Es primera hora de la mañana. Me gusta venir temprano para evitar el agobio de los bañistas y más en esta época del año. Me encuentro sentado en la arena junto a un mar en una calma que hace pensar. Creo que me estaba esperando. Yo quedo prendado de la tranquilidad. Esa que desearíamos en muchas etapas de nuestra vida. De esa paz matutina donde sólo queda admirar los bienes que me está ofreciendo nuestra querida y no respetada naturaleza. Nuestras aves marineras, las gaviotas, vuelan frente a mí. Es un espectáculo digno de observar. Se están dando un festín deslizándose por la autopista del cielo. Parecen gozar de esa libertad que les hace soñar en ser grandes aves. Una especie inmune a todas las carencias de nuestra sociedad. Disfrutan buscando los vientos que les hacen hacer filigranas. Y yo aquí viendo esas arquitecturas que nunca podría hacer yo. ¡Qué envidia me da!
Entro en un retroceso del tiempo donde pienso en algún congénere mío que decidió buscar algo para poderse parecer un poco a estos animalitos. Cuantas tortas se habrán dado pero se han levantado y han buscado una y otra vez el fallo. Pero todo tiene su recompensa y ahora vemos grandes pájaros de hierro surcar por todos los rincones del mundo. Y es que la imaginación es un río en movimiento. Nadie sabe hasta dónde puede llegar esa gota de agua que ha estado hace unos segundo al lado mía. Nuestra mente es un campo virgen que sabemos que existe pero lo que nunca podremos tener claro hasta dónde nos podrá llevar. Pero sólo debemos de ver la evolución que hemos alcanzado en pocos años.
Yo cuando niño para hacer una llamada telefónica tenía que ir a una centralita donde una mujer estaba detrás con unas clavijas, nos ponía en contacto con alguien al cual deseábamos hablar con él. El tener un aparato telefónico en casa era casi un lujo y muy poca gente lo tenía. Sin embargo ahora todo el mundo tiene un teléfono móvil en su bolsillo y si queremos contactar con cualquier persona lo hacemos al instante. Utilizando una llamada normal y corriente o gracias a las redes sociales utilizamos los clásicos wasap. Luego no podemos eludir la responsabilidad de estar en contacto con nadie ya que con un simple teclear ya hemos mandado ese mensaje que sirve de enlace con cualquier persona. Yo, la verdad sea dicha, que todavía no me creo que hayamos evolucionado tanto.
De la época del tam-tam a la ciencia ficción de nuestro presente. No sé si es exagerar por mi parte pero esto es mucha evolución. Y mientras sigo aquí en la playa viendo lo mismo que pude ver hace ya unos pocos de años. Las aves siguen revoloteando por mi campo de visión y me estoy dando cuenta que no me he echado crema para evitar quemarme, así que os emplazo para un nuevo día de reflexión vaya a ser que coja una solina y tenga que visitar el Hospital Universitario de Ceuta cuyo acrónimo es HUCE y eso no lo deseo yo, ya que lo que quiero es disfrutar de mi libertad. La que me dejan mis hijos y mujer.
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