Opinión

Recuerdos del de Ingenieros y del Cuartel Las Heras

Dedico este artículo al Arma de Ingenieros a quienes pertenecen, hayan pertenecido o tengan alguna vinculación de servicio, en sus Especialidades de Transmisiones, Zapadores, Comandancia de Obras, Damas de Honor de San Fernando, etc. como hago todos los años por San Fernando, Patrón del Arna de Ingenieros. Y, asimismo, agradezco muy sinceramente al Coronel del Regimiento de Ingenieros nº 7 y Jefes de Unidades que, en nombre del Comandante General de Ceuta, han tenido a bien enviarme su invitación para asistir a todos los actos oficiales de la celebración de dicha festividad y de la colocación de la 2ª Corbata de la Laureada Colectiva de la Real y Militar Orden de San Fernando. Les quedo muy agradecido por su invitación.
Antiguamente se decía de las amistades, que las más sinceras, sólidas y duraderas eran las que nacían de la convivencia solidaria que se mantenía cuando se hacía el Servicio Militar obligatorio (vieja “mili”); y, también, las que nacían en un hospital cuando se estaba enfermo y los pacientes y sus familiares compartían la misma habitación. Pero hoy ya ambas formas de iniciar y mantener tales relaciones de amistad han disminuido bastante en frecuencia e intensidad, debido a que la antigua “mili” desapareció, al haber sido sustituida por la profesionalización de las Fuerzas Armadas. Y, en el caso de los hospitales, porque los grandes avances de la medicina moderna hacen posible que ahora las intervenciones quirúrgicas sean mucho menos invasivas, permitiendo que en cualquier intervención sólo se tenga que permanecer hospitalizado, si acaso, varios días.
En los hospitales, la amistad nacía del hecho de tener que convivir juntos compartiendo dolencias, enfermedades o intervenciones quirúrgicas, durante las cuales el curso de la enfermedad solía seguir similares o parecidas vicisitudes, poniéndose las mismas esperanzas e ilusiones en curarse pronto y en quedar totalmente restablecido. Y la amistad en el cuartel, surgía de la larga convivencia y quehacer cotidiano vivido en común día y noche durante el tiempo de “mili”, que en mi caso se prolongó varios años, al haber sido voluntario.
Por entonces (hace 59 años), en la mayoría de los casos era la primera vez que los jóvenes salíamos de casa y que nos separábamos de la familia, de manera que uno se encontraba de un día para otro con que, de tener todas las actividades domésticas cómodamente hechas dentro del hogar familiar, se pasaba a tenerlas que hacer todas por uno mismo. Y, además, se consumía lo mejor de la juventud entre las cuatro paredes del cuartel, porque entonces las clases de tropa ni siquiera podían vestir de paisano. De modo que todos los que íbamos al Servicio Militar (en mi caso con sólo 16 años) teníamos parecidos problemas, necesidades comunes y relaciones de servicio que creaban espíritu de compañerismo, de unión y solidaridad dentro de un ambiente cuartelero al que se estaba desacostumbrado y que hacían nacer entre unos y otros estrechos lazos de convivencia, simpatías y afectos que terminaban en una sincera amistad.
En mi caso, al haber tenido que cumplir con un servicio militar más prolongado, aquel espíritu de amistad y compañerismo aun fue más sólido y más arraigado. Sólo yo procedía de la Península, de mi querido pueblo Mirandilla (Badajoz). Los demás voluntarios que conmigo ingresaron eran de Ceuta, de la que con razón se dice que es un semillero fértil de militares voluntarios y cuna de valientes soldados. Y aquellas excelentes relaciones, todavía continúo manteniéndolas con casi todos los ex compañeros con los que entonces me relacioné, dado que, en esa intensa convivencia que se tiene en el cuartel en los servicios, son comunes numerosas vivencias, anécdotas, inquietudes conjuntas, entusiasmos, ilusiones y también algunas penas y desencantos. Es por ello, que todavía hoy con aquellos antiguos ex compañeros continúo manteniendo aquella vieja amistad y con muchos de ellos incluso me comunico a diario a través de las redes sociales, intercambiando recuerdos y evocando la nostalgia sentida hacia aquella frondosa juventud de la que entonces todos rebosábamos, pero que hoy ya a todos nos falta y tanto echamos de menos.
