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“Quiero ser doctora”

Vive en Beliones y la desesperación hizo que su madre la trajera en brazos hasta Ceuta tras no poder curarse en su país. Aquí le han diagnosticado un cáncer pero sin papeles no hay traslado

A las miradas les responde con una sonrisa. A las palabras también. Quiere ser doctora “para ayudar a la gente a curarse”. Y también quiere curarse. Anoche soñaba que la comían por dentro. “Lo decía en voz alta pero estaba durmiendo. Decía que le estaban comiendo la carne del cuerpo y que le ayudara”, dice la madre entre lágrimas. Hasta llegar a la habitación en que está pintando un hada tranquila mientras su madre la mira con cariño, ha pasado por muchas camas. La primera, la de su casa poco más allá de la frontera de Benzú, en Beliones, donde la pequeña Sabah vive junto a sus tres hermanos mayores, y sus padres. Allí empezó a sentir un dolor muy fuerte y los padres la llevaron corriendo a Castillejos. De ahí la trasladaron a Tetuán y de ahí a Rincón. “Le extirparon una bolita del estómago pero no me dijeron lo que tenía, ni qué era, tan sólo que la operaban y que me fuera y yo no podía dejarla allí sola, con ocho añitos”, explica la madre. Tras insistir, se lo permitieron, y cuando la pequeña se despertó de la anestesia, devolvió y no querían cambiarla ni las sábanas y me decían que me fuera. Me quedé, lo supliqué y fui a casa a por una manta para poder taparla porque tampoco querían darme una. A la mañana siguiente le dieron el alta y le aseguraban que “no había peligro”.
Cuando regresaron a Beliones, la niña empezó a sentirse peor y dejó de hacer de vientre y su barriga “se  hinchó y decía que le dolía muchísimo, como si fuera a explotar. Sentí que se me moría y la cogí en brazos y corrí hasta la frontera. Allí los guardias me intentaron ayudar porque les pedía socorro pero no se lo permitieron y un vecino del pueblo me acercó hasta el Tarajal y allí entré corriendo con la niña y un extranjero me dijo que me pasaba y me traía en coche y me dejó en la puerta del hospital”, cuenta la madre acariciando a la niña que no deja de sonreir.
Entonces, en el Hospital Universitario de Ceuta, encontró la profesionalidad, el respeto y la buena praxis que no tuvo en su país natal. “Me dijeron que la niña tenía un cáncer en los ovarios y que aquí no podían tratarlo, simplemente remitir el dolor”, cuenta. Nada sabía de la enfermedad. Ella, ama de casa y costurera y su marido, pescador, lo que nunca podían imaginarse es que afectara a niños tan pequeños, tan llenos de vida, a su benjamina, el tesoro de la familia.
El jefe de la Unidad de Admisión ha denegado el traslado” al carecer de tarjeta sanitaria y documentación española”, algo que la familia comprende y todas las personas que se han i mplicado en ayudar a los niños. Pero en el documento en que se deniega el traslado hablan de que “al no ser de carácter vital se deniega la petición”. Esta es la frase que no entienden ya que está en juego la vida de la niña que “ya siente dolores por encima de la barriga y por el pecho y dice que es como si le clavaran agujas”, explica la madre. Ya le han concedido el alta a la pequeña pero “nosotras esperamos aquí por si pudieran hacer algo. Siento que si regresara a casa nos estaríamos rindiendo y no puedo dejar que mi hija muera”, explica agobiada.
Al otro lado del teléfono, pone al día a su marido sobre las novedades. Él, lo único que hace es llorar “temiendo que no volverá a verla con vida. No hemos querido decirles nada a sus hermanos para que sigan estudiando bien”, dice la madre. La ayuda de la Asociación Contra el Cáncer le está sirviendo de mucho con el apoyo constante de una voluntaria que sirve además de traductora entre los facultativos del hospital a los que agradece el buen trato dispensado “desde los médicos hasta las limpiadoras, todos se han portado con nosotros muy bien, con humanidad y no como en Tetuán, como si fuéramos perros”. Tiene miedo.
La niña sigue pintando ajena a la dimensión de su problema. Sabe que quiere seguir estudiando, que le gusta pintar, leer, ir a la playa... y que tiene que ponerse buena para seguir haciéndolo. Pero también sabe que es mejor no volver a Marruecos para curarse. Ahora espera a que la Asociación Enfermos sin Fronteras consiga darle la oportunidad de operarse al otro lado del Estrecho y que la AAVV Poblado de Regulares, a los que decidieron llamar por decirles que estaban muy comprometidos con la infancia y habían ayudado recientemente a otro niño, también les ayudará. “Sólo podemos pedir a nuestros médicos que no la abandonen, que mandarla a Marruecos puede significar su muerte, que se autorice el traslado y que pueda tener la oportunidad de salir adelante”, explican Alí y Abdelkader, miembros  de la junta directiva. “Es lo menos que podemos hacer. Permitirle vivir”.

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