Hace unos días vi un partido de fútbol entre dos equipos de primera división. Eran dispares las metas que cada uno de ellos quería conseguir. El grande quería seguir la estela del líder. Y por consiguiente lo que pretendía era ganar para dar un paso hacia una futura gloria basada en ser campeón. Por el otro lado teníamos a uno de los equipos que sus objetivos era salir del agujero que les puede conducir a militar el año que viene en una categoría inferior y lamentablemente tener el club unos ingresos inferiores que hacen en consecuencia tener una plantilla de jugadores con inferior caché y la afición tendría menos interés en ir a ver los mach. Eso está más que estudiado.
Un espectador deja lo que tenga que hacer un día determinado si el evento tiene unos puntos determinados. Lo primero si es un equipo de renombre. Lo segundo si es entre rivales directos. O si se juegan algo muy fuerte en ese enfrentamiento. Por lo demás tienen que ser unos aficionados enganchados para ir a verlo, o ser socios que implica abonar por adelantado lo que vale la entrada de todo un año con una rebaja considerable. Puede que le salga rentable o por el contrario no. Nunca se sabe los designios de Dios.
Pero esto no es así depende de una planificación que implica a mucha gente. Desde ojeadores, búsqueda de dinero, entrenadores, preparadores de porteros, físicos, etc. Y lo principal tener suerte. Pero mucha suerte aunque hay un refrán que dice que la suerte no se consigue por casualidad hay que buscarla. Aunque ayuda mucho. Y nunca hay que dejar la de lado. Los pasos por consiguiente deben de ser pequeños y certeros. Muy meditados y bien asesorados.
Cuando estas en los equipos inferiores te das cuenta que muchas veces metes la pata por intentar, bajo tu punto de vista, corregir algo que está saliendo mal. Los pucheros de tus pupilos te dan una pista. Por un lado los que tienen ganas de jugar, y saben mover el esférico, cuando están en el banquillo suelen protestar. Pero hay que ser razonables ante las quejas. No somos unos seres superiores sólo somos unas personas que hemos conseguido un título que nos ha costado trabajo y dinero. Nuestra experiencia en esos momentos hace saltar un resorte que nos puede dar una idea para reconducir la dirección del equipo y por consiguiente intentar que el resultado final sea favorable para nuestros intereses. Aunque sea a favor o en contra de alguno de nuestros jugadores. Sin embargo cuando pierde su equipo no hace el examen de conciencia para ver lo que ha podido fallar. Sino que son los clásicos que no dan su brazo a torcer. Son unos grandes iluminados, que ellos creen que han nacido para ello. Pero la verdad sólo se ve en los dígitos de la clasificación.
Mimar a nuestros jugadores es otra cuestión que no debemos de dejar de lado. Son ellos los que nos pueden y deben solventar los encuentros. Luego a las piezas fundamentales siempre la tenemos que tener bien engrasadas. Toda esta exposición nos hace razonar para en un futuro poder afrontar un partido con nuestra mente más abierta para ver nuestras fortalezas y minimizar nuestras debilidades por el mor de una victoria que nos conduzca hacia nuestros objetivos plasmados para esa temporada. Un bloque es una unión perfecta entre todos. Jugadores y entrenador deben de ser uno sólo. Eso se consigue dentro del terreno de entrenamiento. Hacer una y otra vez las ideas de un míster que quiera ayudar a orientar a sus jugadores en cada momento del lance. Desde un saque de banda a una presión, una falta técnica o un bloqueo para ayudar a un compañero situarse mejor.