Es uno de los peores momentos, de los trabajos más ingratos. Justo cuando Rafael González, lacero de la perrera municipal, pone el lazo sobre el cuello de este perro asilvestrado mezcla de pastor, justo cuando el perro se revuelve, siente que le han engañado con el cebo y salta, grita, ladra.
Para nada, al final es introducido en la jaula del remolque que el personal de la perrera lleva enganchado a la furgoneta. “Son dos minutos de sufrimiento, pero es para una vida mejor”, dice Jorge Ramos, vicepresidente de la nueva junta de la Sociedad Protectora de Animales de Ceuta.
Y más o menos así será, porque se trata de un ejemplar joven, que probablemente no tenga un año de vida. Llevaba meses por la zona del vertedero junto con otros dos perros. Pasará 21 días en sus instalaciones y luego pasará a las anexas de la Protectora, donde se quedará a la espera de poder encontrar una adopción, bien sea en Ceuta o bien sea en Francia u Holanda.
Este fue el primero de los tres perros rescatados ayer de la calle en la batida realizada conjuntamente entre voluntarios de la Protectora y personal de la Ciudad Autónoma. La intención es, al menos, poder hacer esto una vez por semana, dentro de lo posible con objetivos claros.
Por ejemplo, la manada de ayer que hay junto al cementerio de Santa Catalina y durmiendo en la zona del vertedero eran tres perros que Ana Castro, una vecina que paseaba allí con su propio perro, detectó. “Iba, aunque no les dejaba acercarse a mi perro. No porque fueran peligrosos, que no lo eran, sino porque eran salvajes y por si acaso las vacunas”, cuenta esta mujer, artífice de la primera recuperación de un perro asilvestrado en estas batidas conjuntas. Ella fue la encargada de llamar a este can, darle de comer, y mirar para otro lado en el momento en el que el lacero le atrapó.
Y eso que, según asegura José María Aguirre, veterinario de la Ciudad que participó en esta batida, el instrumento está pensado para que no duela. “Tiene un freno para no ahogar al animal, si fuera un nudo corredizo sería otra cosa. Además, es rígido para evitar que el animal se abalance contra el lacero. De esta manera, es posible cogerlo”, explica Aguirre.
Son las nueve de la mañana y ya se ha cogido al primer perro. Eso sí, faltan otros dos. La explicación es sencilla. “Uno de ellos lo cogimos ayer (por el martes) ya que habían avisado a la perrera de que había mordido. Nos costó mucho, y si lo cogimos fue gracias a un encargado de la obra que nos indicó por dónde podría estar”, cuenta. Porque uno de los problemas que siempre ha tenido el personal de la perrera es que los dardos tranquilizantes fueran útiles.
Unos dardos que tienen ketamina, droga que aplicada en estos animales causa que se adormezcan; pero el efecto llega sólo después de un minuto y medio, así que es necesario suficiente gente para buscar al cánido en el tiempo en el que le da tiempo a correr como un poseso espoleado por el dolor del pinchazo. Otra vez lo mismo. “Es un poco de sufrimiento, pero para toda la vida”, insiste Ramos. Ayer, por suerte, no fue necesario utilizar ningún dardo tranquilizante. En su lugar contaron con la maña, que a menudo es mucho más útil que la fuerza.
Ese fue el caso de Viento, el segundo perro rescatado, pocos minutos después de las nueve de la mañana, en la zona del Desnarigado. Algo tan sencillo como otear la ladera, detectar el escondite del asustadizo perro cruce de pastor, poco más que un cachorro, y sacarlo con delicadeza con los brazos, todo hecho por Luca, un conocedor del terreno. De ahí a la jaula que llevaba el todoterreno en el que se desplazaban los voluntarios de la Protectora. Este, en vez de pasar por la perrera, fue directamente a las instalaciones de la Protectora, donde fue acogido por los demás perros del ‘comité de bienvenida’. “Cuando entra un perro, siempre lo ponemos con un pequeño grupo que son los que se llevan bien con todos”, aclara Ramos. Eso sí, el joven Viento no dejó de ser asustadizo, pasearse con el rabo entre las piernas (literalmente), y beber como asustado, pese a los intentos de otros canes de jugar con él. “En uno o dos días está perfectamente integrado, es normal al principio”, opina Héctor Rodia León, otro de los voluntarios.
