Hace ya algún tiempo - prácticamente desde que se empezó a hablar de elecciones - en el que varias veces al día se nos invita a reflexionar sobre el estado de nuestra conciencia política y se está poniendo en ello todo lo que el arte de la seducción enseña y añadiéndole todo aquello que ponga de manifiesto una determinada incapacidad del adversario para hacer las cosas bien.
Al cabo de un tiempo con esa actitud por parte de unos y otros ya se nota algo de cansancio y desorientación acerca de lo que cada cual ofrece y es capaz de lograr.
Ni siquiera el voto favorable a sus tesis pues todo es confuso y no han conseguido fijar unas posiciones firmes, sensatas, lógicas y necesarias. Nuestra conducta hay que suponer que es de buen estilo, pero se la está intentando destrozar a base de tanto reclamo partidista como se está sufriendo por parte de los líderes de las diversas agrupaciones. Nos parece que con tanta hojarasca se olvida - no sé si intencionadamente - la importancia de la situación internacional que estamos viviendo, como preludio de lo que se avecina.
Hace unos pocos días ha habido unos desfiles militares que han causado admiración, tanto por la vestimenta –verdaderamente lujosa– como por el armamento exhibido. ¿Es un detalle más de propaganda ante la situación internacional, que no es precisamente tranquila?
¿Qué significa, además, que el dictador de Corea del Norte ordene fusilar a su Ministro de Defensa por haberse dormido en un desfile? Sinceramente; esta situación general nos obliga a examinar nuestra conducta. ¿Somos sensatos o nos estamos convirtiendo en unos seres disparatados?
¿Somos –los humanos– unos seres libres o, por las razones que sean, estamos esclavizados por una forma de vida en la que el pensar es censurado y se apagan hasta las mínimas sensaciones del espíritu que desea la delicadeza de la verdad en la vida?
Nuestra responsabilidad personal –que desde luego existe– está llamada a levantar la cabeza y el corazón en demanda de la verdad. Sé que hay quienes se preguntan por la verdad y esa pregunta hay que contestarla a cada instante de nuestras vidas. ¿Cual es nuestra conducta?
La vida se presenta, a cada persona, tal cual es; con lo bueno y con lo malo y nuestra actitud no debe ser la de la indiferencia. Estamos llamados a hacer el bien y hay que atender esa llamada y no dejarnos llevar por las mareas del momento.
La fortaleza del ser humano se debe poner al servicio del cumplimiento de las exigencias de la verdad profunda y no la de que nos pueden ofrecer algunas personas para conseguir una determinada posición política o de otra índole.
Piensa en la verdad y cumple con ella; esa debe ser nuestra conducta en todo momento.