Categorías: Opinión

Que no me entero

Quieren que sigan los comercios tradicionales, fuente inagotable de prosperidad para la economía, pero abogan por la liberalización de horarios, dicen que para que los que trabajan de sol a sol pueden hacer más fácilmente sus compras. Entonces, díganme cómo puede un pequeño empresario competir días y días, a pie de barra o mostrador, con una gran compañía que no tiene cara , ni horas , sino empleados mileuristas y precarios, que ganarse el salario mínimo interprofesional , a fuerza de venderte lo que sea , al precio que sea.                                                                                                                                          
Han ido cayendo los comercios tradicionales , que no pueden aguantar el envite de comercios chinos sin papeles, donde uno pone la cara y los demás el cuerpo, de tiendecitas vende basuras que abren hoy y cierran mañana, pero que hacen peligrar la nave de rumbo incierto, que es pelear atadas las manos y pagando platos rotos, en una tiendecita tradicional  o un bar que es sustento de una familia y modo de vida, que se extingue como los dinosaurios, porque llegó su tiempo.                                                      
Ya no huelen las papelerías a libros nuevos, ni a lápices caros , ni a bolígrafos bic, porque se compra todo en el chino de la esquina que es más barato y dura ni dos telediarios, pero se usa y sirve igual y además tienen ropa que se tira a golpe de temporada y zapatos que te sacan los colores de las ampollas que hacen nacer.              
Las marcas se piratean y los que no , se vende al rebujón, que siempre nos ha gustado eso de rebuscar y perder el tiempo en encontrar una ganga, donde solo hay chusmería.              
Nos dicen que en Alemania se vive muy bien, pero no es cierto los que viven bien son los jubilados alemanes -con sus pensiones- en España, porque es barato el sol y la playa y se come de escándalo y los euros trabajados a golpe de espalda aquí brillan más, como en los tiempos de los americanos, de Rota y de Morón, cuando se gastaban los dólares a bolsillo bajado, porque entonces valían más que la dorada peseta.                                                 
Esperamos que el plan Marshall venga al rescate de nuestra economía, ahora con escudos antimisiles, porque estamos desesperados y queremos trabajar en lo que sea. Mientras, añoramos tiempos pasados donde al señor de la esquina se le conocía por su nombre y tu madre , mientras compraba, preguntaba por la familia y él te daba una palmada en la cabeza, diciéndote lo mayor y lo guapa que te estabas poniendo.                     
Eran tiempos difíciles donde los que no encontraban trabajo iban a lejanas tierras a pasarlas canutas, como ahora, porque aunque deseamos que la hipoteca se pague sola y no vengan los de banco a desahuciárnosla , que los niños saquen beca sin tener que estudiar y que nos toque la primitiva, vemos, muy en el fondo, que la cosa está que cruje y que ni en Alemania , ni en ningún lado, se atan –ya- a los perros con nada que no sea cuerda de amarrar.
Tenemos que doblar los riñones, porque hemos visto las orejas al lobo y la burbuja inmobiliaria nos ha estallado en las narices, como las garrapatas hinchadas de sangre al perro famélico del que se nutre, nos vemos entre la espada y la pared rendidos a la evidencia de que o levantamos cabeza o nos vamos a ir haciendo eses a la cuneta. ¡Qué lejos los tiempos aquellos del pelotazo de gran hermano cuando un tonto se podía hacer de oro por vender necedad!, ¡qué ratos más buenos han pasado muchos roneando a otros que estudiaban , mientras ellos curraban en la obra y después se iban a bebérsela sin parar!, ¡qué gran chollo era el pagar a crédito y el pensar que se podría pagar el oro con calderilla! y ahora – qué dolor de nosotros-nos restregamos los ojos y vemos que no había nada de verdad, más que lo de siempre, el famoso crujir de dientes y trabajar y trabajar y trabajar, por lo que quieran pagarte, ¡malditos los tiempos pasados que nos embebieron la mente y malditos los tiempos presentes que pagamos con casas, con empleos y con renegar de todo!, ¡malditos- sobre todos ellos- los tiempos en que todo cambie y levantemos cabeza y superemos el miedo! …¡malditos!, por lo que tardan –como el frío- en llegar.

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