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Rafael Lima Mur 'La Africana'

In Memoriam | "A sus 83 años, magníficamente llevados hasta su óbito, Rafael Lima Mur, propietario de la pastelería ‘La Africana’, nos dejaba el pasado fin de semana"

A sus 83 años, magníficamente llevados hasta su óbito, Rafael Lima Mur, propietario de la pastelería ‘La Africana’, nos dejaba el pasado fin de semana. Noble y afable compañero de estudios, una vez concluida su carrera docente ejerció durante una década escasa la profesión como interino. Sin embargo, uno intuía de alguna forma que su magisterio sería muy corto. Rafael no disimulaba su otra vocación: la vida empresarial, heredada en cierto modo de su padre, un “corredor de fincas”, agente inmobiliario, que se diría hoy, dedicado a la compra y venta de casas y que tenía en alquiler algunas viviendas en los pasajes de la Alhambra y La Salud.

El destino quiso que el padre de Manuela, su novia por entonces, José Fernández Martínez Almeida, copropietario de la pastelería junto a Pedro Piñero, falleciera repentinamente de un infarto mientras presenciaba un partido de fútbol en ‘Alfonso Murube’, sucediéndole de inmediato su hija. La inesperada situación familiar obligó a nuestro protagonista a remar de lleno en un negocio que, en cierto modo, no le resultaba extraño pues ya ayudaba en el mismo encargándose de los seguros sociales y de la contabilidad.

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“Antes de dedicarme por completo a esto ya llevaba yo algunas representaciones. Nunca me había metido de lleno en el obrador, pero aprendí a llevarlo al dedillo tan sólo con la vista. Pedro Piñero me enseñó mucho, especialmente sacando fórmulas y con los costos. Lo primero que cambié fue el viejo horno de leña por razones de operatividad y limpieza, en contra de su opinión pues sostenía que, sin ese horno, no saldrían bien los bizcochos, ni tampoco el merengue adquiriría su punto. ¡Estamos perdiendo solera!, me decía. Pero cuando llegaron los siguientes nuevos hornos ya comenzó a entrar por ahí”, me dijo en uno de los dos reportajes que le hice en su tiempo a su establecimiento, fuente ambos, hoy, de este artículo.

Cuando el joven Rafael llegó a ‘La Africana’, todavía el sector vivía su edad de oro. Tenían ocho empleados y todo se elaboraba en el obrador: el cabello de ángel, las frutas escarchadas e, incluso, las materias primas para la elaboración de los dulces. «Aún hacemos algo, la crema, por ejemplo. Por aquí han desfilado los representantes con los polvos, pero nosotros seguimos defendiendo férreamente nuestra línea artesanal.»

El adiós a los maestros y a las especialidades

La escuela pastelera ceutí comenzó a perderse con la jubilación y la desaparición de los grandes maestros. Las nuevas generaciones cada vez mostraban menos interés por el oficio. «Me aburrí de meter a chicos que en un mes escaso se me iban, hasta el extremo de obligarme a desistir. Miguel Gallardo, dueño que fue de ‘La Argentina’, por ejemplo, se formó en esta Casa. O el propio Juan Navarro, que entró de aprendiz en 1944 y se fue a los 62 años por su enfermedad de corazón. Es curioso, a Pedro Piñero no le gustaba enseñar a cualquiera, pero Juan fue una de sus excepciones hasta el extremo de desvelarle todos sus trucos. Cuando Pedro hacía sus especialidades más renombradas, como las manualidades a base de chocolate o los huesos de santo, él solía esconderse tras una cortina para que no lo viesen. Hemos perdido muchísimo en artesanía con la falta de los maestros, sí,» me confesaba Lima con indisimulada contrariedad.

Gigantesca recreación dulcera de la Estación de Ferrocarril, una de las grandes tartas artísticas que salían del obrador de ‘La Africana’ en tiempos del maestro Pedro Piñero (1955).

Agotada la cantera, recurrieron a un profesional de Málaga. Les duró cinco años. Quería retornar a su tierra cuando antes y la oportunidad le llegó cuando se lo llevó a aquella capital ‘El Corte Inglés’. Posteriormente, un discípulo de Pedro terminaba también marchándose. Fueron entonces a por un profesional de Sevilla que trabajaba en la acreditada ‘Nova Roma’ hispalense, que accedió a venir ante la tentadora oferta del sueldo. Pero un fin de año dejaba tirados definitivamente a los dos socios con los roscos de Reyes y las tartas de esas fechas. Y así, profesional tras profesional que traían de fuera acababa más pronto o más tarde marchándose a la Península por la problemática de la ciudad. «Menos mal que con muchos esfuerzos, logré contratar a Hamido, un gran maestro tangerino, con el que pudimos romper con ese auténtico dilema laboral que se nos venía planteando. No era ni es cuestión de sueldo, está claro.»

