El hombre lloraba porque le habían quemado la furgoneta de reparto que tenía para trabajar. La había comprado hace unos meses con un dinero que le había prestado un hermano. “Me he quedado sin furgoneta y sin trabajo”, lamentaba. Su único delito, aparcar en el itinerario de una manifestación. Una residente decía que los vecinos están atentos a las convocatorias de las manifestaciones y se avisan para retirar sus vehículos: “No es el primero que nos queman”. La dueña de un local comentaba que había cambiado el cierre por unas persianas metálicas, después sólo le queda rezar porque, si la fuerzan, sería una temeridad presentarse para evitar el saqueo. Curiosidades de la vida, protegerse del derecho de manifestación.
Manifestarse no es otra cosa que mostrar una opinión, repulsa o reivindicar un derecho. Nada hay de malo en ello cuando se ejerce de forma pacífica. Se podrá estar o no de acuerdo con las reivindicaciones de los manifestantes, pero es un derecho legítimo reconocido en nuestra Constitución. Sin embargo, llevo tiempo -no sé si será la edad- que no entiendo la incoherencia de algunos sujetos que acuden a las mismas, porque su principal interés radica en destruir y sembrar el terror más que en reivindicar derechos.
Incoherente e inexplicable es lo ocurrido el viernes en Barcelona, porque acudir a una manifestación en defensa del derecho a la libertad de expresión y atacar la sede de un diario es como ser vegetariano y degustar pajarito frito. Pues eso fue precisamente lo que ocurrió, no se comieron ningún pajarito frito, pero algunos de los asistentes atacaron la sede del diario El Periódico de Cataluña y atentaron contra vehículos de medios de comunicación.
Incoherente es manifestarse para que los ciudadanos conozcan tu reivindicación y, de alguna manera, se solidaricen con tus pretensiones y, por donde discurre la manifestación, te dediques a sembrar el terror y a quemar coches y motos. Pues bien, parece que todas estas incoherencias tienen explicación porque dicen que los que queman coches, asaltan comisarías, saquean tiendas, atentan contra medios de comunicación y periodistas son alteradores profesionales que nada tienen que ver con las protestas de los convocantes. Se desplazan de otras ciudades para hacer sus fechorías, eso dicen.
Esta explicación me tranquilizó y me trajo a la memoria una anécdota que tuve con mi padre siendo un niño. Todos los domingos cuando íbamos al fútbol nos pasábamos por el bar de ‘Juanito Arroyo’, donde se reunían todos los amigos antes de subir al Alfonso Murube. Recuerdo que cuando faltaba una media hora para comenzar el partido le decían: “Andrés que se te hace tarde, vete para el cuartel”. Un día le pregunté: “Papá, a donde va siempre este hombre”, y me contestó que tenía que estar en el cuartel de la Guardia Civil antes de empezar el partido, porque era tan forofo, “energúmeno por ser generoso”, que se tiraba al campo a pegarle al árbitro si no le gustaba como pitaba. No sé si esta medida tendrá encaje constitucional, pero si como dicen son unos pocos los que provocan estos actos vandálicos, no estaría mal identificarlos y aplicarla, pero me temo que no.
Puede que el titular sea desalentador ‘PROTEGERSE DEL DERECHO DE MANIFESTACIÓN’, pero lamentablemente es lo que hacen muchos vecinos para defenderse de la tiranía de algunos manifestantes.
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