Demasiadas veces miramos al mar y vemos a esa "otra España". Esa España que solo quiere saber de Ceuta cuando salimos en la tele, debido a las riquezas que tenemos. Pero no quiere saber nada de nosotros cuando sale un Príncipe o un vallado fronterizo... Vamos que nos quiere solo para lo bueno pero para lo malo no. Como a un hijo travieso que nos decepciona cada vez que nos llaman del colegio por algo malo que ha hecho, o nos viene con suspensos en las notas.
Como en la vida real somos unos hijos que vivimos fuera de casa pero que no tenemos dinero y queremos entrar en casa. Y una vez entremos, ya no nos iremos jamás. No miramos realmente si podemos subsistir por nuestra cuenta generando nuestra propia energía sin tener que viajar unos 60 km y tener que sumergirnos hasta casi 1 km. Como medio para poder llegar a cumplir nuestra parte del trato de la agenda 2030. Además queremos que nuestro primo San Roque juegue con nosotros pero con sus juguetes, pero es que encima; nos vamos a quedar con ellos.
Siempre tendremos la excusa que debido al Plan Nacional Integrado de Energía y Clima nos abrió esa puerta que durante tantos años hemos tenido cerrada.
Nadie reflexiona si realmente necesitamos entrar en esa casa con todas las consecuencias medioambientales que conllevan por mucho que nos digan que serán nulas. En la vida nunca hay nada nulo, siempre hay una consecuencia de cualquier acto de ese gran monstruo llamado hombre, mujer. Pero que papá no nos la ha querido decir porque hemos sido muy pequeños para saberlo.
Nadie mira si realmente esa actuación se puede sustituir por una fuente de energía renovable, como tantas que se pueden y debieran implantar, porque la abuela Europa nos ha marcado esa Directriz. Y que nos haría tener una casa para nosotros solos y abrirles las puertas a mamá y papá, mamá y mamá, papá y papá, para hacerse la foto para el cuadro de encima de la cómoda. E incluso podríamos invitarlos a comer a alguno de los restaurantes de nuestra ciudad. Y ya si quieren incluso una partidita online.