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El rastro perdido entre fronteras

Las familias de Hussein Mubarak y Muhammad Taniber, de 17 y 18 años, siguen esperando noticias. El pasado diciembre, los dos cruzaron con Nafia Al-Amrani a nado desde Marruecos a Ceuta, pero a nuestra ciudad solo llegó este último. Desde entonces Hussein y Muhammad no han dado señales de vida y de Nafia poco se sabe. Llegó a ingresar en el centro de La Esperanza en hasta tres ocasiones, las que se correspondieron con sus respectivas fugas. Desde enero de este año nada se sabe de él y se sospecha que pudo cruzar a la Península sin conocerse nada más de su paradero. Cumplía con el perfil del típico menor que rechaza estar en el centro de acogida y escapa del mismo cada vez que tiene oportunidad porque su objetivo no es otro que ocultarse en algún barco para llegar al otro lado del Estrecho.

Fue Nafia quien confirmó a las familias que sus dos compañeros de travesía no habían llegado a Ceuta. Los tres, según los parientes de Hussein y Muhammad, partieron juntos a nado, pero a la ciudad solo llegó Nafia o al menos solo de él se tuvo constancia oficial de que se encontraba en Ceuta. Está constatado que los dos no entraron nunca en ‘La Esperanza’, como también que no pasaron por la nave del Tarajal para cumplir la cuarentena. ¿Es viable esa ausencia de registros con el hecho de haber conseguido llegar a nuestra ciudad?

Fuentes policiales indican que para ello no tendrían ni que haber sido vistos por las fuerzas de seguridad y ni haber sido interceptados en momento alguno en intentos de incursiones a la Península. Algo poco probable porque imposible no hay nada. Además se cuenta con la información que Nafia trasladó a las familias de Hussein y Muhammad de que nunca llegaron a tierra, perdiéndose en el mar.

Ambos formarían parte de esa lista cada vez más extensa de desaparecidos sobre los que no consta denuncia oficial en Ceuta porque sus familias no pueden cruzar la frontera para llevar a cabo ese trámite. En demasiadas ocasiones tampoco se presenta denuncia en Marruecos y la consecuencia primera de todo esto es que no se activan los protocolos de búsqueda ni su rastro queda recogido en un lugar. Si Hussein o Muhammad llegaron a otro lugar no quedará constancia de que se les busca como desaparecidos, más allá de lo narrado en esta crónica periodística.

Sus familiares siguen esperando noticias de los dos, noticias que no llegan y que tampoco se ven compensadas con nuevas pistas en torno a su paradero. Sus imágenes, mostradas por este medio de comunicación a menores que pululan por el puerto, son desconocidas para ellos. Aseguran que nunca los han visto, tampoco quienes acostumbran a pernoctar en la zona portuaria para escapar.

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