El lunes 3 de octubre del pasado año, este diario publicó un artículo mío, titulado “La transición, en juego”, cuyos dos últimos párrafos reproduzco textualmente:
“Aquel PSOE, al que Felipe González enseñó a ser socialista antes que marxista, fue asumiendo su papel de partido moderado de centro-izquierda, plenamente integrado en la socialdemocracia europea, partidario de la pertenencia a la OTAN y a la antes llamada Comunidad Económica y hoy Unión Europea, un partido, en fin, que ha regido el gobierno de la nación durante más años que ningún otro, lo que todos los españoles vimos con naturalidad (¡hasta con Zapatero al frente!), un partido consciente de la necesidad de tener Fuerzas Armadas, defensor de la vigente Constitución, de la unidad de España, activo partícipe en la lucha antiterrorista e impregnado de aquel espíritu de consenso y concordia de la transición. Un auténtico partido moderado, con sentido de Estado y fundamental para la lógica alternancia en el poder.”
“El pasado sábado, lo que estaba en el fondo de la borrascosa reunión que celebró el Comité Federal del PSOE no fue simplemente una lucha interna por el poder. Se discutía algo mucho más profundo, algo que podía afectar directamente al futuro de nuestra nación. O el partido mantenía ese buen bagaje político que ha ido atesorando desde la transición, es decir, su carácter moderado, socialdemócrata, europeísta, defensor de la Constitución y contrario a cualquier experimento que pudiera afectar a la unidad de España, o se aventuraba al muy posible riesgo de abrir su puerta a la radicalidad. Su puerta y –lo que es más grave- la del gobierno de España. Al final triunfó la sensatez, aunque muchos de los suyos todavía no lo comprendan “
Esas palabras finales, ese “triunfó la sensatez, aunque muchos de los suyos todavía no lo comprendan”, ha vuelto a adquirir actualidad, pasados tres meses, al anunciarse las candidaturas de Francisco Javier López (alias “Patxi”) y –muy en especial- la de Pedro Sánchez. Ignoro los propósitos reales del primero de ellos, aunque sus manifestaciones apoyando el famoso ·”no es no” no parecen presagiar nada bueno para España, pero ya son bien conocidos los de Pedro Sánchez, al que muchos tertulianos se apresuraron a calificar como “muerto” político, pero que, según parece, está vivo y bien vivo, haciendo bueno el conocido dicho de “los muertos que vos matáis, gozan de buena salud”.
Sánchez vuelve con nuevos bríos, y me temo que con un particular resentimiento frente a quienes provocaron su dimisión. Lo hace apelando, una y otra vez, a “la militancia”, dentro de la cual, sin duda, están aquellos a los que me refería cuando escribí lo del triunfo de la sensatez, “aunque muchos de los suyos todavía no lo comprendan”. Entonces no lo entendieron, y ahora temo que tampoco.
Presentarse ante la militancia con slogans tan simples cómo “Rajoy (o “·la derecha”) gobierna porque ellos quisieron”, “ellos impidieron que gobernara el PSOE”, o “ellos no os dejaron decidir””, puede tener un significativo efecto para atraer el voto de esos “muchos”, que ya se permiten llamar “traidores” no solamente a los integrantes de la Comisión Gestora, sino incluso hasta al expresidentes Felipe González,que siempre ha sido un auténtico “gurú” del socialismo democrático español y de su moderación, situándolo en el centro-izquierda del espectro político nacional..
O no recuerdan la transición, o no la vivieron, o –de cualquier forma- pretenden repudiarla. No les gusta. Representan una izquierda elemental y montaraz, que no pondera sosegadamente lo que pueda ser mejor o peor para España y para los españoles. Quienes con tanto acierto pararon los pies a Pedro Sánchez, lo hicieron al comprobar que ya tenía a punto presidir un gobierno de coalición con la extrema izquierda rupturista, vengativa y antisistema, y, por ende, con el apoyo de los independentistas. Libraron a nuestra nación de un gravísimo problema, que ahora podría volver a presentarse.
La actual moda de “las primarias”, junto con todo eso de “la militancia”, me ha traído a la memoria las palabras con las que, hace tiempo, un recordado Catedrático de Derecho Penal se refirió a cierto movimiento asambleario estudiantil que pretendía hacerse con el gobierno de la Universidad hispalense: “esto va a parecer una carrera de caballos organizada por los caballos”
Hay que dar valor a la democracia representativa, es decir, a la que, una vez delegada por las bases o por sus compromisarios, reserva determinadas competencias para un número limitado de personas, cual es el caso de los diversos órganos de gobierno de los partidos. Entre tales competencias siempre encontraremos la de marcar la línea política a seguir. Aquí da la impresión de que Pedro Sánchez planea vencer en las primarias para considerarse con las manos libres y, sin respetar la opinión del Comité Federal, hacerse con la Presidencia del Gobierno merced a los votos, en el Congreso, de populistas e independentistas, montando un gobierno de coalición, sin darse cuenta de que sus socios acabarían por desplazarlo del poder, haciéndose con él de modo absoluto. Ni Ejército, ni OTAN, ni UE, ni Euros, ni vallas fronterizas, ni límites a los referéndum de autodeterminación de “todos los pueblos de España”… Y volver a la peseta para poder darle horas extraordinarias a la máquina de imprimir billetes, con la consiguiente y perjudicial devaluación.
Ayer leí que los actuales –y provisionales- dirigentes del PSOE pretenden introducir una norma de control para impedir una eventual desmembración de nuestra única e indivisible nación, pensando en la posibilidad de que Pedro Sánchez pudiera recuperar la Secretaría General del PSOE. Me temo que todo lo que se haga para contener la rabia que le lleva a intentar que la militancia lo eleve de nuevo a dicho cargo resulte un intento vano.
Pienso que ni España ni los españoles estamos para soportar tan pesada carga.
(*) Título de una película estadounidense, de 1985, protagonizada por Clu Galager.