Las Unidades de Ingenieros antecesoras del que hoy es el Regimiento de Ingenieros nº 7, de actual guarnición en “El Jaral” de Ceuta, cuando ingresé en 1958, estabandivididas en dos grupos independientes: El Grupo de Transmisiones nº 1, al que pertenecí, destinado en la Compañía de Radio en el antiguo Cuartel de Las Heras. ¡Qué bonita era y cuánto me gustaba la Radiotelegrafía!, una de las seis especialidades que adquirí y que tanto practiqué con aquellas antiguas emisoras de radio MK-II (apresadas a un buque ruso que las transportaba ilegalmente), Angri-9 y C-11. Enlazaba a diario con la red de emisoras que todavía quedaban en el antiguo Protectorado español. El sistema Morse de comunicación y su Código Internacional “Q”, permitían poder establecer comunicaciones a largas distancias con la mayoría de los países sin necesidad de saber sus respectivos idiomas. Pero, pese a su eficiencia y eficacia, ha quedado ya a extinguir.
Y, también estaba como Unidad independiente el Batallón de Zapadores, entonces con su guarnición dispersa, una parte en el mismo Cuartel de “Las Heras”, otra en el Monte de Ingenieros y parte en “El Jaral”. Creo que fue sobre 1960 cuando se fusionaron aquellas Unidades autónomas, integrándose en el que después fuera Regimiento Mixto de Ingenieros. Sin embargo, aun cuando antes fueron Unidades autónomas y dispersas, todos los que pertenecíamos a Ingenieros sentíamos el mismo espíritu solidario de Cuerpo, de unión y de compañerismo, como lo acredita el hecho de que casi 60 años que después llevo en la vida civil, aquellos ex compañeros militares de las distintas Unidades separadas todavía me mantienen la amistad a modo de como si continuara siendo un compañero más.
Por cierto, que aquel viejo cuartel de Las Heras, fue hace ya años derruido, a pesar de que se estaba tramitando un expediente para su declaración como Bien de Interés Cultural, y pese a ser uno de los edificios más antiguo, más singular, más emblemático y el único vestigio arquitectónico que quedaba del antiguo penal de Ceuta. Se construyó entre 1851 y 1871. Primero lo proyectó en 1751 el Ingeniero militar Carlos Luján; pero luego ultimó su diseño el capitán de Ingenieros Pedro Brozas y Garay, que en 1756 pasó a San Agustín (Florida), y desde 1910 lo ocupó el primer Regimiento de Pontoneros y Minadores entonces recién creado en España, del que el actual Regimiento es sucesor de su historial, bandera y estandartes. En 1966 se dispuso que el Regimiento de Ingenieros se trasladara al viejo cuartel de Infantería 54, hoy reconvertido en distrito universitario de Granada y sede de la UNED. Los Ingenieros militares han prestado a España y a Ceuta - y siguen prestando - excelentes servicios.
En aquel cuartel de Las Heras, la parte de abajo tenía capacidad para 1.300 soldados; y la parte de arriba, que hasta 1910 fue el presidio de Ceuta, podía albergar otros tantos reclusos. Un informe emitido durante la visita que al mismo realizó del 20 al 29-05-1797 el Inspector de Presidios, Francisco Zamora, decía: “El llamado presidio Principal es bueno y capaz de mucha gente, buenas y seguras cuadras al piso, con buen patio y ventilaciones. Hay brigada de encadenados, los destinados a galeras o por muertes o ladrones, están en cadenas, así como los que aquí no cumplen bien, roban, etc. Vi al paso al ´Galápago´, tan nombrado en toda España. Se reduce a una especie de silo donde ponen los reos famosos, de que abunda esta Plaza...”. En la parte baja también estaba la Central Telefónica Regional militar, desde la que se efectuaban todas las comunicaciones con el Protectorado Español y con la Península. Su fachada fue el único vestigio de aquel cuartel que no fue demolido, pero su total abandono y falta de mantenimiento hacen que esté en ruina y prácticamente irrecuperable.
