En sintonía con Edmund Burke, fue el Papa Pío X quien afirmó que : "La Fuerza de los hombres malvados es la cobardía de los hombres y debilidad de los hombres buenos". En política no se trata de hombres buenos o malos, sino de políticas buenas o malas, y a nadie se le escapa que si el Partido Popular no está haciendo la mejor de las políticas posibles, tras 17 años ejerciendo el poder, nadie puede esperar un gobierno impoluto, y aún así, perdiendo votos poco a poco, ha venido renovando mayorías absolutas frente a una oposición cada vez más atomizada y enfrentada entre ellos mismos.
No crean que solamente son los populares quienes tienen tantos esqueletos en el armario que presionan por salir. Los partidos de la oposición, salvo Cs, también tienen una larga trayectoria política y la historia también hace mellas en ellos. El signo evidente es que algunos son carroñeros, viven a costa de los fallos de los demás, pero el único caso de “guerra sucia política” fue dentro del mismo seno del PP a raíz de los lamentables sucesos que llevaron a la defenestración del todopoderoso P. Gordillo, que con el absurdo de un puritanismo Victoriano, sólo un hombre asumió su responsabilidad, mientras que otros pasean su indecencia por los juzgados aferrados al cargo público, y por tanto desacreditando a las instituciones públicas y al propio partido.
Las elecciones que se celebrarán dentro de quince meses, las va a ganar o perder el Partido Popular. Dependerá mucho de lo que haga de aquí en adelante, de la efímera memoria de los votantes, de la lista que presente que no defraude a sus votantes más fieles, y de su capacidad de hacer ver que la oposición no es más que un compendio de odio político entre ellos y hacia los populares.
No hay que perder de vista que se vota para elegir quién queremos que nos gobierne, y no contra quién. La formación de un tripartito cuya suma alcance los 13 diputados mínimos de la mayoría, estaría desacreditada por una mayoría insuficiente del PP.
Pero pensar en un tripartito o una lista que los aglutine, se antoja, hoy día muy difícil. No se trata solamente de egos y personalismos, sino de enfrentamientos enconados. Aunque ya saben que nada une más que un enemigo en común, que en este caso son los populares.
La cuestión es que aunque consigan desbancar a los populares del gobierno de la ciudad, dudo mucho de la estabilidad de un gobierno en la que todos van a ambicionar el protagonismo, y cómo no, su presidencia y los cargos de mayor relevancia. La pretendida unión frentepopulista se convertiría en un armagedón de la estabilidad de los servicios públicos, y mucho me temo que volveríamos como una especie de deja vu a los acontecimientos del 2001 que hicieron presidente a Juan Vivas.
Todo esto sin olvidar la indudable capacidad seductora que el presidente Juan Vivas ha tenido sobre los miembros de otros partidos políticos y otras gentes que le producía cierto dolor de cabeza, que han acabado percibiendo un salario público a cambio de un nombramiento político de mayor o menor relevancia. A las hemerotecas me remito.