Tuve el gusto de conocerlo el año 2005, allá en Madrid, el día en que mi hermano Manolo pronunció su discurso de ingreso en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Manuel Pizarro, como miembro destacado de ella, formaba parte de la mesa presidencial, al lado de la cual se encontraba emplazado el lugar desde el que habría de leer su discurso el nuevo académico. Y ahí se produjo la anécdota, pues cuando mi hermano tomó la palabra, el micrófono no funcionó, instante en el cual Pizarro se levantó, hizo algo en el aparato, y desde ese momento todos pudimos oír perfectamente el discurso que pronunció Manolo.
Cuando pregunté quién era el que acababa de solucionar el problema del micrófono y supe que se trataba de Manuel Pizarro, a la sazón presidente de Endesa, no pude menos que decir: “Éstos de Endesa, siempre dando corriente”. Alguien le comentó la frase a Pizarro, y en el curso del vino que se celebró tras la ceremonia de ingreso, tuve ocasión de charlar unos momentos con él. Hasta ahí, mi breve contacto personal con un hombre preparado, inteligente y agradable, cuya lucha contra diferentes OPA dirigidas por entidades extranjeras contra Endesa, a partir precisamente de aquel año 2005, le hizo ganar fama y prestigio entre los españoles.
Tanto fue así, que cuando se convocaron las elecciones generales de 2008, Mariano Rajoy decidió captarlo para que figurase en las listas del PP, ofreciéndole el número 2 en la lista de Madrid, lo que presagiaba que, de ganar los populares, Manuel Pizarro –que acabó aceptando– estaría destinado a ocupar un puesto de gran relieve. Al inicio de la campaña electoral tuvo lugar aquel famoso debate televisivo entre el entonces vicepresidente económico del Gobierno presidido por Zapatero, Solbes, y Pizarro. Mientras éste insistía en que España se encontraba al borde de una grave crisis y que sería necesario adoptar medidas al respecto, aquel pintaba un panorama idílico. Pizarro hablaba de problemas que podían ser muy serios y de soluciones inicialmente incómodas, mientras Solbes lo negaba todo, asegurando que no había por qué preocuparse. Terminado el debate, los medios informativos se lanzaron a realizar encuestas sobre sus resultados, en las que resultó vencedor, y por diferencia, Solbes. Estaba claro que la mayoría de los españoles no querían ni oír hablar de crisis y que preferían creer antes a Solbes que a quien predijo lo que, posteriormente, estamos teniendo que padecer, algo que se agravó después y de manera sensible durante la segunda legislatura del Gobierno de Zapatero, quien, por lo que dice el mismo Solbes, no le hizo el menor caso cuando le planteó la necesidad de adoptar medidas impopulares pero necesarias para, al menos, paliar las consecuencias de la crisis.
Ahora, transcurridos cinco años desde que tuvo lugar aquel debate, Solbes ha presentado el libro de sus memorias, y en alguna de sus intervenciones en medios informativos ha llegado a aceptar que entonces no reconoció la realidad para así favorecer las perspectivas electorales del PSOE. Y es obvio que lo logró. Manuel Pizarro pasó a ser diputado, pero no se le designó para ningún puesto destacado en el organigrama del Congreso. Estuvo algún tiempo allí, pero finalmente decidió dejar libre su escaño a favor del siguiente de la lista y marcharse a casa, aunque, eso sí, manteniendo su militancia en el PP y ofreciendo su colaboración para cuanto se le pidiera.
Por todo ello parece llegado el momento de reivindicar públicamente la importante figura política de Manuel Pizarro, perdedor de un debate por decir la verdad ante los muchos millones de españoles que siguieron aquel debate y que mayoritariamente prefirieron hacer oídos sordos a sus palabras y creer a quien, conociendo que su oponente llevaba razón y que él no decía la verdad, se dedicó a refutarlas. España necesita a personas de la valía de Manuel Pizarro.
Algo, en definitiva, sobre lo que merecería la pena que reflexionáramos todos los españoles.