“Puso la catana en mi nuca y decía que me iba a matar”

El matrimonio y sus dos hijos recuerdan la extrema violencia de los tres atracadores: “Aún cuando colaboramos en todo momento, dispararon dos veces y podríamos haber muerto”

Apenas pasaban unos minutos de las 2:00 de la madrugada del sábado cuando un sonido atronador despertó a Antonio, de 20 años, que se encontraba en el salón de su casa ubicada en el Serrallo y en la que vive junto a sus padres y su hermana. “Me quedé dormido en el sofá viendo la televisión y me sobresalté con el ruido que sonó cuando echaron la puerta abajo y se rompieron los cristales pero apenas tuve tiempo a reaccionar. Me echaron un spray en los ojos y se tiraron encima de mí tras cortar el cable del teléfono para que no pudiéramos pedir ayuda”.
Francisco, su  mujer y sus dos hijos, llevan sin dormir desde que la madrugada del sábado tres individuos echaran abajo la puerta de entrada de la casa armados con una catana, una pistola, un spray y una navaja. El primero en darse cuenta fue el hijo menor. “Nunca te lo esperas. Estaba la luz encendida, la televisión puesta y entraron y se abalanzaron sobre mí”. De inmediato y por el ruido de los cristales de la puerta, salió el padre, Francisco Contreras, de la habitación. Ya en el pasillo cuando va a entrar en el salón se encuentra la escena. Tres encapuchados sobre su hijo y que van hacia él apuntándole con una pistola. “Yo seguí hacia adelante, en un primer momento lo que quieres es defender a tu hijo y entonces dispararon hacia el techo y me dijeron que no me moviera o me mataban”.
De un golpe le echaron al suelo. Tiene varios puntos en la frente y dos días después del violento atraco las marcas de la violencia con la que fue tratado siguen visibles. Una vez en el suelo comenzaron a pegarle patadas mientras uno de ellos sostenía la catana en su nuca y le decía que si se movía le mataba. “Apenas recuerdo nada, ni siquiera pude verlos bien porque de inmediato me tiraron al suelo”. Fue en ese momento cuando Isabel, la hija mayor, de 24 años, decidió salir del cuarto, el más alejado del salón, para ver qué estaba sucediendo.
“Al ver a mi padre en el suelo y como le estaban pegando grité para que le dejaran porque estaba lleno de sangre”, explica. Entonces uno de ellos, que parecía tener la voz de mando e iba con una pistola, se dio la vuelta hacia la joven y salió tras ella. “Yo me fui corriendo por el pasillo a mi cuarto y cerré la puerta y la casualidad me hizo echarme sobre la cama y no quedarme tras la puerta sosteniéndola para que no entrase”. Fue uno de lo momentos más tensos. El atracador disparó y la bala atravesó la puerta y se quedó espetada en la pared del cuarto de la chica. El orificio sigue allí. Se encuentra a la altura del estómago de la joven. “La verdad que ha sido una suerte porque me podría haber matado”, reconoce. De una patada, el atracador abrió la puerta y la agarró por los pelos y la tiró al suelo pidiéndole que les llevara donde estaba el dinero.
La madre, Francisca, sigue aún estremecida. “Fue terrible, aún no nos hemos quitado el susto. Escuchar disparos y que no sepas donde están tus hijos eso no se lo deseo a nadie”. Tampoco ver a su marido en el suelo cubierto de sangre y que siguieran pegándole. “Pensé que le mataban”. Entonces fueron a una pequeña caja fuerte que tenían en la casa y les dieron lo que había dentro. Dos mil euros en efectivo. “También todas las joyas y el oro que tenía”.
