Sentirse español no es un arquetipo instalado en la psique ibérica desde tiempos inmemoriales, ni siquiera es un sentimiento compartido por los pobladores humanos del territorio bajo dominio del denominado imperio español desde hace pocos siglos y mucho menos tiempo de la parte de la península ibérica y territorios extra-peninsulares que se reconocen hoy en día como parte del moderno estado español. España es, por tanto, una relativamente reciente asunción, consciente, y afortunadamente no está instalada en el inconsciente colectivo de los españoles (de ser así tendríamos un grave problema psicológico si desapareciéramos como estado en el futuro y nos convirtiéramos en una unión cultural pero con administraciones y gobiernos diversos y políticamente independientes); no existe en el llamado mitogema (véase Arquetipos e inconsciente colectivo de C. G. Jung) de los españoles ni de ningún grupo humano que represente a cualquier estado nación actual. Cuando más grande y poderoso es un estado nación más tensiones y disensiones existen en su seno y más compleja es la organización de los modernos estados burocratizados. Son una convención para mantener unidas diferentes entidades territoriales que comparten culturas y lenguas por un supuesto beneficio de todos sus habitantes; podríamos decir sin mucho temor a equivocarnos que la unión hace la fuerza. Un vistazo al actual mapa de los estados nación basta para comprobar las tensiones que existen para mantener estas unidades sin disgregarse. No obstante, las figuras mitológicas se adaptan y, como su fuente es difusa y escasamente conocidas por las mayorías de seres humanos modernos, se tienden a confundir los términos. De esta manera, en esta confusión se exaltan los fanatismos y se terminan identificando figuras tan antiguas como son: la fuerza de los rituales colectivos tribales; los cánticos orales en ceremonias; la figura del rey; el templo y tantas otras imágenes míticas que resuenan en la mente humana y que provocan no pocas sueños ilusorios y supuestas fantasías colectivas con las actuales formas de organización política de los estados nación. Sin embargo, nada tienen que ver con ellos. Existieron rituales sangrientos desviados de la salubridad mental colectiva (esto L. Munford siempre lo percibió como desvaríos de un excesivo corpus cerebral) basados en mitos reales de la antigüedad (véase las máscaras de dios en sus distintos volúmenes, J. Campbell). Ahora se están inventando otros nuevos con ecos ancestrales sin relación directa con ellos a pesar de la puesta en escena son simples y burdas manipulaciones políticas sin autenticidad ni significado ritualista de comunidad. Las infamias perpetradas en nombre de Alemania y de su pureza de raza y “derecho a ser superior” en el incipiente círculo de naciones europeas no eran solo obra de una mente perturbada; esto parece fruto de una confabulación de las élites económicas codiciosas y de una alienación colectiva de una parte importante del pueblo alemán. De este tema habló mucho y bien Hannah Arendt en relación a la infamia que supuso la supremacía nazi aliada con la estulticia. No pienso hacer una apología en contra de los estados nación pues pertenezco al español y me beneficio de todos sus logros además de encajar toda la herencia española con sus luces y sombras y sentirme moderadamente orgulloso de la misma como le podría ocurrir a cualquier ciudadano del mundo con respecto a su país. Solo que en estos días de confinamiento se están produciendo actos de exaltación patria que reconozco me dan un poco de grima; escuchar tanto himno español todos los días a la misma hora, incluso en el colectivo de bomberos es muy inusual pues no son ni militares que llevan lógicamente el ardor patrio a flor de piel. Sorprende más cuando tenemos que aguantar algunas manifestaciones intolerables en las redes sociales de alguno de los ofendidos bomberos amenazando con imponer el himno patrio por narices todos los días sin tener en cuenta las posibles molestias que causan en vecinos amantes de la paz y la tranquilidad, de los que tienen mascotas que se asustan o simplemente personas enfermas que no soportan los ruidos. Personalmente no me molesta el himno pero este tipo de manifestaciones impositivas y abuso de poder me hacen sonreír sin gracia pues me traen ecos de este nuevo resurgir de los nacionalismos intolerantes que ya asolaron Europa hace escaso tiempo. Piensas como nosotros o estas en contra nuestra, así son los nacionalismos exacerbados, la puerta de entrada a los totalitarismos de cualquier signo sean concebidos como reacción a lo que se entiende como la desintegración de la patria y contaminación de la sangre de un pueblo por elementos indeseables (Franquismo, Nacismo y Fascismo) o bien de aquellos más internacionalistas pero que terminan aglutinando un sin fin de territorios y cometiendo todo tipo de atrocidades por una supuesta liberación de los trabajadores oprimidos (la antigua URSS y la China comunista) o se aíslan en territorios más restringidos y ponen en marcha sus represiones en masa para salvar a todos, quieran estos o no ser salvados, del poder imperialista capitalista (Cuba y Venezuela). A pesar de ser todas entidades inaceptables e injustificables a la luz de la historia y el buen sentido, en todas ellas podríamos encontrar puntos positivos pues los pueblos en su supervivencia siempre han convivido con los salva patrias y se han conseguido adaptar a las circunstancias. Los valores morales son mucho más adaptativos que las malas acciones por muchas limitaciones de libertad de expresión personal y colectiva que haya. Por todo esto, quizá sería más aconsejable tomarse los estados nación con más cautela pues cuando menos te lo esperas te dejan en la estacada, basta fijarse en la ingente cantidad de personas que el estado español ha dejado a su suerte en el extranjero cuando les ha tocado volver por el asunto del coronavirus. Particularmente creo en un modelo mas reducido de organización sobretodo teniendo en cuenta la escasez de recursos naturales y la elevada demografía. Nadie sabe en que desembocaran las crisis futuras y quizá se pongan en práctica confederaciones más amplias y menos sostenibles antes de ensayar otras posibilidades. Quizá por todo esto me tomo mi españolidad con sosiego y no renuncio a mi historia y raíces pero las quiero completas y sin mutilaciones perniciosas y miopes. Desde la expulsión de los españoles de distintas confesiones religiosas a la cristiana de la península ibérica después de ocho siglos de convivencia se han estado mutilando demasiadas partes de la historia y se continúan haciendo todavía. Qué razón habría para celebrar el día de Ceuta en el momento de la toma portuguesa sino lo impulsara el convencimiento, consciente o no, de supremacía religiosa. De lo contrario y teniendo en cuenta el discurso sublimado, españolista y oficialista se hubiera elegido el día de la adhesión de Ceuta a la corona española.
