Hoy he pasado por al lado de la sinagoga y mi mujer me ha recordado que había una escalera en este lugar. Y de repente me vinieron infinidad de recuerdos que fui hilvanando poco a poco a mi esposa y mi hijo.
“Aquí efectivamente existía una linda escalera que servía para llegar a un patio muy próximo. Le llamaron calle prolongación de Sargento Coriat número uno. En la parte de abajo, antes de empezar la subida de los escalones, veíamos una explanada donde aparcaban los vehículos. Existía una tienda de comestibles, donde hoy hay un negocio de restauración, que lo regentaban un matrimonio: Eduardo y Margari. Muchos años estuvo en funcionamiento. Al lado había un patio donde vivían personas influyentes en nuestra ciudad: Los Lerías.
Al terminar de subir las escaleras y dejar a la derecha una explanada baldía, donde hoy en día hay un colegio público, entrábamos en un patio, donde la primera vivienda de una sola planta era de las Dueñas como se le llamaba en aquel lugar. Eran las que rendaban las siguientes pequeñas casas.
A la izquierda siempre estuvieron las niñas de Catalina, que eran unas mujeres mayores que eran solteras, solo tenían un sobrino, que lo trataban a cuerpo de Rey. A la derecha había una escalera que si se subía había otra vivienda, fueron muchos los que la ocuparon.
Y un poco más arriba estaba otra que los últimos que la ocuparon fueron una pareja singular el era una persona muy delicada, le gustaba dibujar y fue la precursora de la televisión en color. Ponía unos papeles trasparentes de colores y daba la sensación de ver en color esa televisión en blanco y negro que todos teníamos. Más de un partido de la naranja mecánica había visto en este artilugio. Pero el primer televisor en color lo tuvieron las niñas de Catalina. Allí disfrutábamos los peques, entre ellos yo, de la serie de Marcos, una vez a la semana, pero muy deseada por todos. De ahí que todavía sepa la música de aquella serie infantil: “En un puerto italiano, al pie de la montaña, vive nuestro amigo Marco, en una humilde morada. Se levanta muy temprano.....”.
A la izquierda había un pequeño jardín, bien cuidado por una familia de viejecitos donde uno de sus hijos tuvo un buen amigo de todos nosotros que trabajaba en la Cepsa.
Un poco más abajo vivía yo con mis hermanos y padres. A la derecha otra familia a la que se les llamaba ‘los Rojas’. En ella destacaba la abuela. Todos los recordamos como una mujer mayor que paseaba con sus lentos y ruidosos pasos.
A su izquierda, antes de que falleciera, vivió un familiar mío que regentaba un bar donde está actualmente la óptica Zurita.
Y a la derecha vivía Antoñete, que se dedicaba a vender un dulce que eran unas obleas de galletas muy finas y deliciosas.
Un poco más adelante estaba una familia también mía donde el padre se llamaba Fernando y la madre Juana, sut ía Ira, la intelectual, que había sido institutriz en Gibraltar. Ella me enseñó mil adivinanzas, la que más me acuerdo y que me rompió mi linda cabecita era: “Redonda como una taza y tiene pelos en la panza”. La dichosa cebolla.
Enfrente vivió durante muchos años un empleado de Zurita, farmacias. Junto a ellos había un pozo donde había una pequeña maldición donde decían que quién bebía agua de aquel lugar se quedaba soltero o soltera. Para muestra, un botón.
Un poco más adelante vivía una pareja donde el marido era de una empresa de autobuses. Nunca tuvieron hijos. Y al lado un cartero retirado con sus tres hijas. Una de ellas tuvo un negocio al lado de El Faro, dedicado a moda y niños, la Tata. Ya fallecida la pobre.
Y por detrás era lo que le llamábamos la Ponderosa que los últimos en vivir allí fueron unos señores que vinieron de Melilla.
Frente al cartero vivieron familiares de Antoñete. Luego más adelante estaba la huerta de Rufino. Y allí por detrás de la casa de este hombre vivía mi abuela Cata. Una costurera que todo el mundo la quería. Por poco dinero le hacía vestidos a todas sus buenas vecinas.
Tras finalizar el artículo, me di cuenta que había cometido un pecado mortal: No acompañarlo con una fotografía del patio de las Dueñas. Entonces me acordé de mi querido amigo Jesús que es un garante de la seguridad pública y además tiene el privilegio de ser el hijo de José García, "Joselito", que fue el erradicador del chabolismo, con ayuda de mi padre, José Benedicto, y después de darle a leer mis recuerdos, me facilito un montón de instantáneas de aquellos lugares y a la vez más anécdotas para acompañar a este testimonio. Muchas gracias. Aunque no hubiera ninguna que fuera del patio en cuestión.
Pero si un lugar muy cercano a la explicación que estuve haciendo a mis familiares. Ya que se trataba de la escalera nueva que se hizo más adelante y que hoy no existe tampoco.
En la calle Sargento Coriat existía un lugar recreativo muy conocido llamado ‘las Vegas’, donde habían dos plantas la de abajo estaba dedicada a máquinas de la época, donde todo iba manejado por dos botones laterales que daban utilidad a los palas que había en el interior.
En la parte de arriba estaban los villares y mesas para jugar al tenis. El espacio baldío se utilizaba por los niños para jugar. Eran clásicos el escondite y tirarse con cartón desde de arriba.
En la foto se ve la carpintería de Melgar, donde dos vecinos nuestros hicieron sus prácticas en la materia: Ramón y Julito. La puerta que se ve era de otro señor que puso una tienda de comestibles y también representaba muebles. Frente a la carpintería había otro patio donde vivía otro vecino, el “Pompo”, que tuvo un kiosko junto a la iglesia de San Francisco, en la plaza de los Reyes. Un poco más abajo había una pastelería que cuando les llevábamos leña, nos daba recortes de pasteles y sobre todo habría que destacar la tienda de Celedonio.
Recuerdos muy gratos que no debía de dejar en el tintero.
MI PATIO CENTENERO......QUE POCO TENÍAMOS PERO QUE NIÑEZ MAS BONITA,JUGÁBAMOS EN LA CALLE COMO DEBE SER .......