Ahora resulta que, como dice el delegado del Gobierno, Nicolás Fernández Cucurull, los ceutíes queremos una cosa y la contraria. Habla de que es imposible compatibilizar el comercio fronterizo y el turismo. Que no se puede pedir una frontera fluida y que haya seguridad.
Lo cierto es que los ceutíes lo único que queremos es una frontera del siglo XXI. Una frontera que sea de verdad digna de llamarse frontera de la Unión Europea en África. Porque bien pocos como yo habrán defendido el papel que el Gobierno de la Nación tiene previsto para la zona fronteriza como la remodelación integral de la misma, la conversión en frontera inteligente o la reforma de la N-352. Pero resulta que el tiempo pasa y no llega nada.
¿Cuántos años deberemos esperar aún para que tengamos la remodelación integral de la frontera, la conversión en frontera inteligente o la reforma de la N-352? Si resulta que llevamos más de dos años con el Tarajal II terminado, a la espera únicamente de que la Ciudad Autónoma pusiera unas vallas y todavía aún no la hemos abierto y ni sabemos cuándo. Ahora, resulta que será después de las elecciones marroquíes.
Que los ceutíes pidamos que los turistas que nos vienen del otro lado pasen sin problemas no es una quimera. Que los ceutíes pidamos que el comercio fronterizo esté más o menos regulado no es una quimera. Que los ceutíes pidamos seguridad en la frontera no es una quimera. Que los ceutíes pidamos un paso fluido no es una quimera. A lo mejor, una quimera es regañar a los ceutíes y hacerles más o menos responsables de pedir la luna. Vuelvo a decir, no se pide la luna, simplemente una frontera del siglo XXI. La única verdad que dijo el delegado del Gobierno fue que el Estado no había cumplido con sus obligaciones en materia de infraestructuras.
Yo entiendo que Nicolás Fernández Cucurull tenga que defender lo que tiene que defender, pero Ceuta no puede esperar siete años como mínimo a que tengamos todas esas promesas que viene haciendo el Gobierno de la Nación desde la llegada de Rajoy.
Si por no hacer no se ha hecho la ampliación del espigón de Benzú que lo prometió Jorge Fernández Díaz hace dos años y medio en nuestra ciudad.
La verdad es que mi columna de hoy la hubiera querido dedicar a otras cuestiones que se expresaron tanto en el discurso del delegado del Gobierno como del jefe superior, pero vamos, como no hubo gallardía de nombrar a los culpables, según su punto de vista, con nombres y apellidos, prefiero correr un estúpido velo.