Las entradas de miles de marroquíes el pasado mayo han tenido su consecuencia directa en el puerto de Ceuta. Un lugar en el que se había conseguido poner cierto orden en materia de seguridad a través de un plan de impermeabilización auspiciado por la Autoridad Portuaria, pero que vuelve a estar sumido en el caos, siendo escenario continuo de peleas, intentos de entrada en barcos, persecuciones y, desgraciadamente, accidentes graves o muertes. Ayer mismo fueron calcinados dos contenedores de los usados para la recogida del cartonaje, que además estaban ubicados cerca de las tomas de combustible.
La frontera que sobre plano se dibuja en el Tarajal se extrapola en la práctica al puerto, cuyas escolleras se convierten en hogar para cientos de inmigrantes. Su objetivo es cruzar a la Península, el de las fuerzas de seguridad consiste en evitarlo. No obstante, las continuas redadas que se ejecutan de nada sirven ante la imposibilidad manifiesta de una devolución. La impermeabilización del puerto ha evitado un auténtico desastre, de no haberse cerrado el acceso a la zona restringida o colocado planchas metálicas y muros las consecuencias habrían sido desastrosas, repitiéndose las entradas a la carrera que se producían antes pero con una importante diferencia: ahora son cientos los que tienen capacidad de intentarlo.
A pesar de las rejas, los muros y los controles, los marroquíes adultos y menores consiguen colarse causando daños a las infraestructuras colocadas, cortando vallas o invirtiendo todo el tiempo del día en buscar fallos al sistema para burlarlo y entrar. Así todas las jornadas, a la espera de que fructifique el objetivo final que no es otro que el de escapar. Ponen en riesgo la seguridad pero también se ponen en riesgo ellos mismos. Muchos más expuestos están los menores que deambulan por las calles.
Los daños provocados son ya evidentes. Se rompen las vallas, se construyen nuevos asentamientos en las escolleras… e incluso dañan la baliza para cargar sus teléfonos móviles con lo que ponen en riesgo la navegación. Los acuerdos para atraer cruceros recientemente firmados o los llevados a cabo para potenciar el puerto como pulmón económico de Ceuta están en riesgo ante este tipo de situaciones que generan rechazo y que, en cuestión de días pueden hundir el trabajo de años.
Se está en un problema de seguridad cuya solución pasa por la adopción de medidas inmediatas al más alto nivel. Ha pasado un mes desde el chantaje premeditado y orquestado por Marruecos y, al margen del anuncio de proyectos e inyecciones económicas, a pie de puerto el panorama no cambia. Al contrario, se está ante la crónica anunciada de un recelo que, como se haga fuerte, será complicado de eliminar. Como las malas famas, los miedos se hacen cada vez más fuertes y eso puede derivar en la pérdida de inversiones y de movimiento económico para el puerto y, por ende, para toda la ciudad.
La Policía Portuaria se enfrenta a diario a situaciones cuyos agentes etiquetan de batalla campal, con enfrentamientos continuados entre los marroquíes infiltrados en las escolleras, robos, peleas y venganzas que derivan en las quemas intencionadas o en los apedreamientos. Los empresarios que dependen directamente de la actividad portuaria han tenido que pedir protección para, sencillamente, hacer su trabajo. Se está ante un círculo vicioso en el que las soluciones están tardando en llegar.
La presión migratoria que hay en la zona portuaria es de tal calado que la Policía Local ha tenido que prestar apoyo a modo de particular escolta a los transportistas para frenar la entrada de inmigrantes en los camiones. Esa vigilancia se hace desde la planta de transferencia del Monte Hacho hasta el puerto, con vista a que no haya entradas en las cargas de los camiones ni intentos por colarse en los bajos de los mismos. Ha habido accidentes graves y muertes, los propios camioneros se sienten inseguros y se ven obligados a hacer su trabajo en una tensión constante.
Ese recelo se extiende a otros sectores que dependen directamente del sector portuario, como es la actividad del suministro de combustible. La Autoridad Portuaria ha tenido que encomendar a la Policía que permanezca vigilando el desarrollo de estas labores para que puedan mantenerse, ya que las empresas habían amenazado con suspender su actividad o lo habían llegado a hacer durante unos días a modo de presión. El abastecimiento a los buques estaba en riesgo con las pérdidas económicas que esto supone, así como la extensión del miedo a venir a este puerto por la posible entrada de polizones lo que acarrea problemas importantes a las empresas. Un vehículo de la Policía Portuaria permanece en la zona de manera fija para garantizar que las operaciones se desarrollan sin problemas de ningún tipo.
A estos sectores se suman más y eso sin contar la tensión con la que tienen que trabajar en el puerto debido a una presión que va en aumento y que siendo un problema gravísimo, de competencia directa del Gobierno de la Nación, sigue extendiéndose en el tiempo sin una solución inmediata como la que se necesita.
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