En el verano del 2005 cuatro familias de Ceuta decidieron acoger a cuatro menores de orfanatos ucranianos. La Asociación de Menores Ucranianos de Andalucía lanzaba una cuña radiofónica para captar a familias de acogida a menores procedentes de orfanato de Lungansk, ciudad ucraniana fronteriza con Rusia. Ese acogimiento formaba parte de un programa que se llamaba “Programa de saneamiento de menores ucranianos”. Esa audición llegó a mis oídos por casualidad y en ese momento desconocía lo que iba a influir en mi vida.
Tras oír la noticia llamé al número que publicitaban y me informaron que, en ese momento, aún no tenían familia de acogida tres niños y una niña. Acogí a la niña y busqué desesperadamente entre mis conocidos a personas que recibieran en su hogar a los tres niños que aún faltaban por acoger. El 8 de junio de ese año estábamos padres y madres de acogida, esperando el avión que trasladaba a 80 menores a Andalucía y a cuatro a Ceuta para pasar los tres meses de verano.
A partir de aquí la Asociación Digmun se encargó de difundir, captar e informar a los interesados sobre esta campaña de acogimiento a menores. Estos niños y niñas vivían en orfanatos de Ucrania por diferentes motivos, bien por ser huérfanos o porque sus familias no tenían recursos para atenderlos o porque se desconocía su procedencia familiar. El equipaje que traían a sus espaldas era mínimo, una mochila con agua y un bocadillo, pero en su interior traían una maleta repleta de desamparo, sufrimientos y malos tratos. El reto que se presentaba a las familias para afrontar la convivencia y culminar con éxito el acogimiento, era realmente difícil debido a la situación de desconfianza que presentaban los menores y ante la dificultad de comunicarse con ellos. Esto fue el inicio de lo que fueron 13 años de llegada de estos menores a nuestra ciudad. Más de veinte menores se han beneficiado de estos acogimientos gracias a la generosidad de las familias ceutíes y otros, los que se quedaban en el orfanato, se beneficiaron también por la ayuda humanitaria que se enviaba allí a la vuelta de cada acogimiento.
Durante estos años, han sido muchas las familias ceutíes que han acogido a estos menores en su seno familiar durante los tres meses de verano y casi dos meses en navidad. La continuidad no ha sido la misma en todas las familias por varios motivos. Muchas veces estos niños eran adoptados una vez que volvían al orfanato por familias, sobre todo italianas y americanas, otras veces, la familia desistía del acogimiento ante las dificultades de adaptarse al menor y de los problemas que esto traía consigo o por contratiempos de la propia familia, y en raras ocasiones, también impedía el acogimiento el hecho de la aparición del padre o la madre a los cuales les habían retirado la custodia y con el tiempo conseguían recuperarla.
Por algunos de estos motivos, hubo familias que sólo tuvieron un acogimiento de uno o varios períodos, en cambio otras, la duración fue mucho mayor y duró todo el tiempo que el menor pasó en el orfanato hasta cumplir los 18 años que pasaban a un piso tutelado.
La llegada de la crisis a España afectó notablemente los acogimientos y hubo un descenso importante, ya que los gastos que suponía el viaje, el mantenimiento y la ayuda posterior que se le proporcionaba, no pudieron soportarlo muchas familias, a pesar de que Digmun subvencionaba parte de estos viajes con un convenio de la Consejería de Asuntos Sociales. A partir del 2012 se redujo el número de niños y niñas que venían a nuestra ciudad, pero no por ello las familias dejaron de tener contacto con ellos y prestarle su ayuda.
La mayor de todas estas niñas, por ser la primera en venir, ya tiene 26 años y es madre de tres niños, al igual que ella, algunas otras, ya son madres también, porque el modelo de mujer ucraniana dicta mucho de parecerse a la española, y lo normal es salir del orfanato y quedarse embarazada. Los que tenían familia en Ucrania, volvieron al seno familiar al cumplir la mayoría de edad, si conocían la procedencia de su familia genética. Muchos de ellos perdieron el contacto con Ceuta, bien por ser adoptados o porque el tiempo y el espacio diluyó esa relación. Otros fueron evacuados a Odessa cuando estalló la guerra en el este de Ucrania cuando fue ocupada por los rusos, por lo que se supone que se establecieron en esa zona al salir del orfanato. Algunos de esos niños que permanecieron en Lugank se alistaron en el ejército ruso al cumplir la edad, pero no pudieron cruzar a Ucrania por ser considerados traidores al país. A pesar de todas estas circunstancias muchos de ellos mantienen el contacto con sus familias ceutíes y las siguen considerando parte muy importante de sus vidas. Actualmente tan sólo una niña continúa viniendo a Ceuta desde que tenía cinco años, y tiene en la actualidad 15. El hecho de su continuidad ha sido en parte a que su familia genética vive en Ucrania y mantiene contacto con ella y por otro lado, al tesón y a la constancia de la familia ceutí que no ha persistido año tras año en este acogimiento a pesar de las dificultades.
Los beneficios que estos acogimientos proporcionaron a estos menores fueron múltiples. Mejoraron su salud física y emocional y volvían a Ucrania en mejores condiciones que cuando llegaron. En tan solo un verano recuperaban una parte de su retraso en el desarrollo físico, que solía ser de uno o dos años. En algunos casos resolvieron algunos problemas médicos no tratados en Ucrania, sobre todo de salud bucodental y visual. Pero además, y sobre todo en el caso de los que procedían de familias desestructuradas, encontraron una familia que les demostraba su cariño y que se preocupaba por ellos .Esto favoreció que mejorara su autoestima y que aun cuando se iban, seguían en contacto con ellos demostrándole su cariño y preocupación, por lo que ellos sentían que no estaban solos. Aprendieron también a confiar en la familia como base de cariño, de apoyo y de cuidados.
De lo que no hay duda, es que estos menores que ya son jóvenes de más de 18 años, estén donde estén, nunca olvidarán el tiempo que disfrutaron en nuestra ciudad, el cariño que recibieron de sus familias, el bienestar que les proporcionaron y sobre todo, la seguridad de saber que, en esos momentos, había alguien que se preocupaba y ocupaba de ellos ,aunque fuera en la distancia. Ellos recibieron mucho, pero las familias de Ceuta recibimos mucho más de ellos.
*Maribel Lorente García es presidenta de la Asociación DIGMUN