Pedro Piñero, otra impronta imborrable de ‘La Africana’

Según Lima, la carencia de escuela en el gremio trajo consigo que los pasteles de las distintas confiterías terminaran siendo muy similares. "Las especialidades se acabaron. Nos copiamos los unos de otros, pero aún con recetas similares, la huella de Pedro Piñero todavía nos sigue distinguiendo."

Desde su fundación, ‘La Africana’ llegó a sentar cátedra, de ahí la merecida fama de sus pasteles no ya en Ceuta sino también en la Península. “Eran los tiempos de aquellas extraordinarias especialidades, como lo fueron también las del ‘Vicentino’, las de Pepe El Catalán con sus creaciones con la mantequilla y la cobertura o las mismas de ‘La Campana’…”

Pedro Piñero, fue todo creatividad en repostería con sus ‘besitos’, las tartas de hojaldre o las calatravas. Su sucesor y aventajado discípulo, Juan Navarro siguió en todo momento su magistral línea. "Pedro era todo un gran profesional de un oficio en el que, como él bien decía, siempre se aprende. En sus vacaciones solía irse al extranjero de donde se traía alguna fórmula. Recibía muchas publicaciones y simplemente por el dibujo sacaba sus bocetos e incluso algunas fórmulas. Excepto con los números, que para eso recurrió a mí cuando yo por entonces ejercía de maestro. Era todo un artista y, sin discusión, uno de los grandes maestros del oficio que ha tenido Ceuta y el hombre que dio fama y gloria a los pasteles y las tartas de ‘La Africana’”.

Casi un siglo de vida la contempla

‘La Africana’ se fundó en 1932, cuando Antonia Fernández, viuda y madre de Rafael Castro, dueño que fue de ‘Auto Industria’, decidió venirse a Ceuta desde su Granada natal a instancias de su hijo, invirtiendo todos los ahorros de su vida en la compra de la pastelería que, con anterioridad, había puesto en marcha Carlos Guillén. Aquellos eran tiempos de prosperidad para la ciudad, que ya los quisiésemos hoy. Al frente del obrador quedó, como venimos diciendo, el referido Pedro Piñero Sánchez, uno de los grandes maestros del oficio que ha tenido Ceuta y “el hombre que dio fama y gloria a los pasteles y a las tartas de ‘La Africana’”, no reparaba en reiterármelo nuestro protagonista.

Interior de la pastelería con los expositores de pasteles.

Posteriormente, cuando los hermanos Paco y Rafael Vinuesa, los hijos de Antonia, decidieron dejar el negocio y marcharse a la Península, propusieron a Pedro que se quedara con la pastelería. Seriamente preocupado por su torpeza administrativa, se fue en busca de José Fernández Martínez Almeida, el suegro de Rafael, un funcionario del Protectorado y dueño de una panadería en nuestra ciudad, al que ofreció el cincuenta por ciento de la empresa, llegando ambos a un feliz acuerdo que se mantuvo después con Lima Mur.

¿Y el futuro?

Rafael no tenía clara una posible sucesión familiar. Dos de sus hijos se habían situado en la Península con sus respectivas carreras y un tercero, que no quiso estudiar, se decantó por hacerse cargo del negocio de frigoríficos que su padre tiene en el puerto. Anteriormente, este, había renunciado a una magnífica oportunidad para formarse en el oficio en Bélgica. Lima Mur, pensando en su retiro, veía una salida para el futuro de ‘La Africana’, la de ofrecer el negocio a sus empleados mediante la fórmula de la cooperativa, caso de que esa sucesión no llegara a producirse, lo que parece ser no ocurrirá. "Yo no quisiera que esto desapareciese el día de mañana, además, estas empresas con poco personal son perfectamente viables."

Claro que estos tiempos no son los de ayer para las pastelerías. La producción industrial o los pasteles congelados han golpeado el sector dejando cada vez más arrinconada la artesanía de antaño. Cajas y cajas con todo tipo de dulces de Navidad, hermosas obras elaboradas con chocolate, monumentales y decorativas tartas, el obrador trabajando de continuo en determinados días claves del santoral, los postres especiales... Todo ello es ya historia también en este carismático establecimiento de la dulcería ceutí por excelencia, cuya fama trascendió también a la otra orilla del estrecho.

Ojalá ‘La Africana’, que sigue fiel a su irrenunciable y tradicional producción artesana, pueda alcanzar su centenario. Sería una sentida pérdida para clientes y para el propio comercio ceutí, que perdería una de sus firmas más emblemáticas. Esa por la que luchó siempre Rafael Lima Mur, al pie del timón de la firma, incluso ya cargado de años, hasta el último día de su vida.

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