Tampoco había llegado en las mejores condiciones, pues este joven animal no estaba acostumbrado a los desplazamientos en coche, y había vomitado un par de veces durante el trayecto.
Pero antes de llegar a su destino final, aún quedaba mucha mañana de labor de búsqueda. El último intento con éxito fue fruto de la casualidad. Esta vez se trataba de un pastor alemán, adulto. Paseaba a plena luz del día por el Sarchal sin correa. Según declaró un vecino, llevaba allí unos tres días. Pero era un perro con collar y que presentaba buen aspecto, así que esta vez los trabajadores de la perrera lo introdujeron en el otro habitáculo del remolque, de manera que así podría ser trasladado a sus instalaciones.
La historia de Pincho terminaría hacia las once de la mañana, cuando su dueño acudió a la perrera. El perro tenía microchip y nombre, y Mustafa Mohamed, padre del dueño al que está inscrito este animal, fue a recogerlo. “Es que ha saltado, porque estamos de obras en casa”, se justificaba su dueño efectivo. “Pero si va paseando a veces hasta la Plaza de los Reyes y no pasa nada”, se quejaba. “Por favor, otra vez que me lo veais, no lo recojáis, que no hace nada”, concluía, quejándose. Los empleados de la perrera le explicaron que no se puede dejar a un perro suelto por la calle.
A partir del ‘rescate’ de Pincho, la mañana fue bastante más infructuosa. Les habían dicho que había algunos perros por la zona de la cárcel de mujeres, donde tres voluntarios de la protectora (Jorge Ramos, Teresa Hernández y Héctor Rodia León) se acercaron junto a tres trabajadores de la perrera (José María Aguirre, Rafael González y Luis Marciel), en busca de alguno de los animales que debía haber allí. Ni los tres de la protectora dentro de la cárcel ni los de la perrera con los prismáticos hallaron nada en concreto. Eso sí, restos de que personas han pasado por la cárcel, pero nada de canes.
Ya sólo quedaba una opción para acabar el día. Bastantes personas habían avisado de una podenca que suele pasear últimamente, por lo menos en los dos últimos meses, por la zona del Club Infanta Elena. Rumbo con la furgoneta a buscarla.
Sólo un víser del club, Juan Miguel Pérez, del que por lo menos sacaron estar más cerca de encontrar a la podenca. “¿Ha visto a una perra?. “Sí, suele pasar por aquí”. “Es que somos de la protectora, estamos buscándola”. “¡Pero luego matáis a los perros?”. “¡No, por Dios!, los damos en adopción, les buscamos una familia, a veces en Holanda o Francia, y luego nos mandan fotos”. Una cierta expresión contrariada (“Es una pena que tengamos esta mala fama”, se queja Teresa Hernández, vicepresidenta de la Protectora). “Ah, bueno, bien, yo tampoco haría nunca daño a un animal”, les responde el vigilante. “Si lo encuentra, ¿podría avisarnos? Tome, aquí está el teléfono”. “Vale”.
Y, tras, eso, vuelta a la protectora. Aún quedan muchos perros asilvestrados o abandonados en la ciudad, aunque no se sabe cuantos. “Tenemos localizaciones, pero no sabemos cuántos son, además el número cambia”, cuenta José María Aguirre. La solución no parece fácil, “pero si cada semana se hace una batida, genial”, cuenta Ramos. “Yo me daba con un canto en los dientes si encontramos un perro cada dos salidas”, asegura.
SI USTED VE UN PERRO... Si usted tiene conocimiento de algún perro abandonado, puede ayudar. Puede llamar al 112, que avisará a los laceros de la perrera municipal o a la Protectora, o llamar a alguno de los teléfonos que aparece en la página web de la protectora (www.protectoraceuta.net). Son los siguientes números: 630779459, 654904620, 695169205, 637573337, o el 653126359. Estos son números de personas de la Protectora.