Ceuta se encuentra atrapada en un callejón sin salida porque su modelo económico está agotado. Sus potencialidades son, entre otras de menor importancia, el puerto, el turismo, su régimen económico fiscal, el comercio interior y con Marruecos, la población que depende de las Administraciones Públicas, las subvenciones, las Reglas de Origen como una oportunidad para la industria y el desarrollo inmobiliario.
Y desde luego la estructura desde el punto de vista económico está en la práctica socializada: numerosas sociedades municipales, operaciones reiteradas con empresas públicas, imperio de las subvenciones y desconfianza sistemática de la iniciativa privada.
El nuestro, como dijo un entendido, es un puerto a ninguna parte, aludiendo a que está atrapado entre el mar y la frontera, careciendo por tanto de hinterland al que servir. Los esfuerzos por relanzarlo chocan contra Tangermed y Algeciras en el tema de los contenedores, con Gibraltar en el aprovisionamiento a buques y con la rígida estructura local de horarios comerciales y el despiste de los museos, en lo que se refiere a visitas de grandes cruceros.
El turismo que carece como la propia ciudad de un Plan Estratégico, se encuentra en dificultades de progreso por los altos precios del transporte, la escasez de plazas hoteleras de tipo medio, la falta de infraestructuras de congresos, la necesidad de formar rápidamente a cientos de profesionales, la timidez en promocionarse fuera para operar con visitantes marroquíes, el caos fronterizo y la urgencia de crear una conciencia ciudadana de apoyo al turismo.
Por otra parte, el régimen económico-fiscal está en crisis porque la libertad de importaciones y exportaciones ya significa muy poco, de un lado por la rígida e injusta política aduanera1 que, en su restrictiva aplicación práctica, coarta el libre comercio con el fantasma de hablar de contrabando en un territorio franco donde no hay aranceles y, de otro, porque las diferencias de precios con la Península son casi inexistentes. En cuanto a las agredidas bonificaciones fiscales, se aplican si hay beneficios y éstos parecen estar en recesión.
Además, los sucesivos recortes del citado régimen fiscal no tienen respuesta, ya que ni siquiera se puso en marcha el Observatorio Independiente de la fiscalidad de Ceuta, propuesto hace tiempo. Casi todos coinciden en que lo interesante de Marruecos es la llegada de visitantes que vengan a comprar con sus familias, disfrutando de un día en Europa.
Disponemos en Ceuta de tiendas de prestigio y atractivos para esos turistas, pero no se inicia una campaña de promoción y la tarjeta Intervip, propuesta para fidelizar a estos clientes, nunca se puso en práctica a gran escala por falta de apoyos.
Y, desde luego, el comercio interior está sobredimensionado, inerme ante las grandes superficies y sin formación para sus auto-didactas dirigentes, porque sólo se subvencionan cursos para empleados, pero no para pequeños empresarios.
Los funcionarios de las Administraciones Públicas significan un enorme potencial, pero no puede ser el sistema de desarrollo para una ciudad como Ceuta porque, en el caso de la Administración local, se necesita que la economía marche para mantener sus niveles actuales y, en el caso de la general del Estado, puede ser reducida en cualquier momento.
Y no cabe duda que las subvenciones pueden servir para salvar una coyuntura o asegurar un sector, pero se volverían contra Ceuta, si existe un abuso de ellas por encima de la media nacional, sobre todo porque están siendo denunciadas constantemente.
Las Reglas de Origen, la gran esperanza de crear una nueva industria de transformación en Ceuta, chocaron con la incomprensión nacional y europea que las han conseguido paralizar a fuerza de pegas burocráticas, retrasos en el pago y aplazamiento de decisiones. Ni la voluntad férrea de las empresas y sus asesores, ni la tímida ayuda de la Ciudad Autónoma, han conseguido asegurar el sistema. Por último, de la actividad inmobiliaria poco hay que decir.
En Interservicios tenemos en este tema un observatorio de excepción y datos concretos que apuntan a un estancamiento de este sector, sobre todo por la contumaz ausencia del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU. Con este panorama, no cabe duda que Ceuta necesita un revulsivo, un nuevo cuadro de actuación en el que se pongan a disposición de los operadores económicos nuevas oportunidades y, en este sentido, soy optimista si realmente se reacciona a tiempo.
Ya en 2001, organizamos desde Interservicios y con la financiación de la Ciudad Autónoma, un Seminario sobre el Régimen Aduanero de Ceuta dentro de la Unión Europea, su futuro y análisis de otras experiencia que reunió en Ceuta a especialistas de la Comisión de la Unión Europea, del Gobierno de Canarias tanto de las Palmas como de Tenerife y una experta jurídica en negociaciones con Europa en todo tipo de situaciones.
Las interesantes conclusiones de este decisivo y oportuno Seminario son poco conocidas porque en aquellos momentos se presentó una posición inmovilista contraria a cualquier cambio futuro, pero ante las nuevas circunstancias que se están produciendo, quizás valga la pena, buscando el interés general, volver sobre el contenido y conclusiones de aquellas Jornadas.
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