Con el derrumbe del cuartel Las Heras, quedó enterrada para siempre mucha historia de Ceuta, montones de recuerdos de miles y miles de soldados que en él habían servido a España y, también la memoria y vida - ésta ya bastante más dura y cruel - de miles de presos y condenados políticos procedentes de la Península y de las antiguas colonias de América que pasaron en él muchos sufrimientos y penalidades. Cientos de ellos llegaron a morir enfermos y por otras desdichas. Por eso pienso que aquel suntuoso edificio, hoy podría ser Bien de Interés Histórico y Cultural de Ceuta; y, de alguna forma, símbolo que debió mantenerse como el mejor monumento al recuerdo de tantas personas que en él penaron y sufrieron tantos años, que podría servir para recordarnos a quienes nos llamamos “humanos”, que jamás las personas deben sufrir y morir sólo por pensar y discrepar políticamente.
Un edificio tan suntuoso, tan sólido y tan emblemático, como era aquel cuartel-presidio, creo que fue un gran error derruirlo. Debería haber sido rehabilitado, pero nunca derribado incluso en contra de técnicos cualificados e Instituciones que aconsejaron mantenerlo. Sólo con la ingente cantidad de dinero que costara demolerlo, extraer y transportar fuera tal mole de escombros, se hubiera podido transformar en un edificio rehabilitado, amplio y digno, con capacidad de sobra para albergar a la Guardia Civil para la que el solar fue proyectado, pero que luego la obra faraónica que se pretendió levantar ni se ha construido, ni se sabe si llegará a construirse. Con la particularidad de que su nueva y dispendiosa edificación costaría una supermillonaria cuantía del dinero público de todos, que a muchos políticos tan poco les duele malgastar, pero que en época de crisis y austeridad, las arcas del Estado podrían ahorrarse; la Benemérita contaría con un excelente cuartel que ya ocuparía, y Ceuta seguiría teniendo tal bien de reconocido valor histórico y cultural.
Y, abundando en aquel espíritu solidario de Cuerpo y de entrañable amistad que caracteriza a los Ingenieros militares, que antes refería, resulta que hace varios meses supe por un simple comentario en un medio de comunicación que uno de aquellos antiguos ex compañeros se hallaba internado en el Hospital El Ángel de Málaga. Me sonaban mucho su nombre y apellidos, pero no lograba reproducir en mi mente la imagen física de su persona. Pero, con ocasión de que también debía asistir con mi esposa a una revisión médica en el mismo centro hospitalario, pregunté en Recepción por la habitación que le habían asignado y, pese a disponer de muy breve tiempo, subí a visitarlo.
Tras 59 años sin habernos vuelto a ver, en principio, ninguno de los dos nos reconocimos, dado que ambos de jóvenes habíamos sido de fina constitución física, mientras que ahora ambos estamos perimetralmente sobredimensionados por la maldita curva de los años. Le acompañaba un hijo, y en cuanto les expresé mi nombre y apellidos, ambos nos reconocimos y nos recordamos perfectamente con gran alegría. Fue un breve momento de evocación de viejos recuerdos entre antiguos ex compañeros, lógicamente, él ya retirado como Oficial del Ejército y, en mi caso, jubilado de un Cuerpo Superior del Ministerio de Hacienda. En el semblante de los dos se nos veía reflejada la alegría por el reencuentro. La pena fue que, por no disponer de más tiempo, no pudiera prolongar más mi visita. Después contacté con él por teléfono y me informó que al día siguiente le daban el alta médica, ya restablecido. Pues, amigo Juan Rivera Arjona, cuánto me alegro de tu pronta y total recuperación. Ojalá no tengas nunca más que volver por dicho hospital por disfrutar de buena salud; pero, si no tuvieras más remedio, me tienes a tu entera disposición.
Y, como una prueba más de aquel viejo espíritu de Cuerpo, de mi afecto y gran admiración hacia el Arma de Ingenieros y sus componentes, y de mi sincera amistad hacia cuantos compartisteis conmigo aquellos añorados años con tan pletórica juventud, MUCHAS FELICIDADES con motivo de celebrarse mañana San Fernando, Patrón del Arma, con mi recuerdo y saludos para todos.

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