Una de las atracciones que teníamos, aparte de saber que nos estaban esperando nuestros familiares en algún punto de la Península Ibérica, era observar el juego de los delfines saltando delante de la proa del barco, cosa que actualmente nunca hemos visto.
Aquellos maravillosos años de nuestra niñez y adolescencia, cuánta añoranza, cuánto pelo teníamos en aquellos instantes, y como siempre se dice: "Voló con dirección opuesta a nuestro día de hoy", pero son gajes del oficio de nuestra vida, donde la genética y la edad se entrelazan y nos vuelven más "descapotados", lenguaje interactivo y peculiar de unos hombres que hemos vivido muchos años más que otros que se ríen de aquellas "aventurillas", como nos aplican, al "cuento de las mil y una aventuras", donde somos los protagonistas necesarios.
Pero, ¿realmente son anécdotas, o buscamos algo de nuestras vivencias para dar a conocer cosas que hoy no se ven? Es una mezcla, un ardor guerrero de nuestra vida, que aunque intente burlarse, muchas veces, de nuestras retrospectivas pero más de una vez los hemos visto esperando escuchar ese matiz tan bello de una imagen del pasado, que como es de costumbre, después de ese "mutis", por esos instantes, buscan la burla y el decirnos: "Basta ya de tantas bolas", pero es signo de vivir, un pasado, que seguro tu lo harás cuando tengas nuestra edad y te vengan esas informaciones peculiares de tu día de ayer, lejano para muchos y tan cercano para ti.
Siempre añadimos el "parece que fue ayer cuando eso pasó y ya ni si quiera de observan esos mamíferos marinos, tan amistosos, por nuestras costas y más acercándose a nuestro transporte, el ferry, para llevarnos a ese punto de enlace hacia cualquier punto donde debamos de ir, por el motivo que sea".
Los familiares tan queridos se han marchado, y solo quedan los recuerdos, de ellos, gracias a que nosotros todavía estamos en este lugar, en este planeta llamado Tierra.