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“Queremos llevar el cuerpo de mi hermano a Senegal”

Modou Saw, hermano del senegalés fallecido, está en Ceuta para iniciar los trámites y atender el deseo de su madre. Cuenta que nadie sabía que iba a marchar en patera.

 

Modou Saw contiene a duras penas las lágrimas. Al duro golpe de asimilar la pérdida de su hermano pequeño se añade la dificultad de desarrollar unos trámites complicados para lograr que el cuerpo de Ndigua pueda descansar en Senegal. Ahora está enterrado en el nicho número 162 de Santa Catalina, sin identificación alguna, señalado por sus compañeros de patera como Abdoul y reconocido por su hermano.
Recién llegado de Palma de Mallorca, con una mochila al hombro y abrumado por las constantes llamadas que recibe a sus dos teléfonos, Modou tiene el reto de lograr que su hermano descanse en las tierras que le vieron nacer, cumpliendo el deseo de su madre, que espera noticias en Senegal. En Ceuta no está solo. Cuenta con la ayuda de Cruz Roja, a cuya sede acudió ayer tras ser remitido desde la entidad humanitaria con sede en Palma. Sus integrantes se han puesto manos a la obra para ayudarle en todos los pasos que emprenda, entre ellos, el que resulta clave: conseguir la documentación de Ndigua  para presentarla ante el juez, que quede registrada su muerte y, solo entonces, pueda empezar la compleja labor para exhumar el cuerpo y llevárselo a Senegal.
Modou acudió también a la Guardia Civil para dar fe de que el joven fallecido en el naufragio del 20 de octubre era su hermano, aunque con la traba de cotejar los resultados del ADN ya que no comparten uno de sus progenitores.
Modou, que lleva 10 años residiendo legalmente en España tras llegar desde Senegal con un contrato de trabajo, recuerda, emocionado, en una entrevista con El Faro, cómo se enteró de que su hermano pequeño, de 36 años, había muerto.
“Me llamó mi familia desde Senegal el jueves pasado para decírmelo. Al principio, no tenía confianza en las palabras que me decían, así que contacte con Cruz Roja de Palma de Mallorca, en donde me dijeron que no estaba confirmado todavía. Me mandaron un número de teléfono desde Senegal de un chico que estaba en Marruecos que fue quien me dijo y me confirmó que mi hermano era el que había fallecido. Me mandaron un video que muestra una carpeta con una foto de lo que llevaba. El tiempo que estuvo viviendo en Marruecos llevaba eso”, explica.
Su conversación con este medio se ve interrumpida constantemente por las llamadas a sus teléfonos. Son de su familia, de sus amigos... le piden que, como hermano mayor, hago todo lo posible por lograr que el cuerpo del hijo, hermano o amigo arrebatado por el mar pueda ser trasladado a su tierra de origen. Esa tierra de la que nunca debiera haber salido.
“Queremos llevarlo a Senegal para enterrarlo, no quiero que se compliquen las cosas, si todo el mundo ve que vengo aquí para llevarme a mi hermano a África es por algo, porque es mi hermano. Nadie quiere llevarse un cuerpo muerto que no es tu familia”, lamenta, apesadumbrado por la lentitud en lograr las pruebas documentales necesarias para demostrar ante las instancias oficiales la identidad de quien tan solo figura en el registro como un ‘varón, negro, sin identificar’.
Modou explica la importancia de enterrar a su hermano en Senegal. “Nosotros no podemos hacer nada hasta que llegue el cuerpo, necesitamos llevarlo lo mas rápido posible. He dejado mi trabajo para venir a arreglar esto”, explica. Modou fue  uno de tantos subsaharianos que llegó a España por la vía regular, con un contrato debajo del brazo ofrecido en Senegal. Un hermano, que está enfermo de los ojos y vino a España para operarse, reside con él en Palma de Mallorca. Otro está en Italia. Ninguno se imaginaba que Ndigua iba a ocupar plaza en una patera.
“No lo sabía. Lo que estoy haciendo ahora es más duro que perder a mi hermano. Nadie quiere matar a su familia, si yo hubiera sabido que iba a hacer esto… Nosotros”, cuenta en alusión a todos los hermanos, “estábamos arreglando cosas para que él se quedara en Senegal. España ahora es complicada, tener trabajo es difícil. Ahora tengo solo un contrato de cinco meses, por un trabajo temporal”, confiesa. Modou no quería que su hermano llegara a un país en el que resulta complicado salir adelante, porque la realidad nada tiene que ver con los sueños o las falsedades que llegan a oídos de quienes quieren migrar.
“No quería que mi hermano viniera, si se quedaba en Senegal podía hacer algo mejor, trabajar allí… Hay gente que viene y no sabe qué está pasando en España, ninguno lo sabe. Si les dicen lo contrario les están engañando. Yo quería que mi familia tuviera una buena vida, no quiero que nadie sufra, ahora, en cambio, toda mi familia está sufriendo porque mi hermano ha muerto y no sabemos lo que hacer. El dinero que nos va a costar llevarlo a África es más que haberlo usado para hacer algo allí”.

