Las oquedades de tu rostro demuestran tu edad”.“Pero tú, ¿quién eres?”. “Soy el fuego que mantiene con vida tu alma. El calor necesario”. No hay mayor certeza que contemplar la imagen del fuego con sinceridad. Miro cómo compiten las llamas de la edad. Lo hacen por ver cuál es la más alta, cuál la más bella, la más atrevida, aunque, hasta la más distraída conserva el ser que la trajo: el calor necesario.
A veces pienso si el fuego es el alma de la madera, su esencia. Las maderas son fuego en potencia; pueden convertirse siempre que medie un estímulo, un soplo de energía vivificadora. Entonces, el ser fluirá como un manantial de naturaleza inacabable, y su signatura no tendrá fin.
Ahora bien, ¿de qué materia está hecho el fuego, quizá de la materia de los sueños? A veces pienso si no estaré descuidando mi tiempo en pos de una realidad sin trayecto, lejos de las edades que la configuran.
Al calor del fuego renacen los sentidos y los sentimientos. Son las chispas como ángeles mensajeros en el sortilegio de la luz. La luz desoye el mandato del tiempo, y así procedemos a un ejercicio que merece todas nuestras fuerzas: proyectarse al infinito, poner en hora las edades del alma.
Sólo si se descubren los secretos de la edad sabremos dónde pisar firme y dónde de medio lado, dónde recoger agua y cuándo volver del desierto indeseado. El libro de la vida se escribe con hechos, pero también con ideas, con posibilidades y con proyectos. De esta forma, ahorraremos recursos y sufrimientos, y podremos dar consejo al incipiente viajero.
Echo de menos las acampadas en el merendero de Calamocarro, la selección de la leña, y el dibujo del fuego. Algún día volveré para reconquistar mi sueño, y demostrarle a los elementos que siempre estuve ahí, sin reservas, esperando un hueco por donde escapar de la penumbra.
Imagina si en vez de sangre tuviéramos luz, y en vez de corazón un sol eterno. Nuestro cuerpo se elevaría, y en comunión con las aves del cielo, buscar una nota, un comienzo.
Entendimiento: acabo de venir de participar en el Campeonato de España de veteranos de tenis de mesa, en Almería. Ha sido estremecedor y aleccionador ver competir a los mayores de 65 años. Tengo muchas dudas sobre mis ideas y sobre mi futuro, pero lo que sí es seguro es que me gustaría verme ahí dentro de veinticinco años, esgrimiendo mi raqueta de corte defensivo, y gesticulando con honor.