Anda uno por cualquier lugar de este mundo y siempre se encuentra alguna persona que ya no es lo que era. Quizás lo veas con un bastón y caminando a paso lento mientras mira, con mucha atención. el lugar donde apoyarse para poder avanzar algo. Ya no es la misma persona de figura airosa que causaba admiración y que era ejemplo de seguridad, serenidad y saber hacia donde caminaba,. con figura tan segura como airosa. Un accidente vulgar lo ha puesto en esta situación que te causa tanto pena como decepción.
Pasado algún tiempo has vuelto a ver a esa persona, que ha recuperado gran parte de su empaque y que te agrada siempre que la vez actuar, quizás con una ligera cojera o menos brío y rotundidad en su hablar. Te gusta ver a esa persona cada vez que actúa en público, pero la encuentras algo menos contundente en sus afirmaciones de ideas y proyectos. Ya no arrastra con rotundidad y con esa simpatía que era una de sus cualidades más significativas. Ahora tiene en su gesto algo de duda y, por ello, no te resulta tan afirmativo como lo era antes.
Hay algo nuevo que resulta atractivo; una cierta madurez en cuanto expone y que lleva al convencimiento de que antes de exponerlo le ha dado mil vueltas hasta conseguir seguridad en lo que dice, en lo que propone, en lo que afirma. Quizás no produzca arrebato en el ánimo de quienes lo escuchan, pero sí seguridad y esta cualidad es la que el mundo de hoy día está necesitando, pues quieras o no ya todo el mundo ha tenido sus propias caídas y esto le hace ser mucho más cauteloso.
Naturalmente, siempre habrá amantes de lo llamativo pero la realidad impone su peso y abre los ojos a quienes podían estar soñando con aventuras prodigiosas que, cuando menos, supone caminar hacia la decepción. La juventud del ser humano no está reñida con el verdadero conocimiento de la realidad y de la verdad. Es en esa época de formación cuando más se ha de trabajar en encontrar la verdad y que no extrañen esas personas más prudentes ante los atractivos que puedan presentar ciertas figuras más ardientes pero menos seguras.
Hay que agradecer esas caídas que enseñan el verdadero valor de la vida. Supuso enfrentarse a una cuestión nada fácil, en la mayoría de los casos, aunque no falten los aventureros de ocasión. La vida ofrece de todo y la cordura está en saber lo que en realidad hay bajo un manto muy vistoso y atractivo. Gracias a las caídas de esas personas que supieron arriesgar lo necesario, en momentos importantes de la vida. podemos los demás ir caminando con más seguridad porras trampas de la vida.