“El sitio donde vas a morir no se puede cambiar, aquí estaba”.

Ndigua, conocido por sus compañeros de patera como Abdoul, estuvo trabajando en Senegal en una empresa de melones. Cuenta su hermano que allí “hay gente que va y les dicen que cobran poco y que si se marchan a España ganarán más. No tienen confianza en lo que le decimos nosotros, su familia”, lamenta. “Si yo no hubiera tenido contrato de trabajo no hubiera venido porque no iba a malgastar mi vida en emigrar”, añade. Modou no sabía que su hermano iba a embarcar en patera. “Pensaba que volvía a Senegal. Nosotros”, en referencia a los hermanos que viven en España, “íbamos a comprar lo que necesitara para quedarse allí porque no queríamos que viniera aquí a sufrir”. Pero Ndigua no hizo caso. Engañó a sus hermanos. En la última conversación por WhatsApp que mantuvieron, el 13 de octubre, le dijo que estaba en Libia. No atendía sus llamadas ni mensajes de Facebook porque “no quería hablar con nadie de la familia para no darme un disgusto, estaba ocultando lo que quería hacer: venir en patera”, apunta. “No vio lo que la gente le decía, él no sabía que iba a morir. Al final”, narra emocionado, “el sitio donde vas a morir no se puede cambiar, aquí estaba su destino. Luché lo que pude para que no viniera”.

A la búsqueda de lo (casi) imposible

Cruz Roja dispone de un protocolo de búsqueda de desaparecidos con el que la entidad humanitaria ayuda a aliviar ese “sin vivir” en el que permanecen las familias que han perdido un ser querido. El denominado servicio de restablecimiento familiar funciona gracias a un engranaje de acciones coordinadas. En el caso de inmigrantes desaparecidos o hallados muertos, el trabajo comienza a pie de campo con la atención inicial a los supervivientes. De ellos se intentan obtener datos que ayuden a saber quién era la persona, indocumentada, fallecida. Esos datos se pasan a la oficina central de Cruz Roja y de ahí a la comisión internacional, quedando constancia de todos los datos reunidos.
En el caso de los inmigrantes, éstos suelen avisar nada más llegar a su destino a las familias. Esa llamada es clave para que se sepa que lo lograron. Su ausencia hace saltar todas las alarmas y es cuando los familiares reclaman a Cruz Roja internacional cualquier dato, moviéndose desde todas las instancias posibles para dar una solución. Y la hay. De hecho, en el primer semestre, de los 635 casos de desapariciones que fueron conocidas por Cruz Roja a nivel nacional, se ha logrado cerrar 248 con resultado positivo, pudiendo conocer las identidades.
En el caso de Ceuta, se está trabajando en dos casos. La muerte de Ndigua fue conocida por su hermano Modou, que se puso en contacto con Cruz Roja en Palma de Mallorca. Desde allí contactaron con Cruz Roja Ceuta, en donde sus trabajadores se han puesto en marcha para atenderle en todo lo posible, desde acompañamiento hasta resolución de documentaciones.
También se trabaja en otro caso: en el de Gabin, fallecido en los isleros de Santa Catalina en agosto.

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