Los bajos de la mezquita de Sidi Embarek de Ceuta huelen a harira y a estofado de hígado. Desde primera hora de la tarde, el trasiego de los voluntarios de Luna Blanca es un no parar. Entran a la cocina de la ONG y, a los pocos minutos, salen con una bolsa llena de alimentos. La magnitud de la necesidad tiene número: “Estamos sacando unos 1.800 menús diarios. Una barbaridad”, dice Mustafa Abdelkader Mohamed, presidente de la ONG Luna Blanca, mientras se sorprende de la cifra.
El equipo de esta organización, compuesto por nueve voluntarios, más siete miembros, además de dos cocineros con sus ayudantes y dos personas encargadas de la limpieza, se enfrenta al reto de su historia: servir raciones por distintas partes de Ceuta con el fin de que la comunidad musulmana más vulnerable pueda tener un Iftar humano.
“Tenemos el menú y vamos haciendo las compras de un día para otro. Hoy tenemos hígado, y esta comida se pidió ayer, nos la traen por la mañana temprano y desde primera hora de la mañana se comienza a cocinar. Todos se ponen manos a la obra. Aparte hay otro grupo de voluntarios que se encarga de pelar las patatas, las cebollas… echamos mano a las menestras además. Todo con el fin de evitar al máximo congelar y, en definitiva, evitar los problemas sanitarios”, explica el responsable de ‘Luna Blanca’.
Trabajan a destajo guardando las medidas sanitarias con el fin de asistir a personas en un contexto inimaginable cualquier otro año: vecinos de las barriadas cercanas a los que el estado de alarma les ha tocado de lleno. Personas, reconocen en ‘Luna Blanca’, a las que otros años les pillaba de lejos una situación que ahora viven. Todas hacen cola, parándose en unas líneas blancas pintadas en el suelo para respetar la distancia sanitaria.
“Los perfiles que están llegando son variopintos. Normalmente los que llegan son de las barriadas periféricas: Hadú, Rosales, Juan Carlos I, Vicedo Martínez, Tejar de Ingenieros, Príncipe… Las cuatro o cinco barriadas donde el tejido social es más vulnerable”.
También están aquellos que sobreviven con apenas recursos en una situación que no se esperaban: el cierre de la frontera, dejando a familias divididas en Ceuta y en el norte de Marruecos.
Estas personas tienen nombre y rostro. Mohamed Abdelkader Amar, desde una de las naves del polígono del Tarajal donde conviven al menos una decena de transfronterizos, y Habiba Mazzigh Housni, una ama de casa que pasa los días en un hogar de la barriada de la Estación del Ferrocarril, son algunas de las historias que hay detrás de los centenares de atrapados.
A pesar de los 30 años que Mustafa lleva trabajando en ‘Luna Blanca’, el coronavirus ha supuesto un reto no solo para esta ONG si no para todas las organizaciones de carácter humanitario que ahora tienen que asistir a afectados de todo tipo: los que se han quedado en el paro; los que subsistían con un comercio que ahora se ha frenado en seco... un hecho que ha obligado a improvisar a todos y ha hecho que la ONG se prepare para un escenario insólito.
Un trabajo que depende muchísimo de la fe que cada voluntario le pone a su tarea. Y que sin duda también hace que desde ‘Luna Blanca’ se envíen palabras de agradecimiento a quienes permiten que cada día puedan suministrar alimentos a cientos de personas. Entre el tejido asistencial que permite que cientos de personas obtengan comida diariamente, Abdelkader agradece a Protección Civil, a Cruz Roja, a la Ciudad, haciendo hincapié en la labor de la Consejería de Asuntos Sociales y Sanidad; al Banco de Alimentos; a Delegación del Gobierno “y a la señora delegada que ha colaborado con nosotros y nos ha facilitado el ubicar a la gente transfronteriza donde está actualmente”. Entre las menciones, desde ‘Luna Blanca’ alaban la labor de Sabah, la vecina de Los Rosales que acogió a una treintena de transfronterizos, “por el corazón tan grande que tiene”.