Categorías: Opinión

Puro teatro

Pinar Hondo es bullicio de vida, porque en los años anteriores a la crisis, invirtieron sus ahorros, muchas parejas jóvenes, comprando -con ellos- pisos en la Zona, porque tenía buenos colegios en los que podrían matricular, a sus futuros hijos. Es una idiotez, si lo piensan bien, pensar en el futuro, por qué quién les dijo a nuestros abuelos que iba a haber una guerra civil o quién nos previno a nosotros , de esta puñetera crisis que nos abarata la vida y seguramente acabará con nuestras pensiones. Somos la generación del baby boom, así que nacimos para la masa espermática, para la aglomeración de antes,  en primeros días de rebajas y no ahora, que escasean los compradores , y los vendedores, menores de veinte y a comisiones, languidecen, esperando una anuencia , nunca conseguida. Los tiempos han cambiado y hemos cambiado con ellos, ya antes de pedir plaza en los comedores escolares, se pregunta si se tiene derecho a bonificación y se hacen las cuentas, con los dedos de la vieja, porque somos piratas fenicios, sin gorro picudo, ni barba trenzada , pero puros en espíritu. En Pinar hondo hay muchos piratas, pero menos -sin lugar a dudas-que pirados, porque si nos ponemos a pensar , aunque ya se fue el rubio tatuado,  con la Pietat en la espalda morena  y el rapado al que servicios sociales le convidó a reclusión , aún queda el desgarbado alcoholizado , que suministra a un chatarrero local , mercancía hallada en los contenedores, bebiéndose la ganancia sentado en un banco del parque de la romería del Rocío, inaugurado a golpe de tambor y flautilla , por Moresco .                                                                                                           
Somos frikis locales, sin capas , ni máscaras, sino de almas apegadas a nuestras charlas banales, a nuestra moda pasada por el primark y los cotilleos rebozados de tragedia , de la entrada , a patio de cuadrillas de los niños. Nos hacemos viejos, nos hacemos más que viejas, desbordándosenos las tetas por los escotes apretados y paseando nuestra fragilidad , escondida tras un “estoy buena” estoico y teatral , al modo Ayala, de pasitos cortos de entrada en los juzgados y rebozo fingido.                                                                    
Los que compraron los pisos, como Carmen y Joaqui, ya tienen hijos en edad de sufrir  y los llevan a las monjas de Marillac , porque creen en los uniformes y las pijadas de tres al cuarto, más que en la religión o en el Credo , que les va menos. Así hay muchos, también en los públicos, pero gracias a la crisis, que, para algo debía valer , ya no se da la murga con la uniformidad, “para hacer a todos los niños iguales”, en las charlas de los Ampas, sino que ahora se debate cómo hacer buen marketing , para que salgan las cuentas , con tanta gente sin pagar las cuotas.                                                                 
Los días salen cortos desde las nueve a las dos, no para los profesores, claro, sino para las que corremos a salto de mata, dejando carga, a pie de entrada escolar y trasiego –después- de recolección de frutos. Salen cortos, porque somos perecederos, como la fruta y las gaviotas, que graznan borrachas de cielo y sol, en las azoteas. Perecederos, como el enlucido de las fachadas que se bajan, parando el tránsito y viciando la senda de los elefantes. Los dineros y el horario se encogen,  sin que nos demos cuenta y las estaciones se acortan, como por magia, para hacernos ver la silueta de la Canina, que no es otra que nuestra esencia de mortalidad, impresa en el ADN. Los niños crecen, pero nos negamos a verlos, porque se nos escapan como arena del reloj del tiempo, entre los arrugados dedos. Se van y no miran atrás, porque los que nos quedamos, vagamos muertos de pie, sin rumbo fijo, caminantes de un ahora que parece muy real, muy fijo en la retina, muy nuevo, aún a costa de ser tan viejo. Repetimos pasos cansinos, repetimos ideas, repetimos artículos y repetimos cuentos, porque el Alzheimer racial, lo llevamos determinado por el hermanamiento, por la soledad, por la vejez y el aislamiento. Pero será mañana, porque hoy, aún es de día y aún hay colegio y aún dan guerra los niños y nos esperan, con cansancio en las miradas y los flequillos sudados. Y las viejas, se hacen madres y los padres, se hacen viejos.

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