A sus 15 años, ha sobrevivido a un huracán, a lluvias torrenciales en la selva, a una caminata de tres días sobre barro, y a un ataque de hormigas.
Inés García-Parada Montes, la ceutí que ha participado en la Ruta Quetzal(además del jefe de campamento, Jesús Luna), acaba de volver de mes y medio de expedición de la que se lleva, sobre todo, un buen grupo de amigos.
–¿Tenía ganas de volver, de ver a sus padres?
–Los vi antes de la recogida, para darles las maletas. Luego llegó la noche de despedida, y no quería irme. Me tuve que despedir de todos los amigos que había hecho, y sólo pude dormir una hora.
–De todos los momentos que ha pasado, ¿cuál fue el más duro?
–Sin dudas, el huracán y la tormenta en la selva mexicana. Todo el día empapados por un calor húmedo que no podíamos quitarnos de encima. La cámara de fotos, por ejemplo, se me estropeó y perdí muchas.
–¿Qué le ha sorpendido más de la cultura mexicana?
–Cómo están las ruinas, puedes acceder por todos los rincones. También vimos un partido de pelota, y pude aprender alguna que otra palabra en las lenguas indígenas, que eran muchas y muy variadas.
–¿Qué se lleva de todas estas aventuras?
–Amigos: María, de Eslovaquia; Sabrina, de Suiza; Natalia, de Colombia; Kenia, de México; y muchas más. Entre todos nos teníamos que ayudar, y esa era la forma de seguir adelante. Lo primero que hice fue agregar a los que pude al Facebook, y además nos gustaría volver a encontrarnos el año que viene en Colombia, donde será la siguiente Ruta Quetzal. No podría volver a participar como ahora, pero sí que en un futuro me encantaría volver siendo uno de los que llevan los materiales, e incluso uno de los monitores.
–Habla de la importancia del apoyo mutuo, ¿cuál fue el momento en el que tuvieron que ayudarla más?
–En la selva de México. Íbamos a montar la tienda de campaña, y resultó ser un hormiguero. En ese momento salieron todas las hormigas y subieron por mi pierna. No picaban, pero tenían un ácido que daba la misma sensación.
–¿Y en qué momento sintió que ayudó más a un compañero?
–Aquí en España, visitábamos un castillo en León, pero la zona de catering estaba muy lejos. Con todo el calor, una compañera se encontró muy mal, al borde del desmayo, y me tuve que quedar para ayudarla a que alcanzara el castillo.
–¿Echaba de menos las comodidades?
–Al principio, sí. Nos duchábamos con un camión de bomberos de 4.000 litros, y tenía que llegar para los 270. Muchas veces teníamos que apurar las últimas gotas de agua, excepto los días en que hacía mucho frío, y salíamos morados de la ducha, en los que nadie duraba mucho. También me pasó que al principio me costaba dormir en el saco, pero al final me acostumbré. Hasta tal punto llegó que el primer día que vine a Ceuta y dormí en casa me costó mucho; estuve a punto de tirarme sobre el suelo, y al final me levanté con molestias.
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