visita de sus parientes porque no les dejan pasar por la frontera. “No pueden venir familiares para ayudarme. Yo estoy enferma, mi niño es pequeño, tiene una enfermedad crónica...”, explica. Excusas que no sirven si no se demuestra una relación laboral para poder facilitar esa entrada de marroquíes.
“A nuestros familiares no les dejan entrar”, dicen, pero sí “a quienes ejercen la prostitución”
Este es un caso, pero hay más. Muchos más. Desde personas que han cruzado a Ceuta desde hace años a los que ahora no se les permite el paso hasta quienes han dejado de acercarse al paso fronterizo al ser confundidos con porteadores.
En la crítica general de quienes ven sus relaciones familiares rotas está la comprobación, diaria, de entrada de mujeres marroquíes que ejercen la prostitución en las inmediaciones del antiguo Hospital de la Cruz Roja. “A nuestros familiares les impiden la entrada”, denuncian, “¿y estas mujeres?, ¿cómo entran todos los días?”. Si se supone que las restricciones fronterizas están orientadas a frenar una economía sumergida y sin papeles, no hay nada más evidente de su no regulación que los casos protagonizados por estas mujeres.