Nos está llegando información, últimamente, por aquello de la rehabilitación energética de edificios. Igual hay gente que no repara en ello, simplemente porque se encuentra lejos de comprender con detenimiento su contenido. Creo que los conceptos que se usan son excesivamente técnicos, y la mayoría de la ciudadanía, que son los que usan la energía, al fin y al cabo, no llegan a tomar acción sobre ella.
Quizás nos hemos acostumbrado a encender las estufas, en invierno, porque vemos normal que haga frío en el interior de nuestras casas, al igual que nos hemos acostumbrado a encender el aire acondicionado, en verano, porque vemos normal que haga calor, en un salón o un dormitorio.
Lo damos por hecho. Como algo normal, y asumido. Aumentamos el gasto energético, y el económico. Y así damos por sentado que es lo que tenemos que hacer, sin reflexionar sobre ello. Pero no debería ser así, es un error.
Un error de partida que tenemos que asumirlo como tal. La mayoría de los edificios en los que vivimos tendrían que estar construidos de otra manera. No es que estén mal construidos, es que antes no se atendía al edificio como un derrochador de energía. Y esto, hoy en día, es importante que lo consideremos.
No es normal tener que encender maquinaria complementaria y aparatos que nos ayuden a alcanzar cierto confort cuando nos resguardamos en el interior de nuestros hogares, para sentirnos protegidos del frío y del calor extremos. Este ya debería ser confortable, y sentirnos a gusto en su interior.
Para la economía de una casa es un gesto de efectos notables, aunque para el medio ambiente, una casa es apenas reseñable. Este gesto lo puede hacer un edificio entero de diez viviendas, o treinta. O un barrio, con miles de ellas. Por no decir ya, una ciudad, con cientos de miles, e incluso millones de ellas. Y es, a partir de aquí, donde estamos haciendo, de un problema, la normalidad.
Y para solventar el problema global, precisamente tenemos que volver a la unidad: a una vivienda. Como decía, no es normal que tengamos que pasar frío en el interior, aun con las ventanas cerradas. Eso significa que el calor se está “escapando” por las paredes que dan al exterior y, sobre todo, por las ventanas.
¿Y cómo se “escapa” el calor? Físicamente, no se produce tal cosa. Lo que realmente está ocurriendo es un intercambio entre el calor del interior, y el frío del exterior. Por ello, las paredes de nuestro salón, si las tocamos una noche de febrero, están frías, y no digamos ya las ventanas, heladas.
Esa incapacidad de mantener estable la temperatura en el interior, de la envolvente del edificio, provoca que una noche de agosto sea complicado conciliar el sueño, por las altas temperaturas que hace en el dormitorio. Sin mencionar un último piso, donde el calor se puede volver insoportable.
A la envolvente térmica nos referimos a todo lo que envuelve nuestras viviendas y locales comerciales, estando en contacto con el exterior. En general, para entendernos: las fachadas y las cubiertas. Y esta envolvente debe construirse con unos materiales determinados, con una cantidad y unas capas determinadas. Porque así, y solo así, le daremos la suficiente inercia térmica para que las temperaturas interiores se mantengan lo más estable posible, independientemente de las que hagan fuera.
Y si esto ocurriera, quizás no tendríamos la necesidad de encender la calefacción en invierno, para calentar la casa. Ni el aire acondicionado, en verano.
¿Y ahora qué hacemos con nuestras casas? No podemos tirarlas y volverlas a construir. ¡Algo tendremos que hacer con las que ya tenemos, y en las que estamos viviendo!
Si esto nos hace ahorrar, y tenemos los medios, deberíamos ponernos manos a la obra. Y es que tenemos a nuestra disposición cientos de mecanismos y sistemas para conseguir que nuestra envolvente térmica nos proteja del frío y del calor.
La proyección de las políticas europeas para las viviendas van a determinar estos objetivos como principales, con el objetivo de reducir el consumo energético, a través de una buena estrategia de aislamiento térmico: aislar mejor las fachadas y cubiertas, y sustituir las ventanas por otras mejores.
Si somos capaces de entender cómo funciona un edificio, y por qué ocurre lo que ocurre, será más fácil ponernos de acuerdo para hacer un esfuerzo económico, o acudir a fondos de ayuda de rehabilitación energética, para hacer de nuestra actuación una inversión a corto plazo, consiguiendo reducir el gasto de la factura de energía de nuestras casas.
Y todo esto, a grandes rasgos, es para no gastar energía. Otro tema es cómo generarla. Y es aquí donde la naturaleza nos podría echar una mano: sol y viento, sobrados.
Aunque ya hablaremos en otro momento de kilovatios-hora y megavatios. O igual no. Quizás para comprenderlo, basta con usar subtítulos.