Hace unos días ha llegado a mis manos el texto de un discurso del Primer Ministro de la República Francesa. El texto sería lo que ahora denominan los melifluos “políticamente incorrecto”, pero no por ello deja de ser una orientación a lo que deberían ser las nuevas políticas inmigratorias y de adaptación social.
El excesivo y bienintencionado celo que políticos, tanto gobernantes como opositores, tienen por no ofender ni marginar a ciertas culturas impropias, históricamente hablando, del país; ha permitido que la cultura marginada sea la nativa que tantos siglos ha costado a occidente construir.
La democracia y libertad que hasta ahora se respira en Occidente, y buen reflejo de ello es Ceuta, se ha construido por hombres y mujeres de cualquier condición y origen que prefirieron un futuro mejor para sus descendientes antes que el odio que nos profesábamos unos a otros.
Aquí se sumaron fundamentalmente cristianos y judíos, pero también musulmanes y en menor grado, pero no por ello menos importantes, hindúes y otras etnias.
Entre todos construyeron una España, y por ende una Ceuta mejor, y casi nadie se sintió, ni se siente, excluido de ese protagonismo, ni cristianos, ni judíos, ni musulmanes, ni hindúes.
Casi nadie se siente ajeno a la conquista de los portugueses que nos adentró definitivamente en Europa, lo que acabo por ser hoy día una democracia en plena libertad. Casi nadie se siente marginado por conocer, entender y hablar uno de los idiomas más ricos del mundo, la lengua española.
Casi nadie se siente deshonrado por lo que España fue, es y será, y casi nadie se siente triste porque exista, hoy por hoy, una frontera que salvaguarde nuestros derechos civiles frente a otros países.
En este país, España, la mayoría de los españoles siempre han creído en Dios, y hace ya siglos que no se obliga a nadie a creer en Él.
Pero el hecho histórico es que España se fundó sobre los principios judeocristianos, igual que una parte de nuestra historia pasa por la dominación musulmana y la constante lucha para la expulsión de sus ejércitos. Faltaríamos a la verdad si dijésemos lo contrario o se lo ocultásemos a nuestros hijos en las aulas. Por tanto, no podemos olvidar que Dios forma parte inherente de nuestra cultura, y esto implica no solo la aceptación del hecho, también la aceptación de otras creencias sin cuestionarlas.
España tiene una bandera, la misma que Ceuta. Y Ceuta, además, se identifica con otra más. Ambas tienen su significado y su historia, y en el caso de la exclusivamente de Ceuta, es visiblemente notoria su ascendencia portuguesa.
En la Asamblea de esta ciudad española y europea por los cuatro costados, hay diputados que han renegado de esta realidad, que prefieren inventar otra historia, haciéndonos creer que de otra forma ellos serían hoy diputados electos de una democracia inexistente.
Uno de los derechos que han construido las principales 4 culturas en Ceuta, es el derecho al libre tránsito de ciudadanos, es decir, el derecho a marcharse, si no les gusta lo que ven, pueden hacerlo cuando quieran. Ahora bien, si se quedan, no me hagan comulgar con ruedas de molino, que cada vez tengo las tragaderas más estrechas.
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