Lo que más les sorprende es que, a pesar de mostrarse en todo momento colaboradores porque lo único que querían es que dejaran de actuar de manera violenta y que se fueran, los tres encapuchados siguieran en todo momento mostrando una actitud violenta. Isabel, la hija, recuerda que uno de ellos llevaba una máscara de la película Scary Movie. Otro un pasamontañas y un tercero la capucha de la sudadera amarrada con los cordones de forma que solo se le veían los ojos. Todos iban armados. El que llevaba la voz cantante manejaba la pistola y fue el que efectuó los disparos. Los otros más bien se atenían a los que él decía. “Llegaron gritando y se fueron así. Cuando obtuvieron todo nos rociaron de spray y salieron corriendo”.
Fue entonces cuando llamaron a la Policía con uno de los móviles que no se habían llevado. “Tardaron en llegar, la verdad”, dice la chica que recuerda que volvieron a llamarles porque se habían perdido y no encontraban la casa. También es consciente de que en esos instantes los momentos pasan muy lentos. Tras explicarles cómo fue todo, los agentes reconocieron que la violencia con la que habían actuado no era usual. “Yo creo que hubo un momento en que se pusieron nerviosos y fueron cosncientes de que todo se les había ido de las manos. Cuando dispararon, comenzaron a pegar a mi padre, luego volvieron a disparar contra mi puerta y me agarraron de los pelos”.
Aseguran que no tenían más de 27 o 28 años. Que les pidieron una bolsa para meter todas las joyas y el dinero y se fueron.
Josefa, la madre de los chicos y esposa de Francisco, dice que ya nada va a ser lo mismo. “Era una zona tranquila donde nuestra puerta estaba abierta a los vecinos, nunca hubo problemas y de inseguridad ni hablamos... pero ahora tenemos miedo a estar en nuestra propia casa. Además ellos nos han visto y nos conocen y nosotros a ellos no, juegan con ventaja. Igual vienen a comprar al almacén”. Ese es el negocio de la familia y está situado al lado de la casa. Francisco explica que tiene 52 años y nunca tuvo miedo hasta la madrugada del sábado. “Apuntan a tus hijos con pistolas... y ¿qué puedes hacer? Me pegan una paliza, no puedo hacer nada por defender a mi familia y encima a pesar de que colaboramos siguen cebándose”. Cuando se casaron hace 27 años se fueron a vivir allí. “He sido camionero, he dormido en las cunetas y nunca tuve miedo. Hoy sí. A estar en mi propia casa. En mi ciudad. No cabe en cabeza humana lo que nos ha pasado”, lamenta.
Recuerda que el médico que le atendió le dijo que estaba vivo de milagro. “Yo intentaba sobreponerme para ayudar a mis hijos y a mi mujer pero cuando me movía me decían que me estuviera quieto o me hincaban la catana en la nuca”, recuerda mientras enseña las marcas y no puede dejar de lado el sentimiento de impotencia. “Es una sensación de estar desvalido y no poder hacer nada para defender a los tuyos que no se lo deseo a nadie. Ahora a seguir adelante y a pedir que se haga justicia y no vuelva a ocurrir”.

“Pido justicia y que esta situación de inseguridad se arregle. No hay derecho”

A Francisco se le escapan las lágrimas. La impotencia vence su serenidad cuando recuerda cómo los tres asaltantes a su vivienda dispararon hacia su hija cuando ella salió a defenderle y piensa en que su familia podría haber muerto mientras a él le pegaban en el suelo. “Sólo pido que esta situación se arregle. Llevo 52 años en Ceuta y nunca tuve miedo. Ahora lo tengo. No hay derecho a que tengamos que vivir así y pido que se castigue al delincuente y que no salga a la calle a los dos días. Que los encuentren, que se haga justicia, que nadie tenga que pasar por lo que estamos pasando”. Pide también, recuperar al menos un poco el sentimiento de seguridad que le acompañaba cuando entraba por la puerta de su casa.
Ahora están cambiando la puerta que destrozaron los asaltantes e incrementando las medidas de seguridad de la misma. “Pero de poco me va a servir si mi hijo sale a dar una vuelta y cuando llega le están esperando para entrar otra vez”, reconoce Francisco que ha pensado en cómo hacer frente a la situación de la mejor manera posible. “El susto se nos quita y la verdad que nos sentimos mal”.