Final de trayecto. Sumergida en el tedio y la indiferencia, la ciudadanía ansía ver pasar de una vez de este cáliz electoral del que todavía nos separa una semana. Las del 20 – N pueden ser las elecciones más descafeinadas de nuestra democracia. Innecesariamente se ha prolongado en demasía la agonía de un gobierno incompetente con la consiguiente pérdida de tiempo a la hora de tomar las drásticas decisiones que la difícil coyuntura económica demanda. En tales circunstancias qué otra cosa se podría esperar.
Con la unanimidad de lo que siguen proclamando las encuestas, tirios y troyanos, al más puro bipartidismo, tienen asumidos sus respectivos roles a partir del próximo domingo. No parece haber margen para la sorpresa por más que se mire a los indecisos. Muchos de ellos también pueden votar pensando en la cartera, o en los errores y las trolas de los gobiernos de Zapatero. Y lo más curioso es que el candidato Rubalcaba nos hable ahora de soluciones. ¿Y por qué no antes?
Si a escala nacional el panorama electoral es plúmbeo y frío, a nivel local aún más. Como en las municipales, el pescado parece estar más que vendido. La sombra Vivas, aún cuando el presidente esté fuera de las papeletas electorales, envuelve a la gaviota. Parece consustancial con las siglas de los populares. Mal que pese a los localistas, nadie ha sido capaz de acabar con su particular baraka y capacidad de atracción. Por algo será, hay que suponer. El electorado no es tonto. Sin olvidar que los populares generan confianza en esta ciudad por diversos motivos, después de los despropósitos y los olvidos en los que nos sumieron los gobiernos felipistas.
Soy de los que piensan que Zapatero pasará a la historia como el peor presidente de la democracia española. Sin embargo y enlazando con lo anterior, dos hechos relacionados con Ceuta y Melilla bien merecen serles reconocidos a él y a su gobierno, frente a la tibieza y los temores de los anteriores ejecutivos de Suárez y de Aznar o del olvido total de Felipe.
Zapatero fue el primer presidente de gobierno que, como tal, visitó, nuestra ciudad. Es cierto que esos dos antecesores también lo hicieron, pero no en visita oficial en su condición de presidentes. Fue a principios de 2006, en la mitad de la legislatura, flanqueado por los titulares de Sanidad y Administraciones Públicas. También es cierto que, cuatro meses atrás, las veleidades y las torpezas de este hombre hacia Marruecos habían originado que más de 3.000 ceutíes nos manifestásemos espontáneamente en la Plaza de los Reyes en protesta por la política de ZP hacia nuestra ciudad y para proclamar nuestra españolidad.
Pero la guinda de oro de un gobierno socialista fue el posibilitar la visita de los Reyes, aquel 5 de noviembre de 2007, treinta y dos años después de su coronación. Que ya estaba bien. Una memorable efeméride que ceutíes y melillenses pensábamos que nunca nos dejarían vivir. ¿Marruecos? Ladró cuanto pudo, sí. Pero ahí quedó todo. ¿Estuvo pactado? Puede ser. Pero la deuda sentimental histórica hacia nuestras dos ciudades quedó saldada.
Ahora que, a diferencia de Melilla, la agenda de Rajoy le ha impedido acercarse en la campaña a nuestra ciudad, buena oportunidad tendría de hacerlo una vez que fuera proclamado presidente del Gobierno como visible demostración de esa sensibilidad de los populares hacia nosotros que parece existir.
En fin, frialdad en la campaña. Que se lo pregunten a los socialistas con los mítines de Chaves y Zarrías reclutando a lazo a los asistentes y retrasando la hora de comienzo de los mismos para cubrir algo más la sala. Las fotos periodísticas han hablado por sí solas. Y es que cuando la debacle está a la vuelta de la esquina, hasta los incondicionales miran para otro lado.
¿El debate de mañana en RTVCE? Más de lo mismo, pero éste al menos no nos costará ni un euro. Con la que está cayendo sobre los socialistas y el punch, las tablas y la experiencia de Márquez, muy difícil puede tenerlo Ruiz.
Luego vendrá Cospedal. Llenará el salón, faltaría menos. El olor a poder es mágico en política. Diríase que irresistible para muchos.
La suerte parece estar echada. PSOE y PP coinciden hoy en muchas cosas. Más que de colores políticos, ahora más que nunca la cuestión es de buenos gestores, de necesidad de cambios profundos y de nuevas ideas.
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