Puede que ser español signifique apertura y mestizaje y quizá la condición de español africano debería incluir a la cultura norteafricana conociendo su historia, geografía, idioma y mentalidad sobretodo después de la presencia hispana en el territorio y de la dilatada historia en común. Un idioma como el nuestro plagado de arabismos es propicio para acercar las dos culturas; la propia originalidad de la arquitectura española son sus raíces árabo-hispánicas que logró las maravillas del mudéjar y el mozárabe, todo lo demás vino de Europa o directamente de oriente. Creo que ser español no es poner todos los santos días el himno nacional o el himno de la legión que representa a una feroz infantería internacionalista fundada en nuestra tierra por un militar tan valiente como fanático. Por muy emotivo y bonito que sea este himno, que lo es, no creo que se deba torturar a los vecinos todos los días y a un volumen exagerado. En cambio puede que uno sea también español si se compromete con causas difíciles como la defensa de la sanidad pública en beneficio de todos. Un logro como el mentado y otras tantas nobles consecuciones hace que merezca la pena pertenecer al estado nación español. Puede que uno crea más en el bienestar social que es algo mucho más importante, concreto y tangible que el laxo y confuso orgullo patrio, sobretodo cuando se hacen sacrificios por el bien común en vez de andar acosando e imponiendo ideas con demostraciones públicas grotescas. Si se es crítico con el estado nación para que mejore también se defiende la causa española pues no hace daño la lectura comprensiva de algún libro de vez en cuando y darse menos a la farándula, a la fiestecita fácil y a las risitas en los mostradores de los bares que tanto nos gusta en nuestro magnífico estado nación español mientras criticamos todo lo que se hace en política sin ánimo de arrimar el hombro.
Quizá entonces se moderarían los comportamientos patrios exagerados como son los himnos y las banderas a todas horas y en todos los lugares (hasta los perros llevan las banderas en sus collares) no estarían tan satisfechos o se darían cuenta de todo lo que ignoran de su gran país y dejarían de echarle la culpa a los otros, ya que no hay otros, sino todos. Los problemas en el estado se acumulan sería útil saber algo contrastado sobre el abandono ambiental y cultural; la enorme burocracia y el exceso de administraciones, la ineficiencia de las instituciones públicas, la escasa legislación para renovar el funcionamiento de los partidos políticos, la politización de los órganos que deben asegurar la imparcialidad y controlar el propio funcionamiento del estado; el exceso de cargos políticos; el desprecio por la meritocracia; el desigual reparto de la riqueza económica; la arbitrariedad en el trato de unas comunidades autónomas con respecto a otras; los desajustes en la recaudación de impuestos que benefician a las élites extractivas; los desequilibrios salariales evidentes (sin irnos muy lejos el bajo salario que perciben muchos médicos de nuestro sistema público con respecto a la mayor parte de los funcionarios municipales de Ceuta) y un largo etc., que ponen de manifiesto la urgente necesidad de reformas estatales de calado (las lecturas de los ensayos publicados por el profesor Sebastián son de gran interés en estas temáticas). Estos conocimientos pueden ayudar a tomar conciencia sobre el buen empleo de los fondos públicos en más hospitales y centros educativos y culturales. Relativizar el lugar de nacimiento es buena cosa pues nacer español es un acontecer biológico azaroso y memorable como sería igual en cualquier otro estado nación existente sobretodo por el hecho del propio nacimiento. Pues estando en ese estado de éxtasis españolista y viviendo sublimando la patria es muy complicado que hagamos avanzar la nave de España en el mar del mundo.
Gracias a dios que todavía hay gente con materia gris en el cráneo y no un cacahuete Mi enhorabuena.