La respuesta que ha dado el Gobierno central a los senadores del PP sobre la ubicación de una clínica de radioterapia no debería sorprendernos. No es nada nuevo. Es exactamente la misma que dio el anterior equipo de Rajoy. Siendo grave, más aún es que quienes saben perfectamente cuál es el pensamiento de Madrid sigan haciéndonos creer en un imposible.
Entonces la reacción ciudadana y la campaña de firmas que promovió Caballas hizo que la tensión social diera pie a un cambio de opinión política a nivel local. Se cambió la decisión de cara a la galería, sabiéndose perfectamente el sentir de Madrid poniendo como excusa los datos, los números y las estadísticas. Ustedes saben perfectamente que el Gobierno ha apoyado construcciones que de nada servían en provincias en donde iban a suponer un fracaso. Pero las apoyó y las financió, poniéndose en marcha infraestructuras sin sentido.
Aquí en Ceuta todo vale. Vale que las personas que han sufrido cáncer tengan que sufrir esas travesías para recibir el tratamiento oportuno, porque Madrid pone por delante las estadísticas que, en otros casos, ni le importan. En Ceuta somos los últimos de la cadena.
Aquí ha habido sesiones plenarias en las que se ha dicho que no iba a haber clínica de radioterapia
Lo somos para todo. Aquí se permiten el lujo de aislarnos, de colocarnos fronteras virtuales, de hacernos pasar por multitud de trabas porque estamos a este lado del Estrecho... y también se permiten el lujo de decirnos que la clínica de radioterapia no puede implantarse. Así, sin más, porque sí, por los números, por los datos... por las mismas excusas que valen para otros pero no para nosotros.
Y así tenemos que conformarnos con respuestas insultantes y con situaciones dramáticas sufridas por quienes tienen que tratarse fuera porque el papá Estado considera que debe ser así, porque esa especificidad que vale para algunas cosas, en cuestión de salud se nos vuelve en contra.
Nos podemos cabrear, con mucha razón. Pero lo que ahora nos cuentan es lo mismo que nos han venido contando todos estos años. Vivimos sometidos y apaleados por un sistema que funciona solo cuando la tecla que hay que pulsar gusta. Así es.