Allí donde confluyen los caminos, encontraremos los motivos de un nuevo despertar, donde la vida nos pertenece a todos por igual, y no hay otro espacio que no sea la humanidad; la generosa y placentera humanidad.
En el trayecto, el arte y la cultura nos dan que pensar, y reabren las eternas cuestiones del futuro, del juicio universal.
Entre todas las esencias que vertebran el alma de las personas, destaca por su propiedad y magia, una: la inclusión. Eso sí, la inclusión ha de entenderse sin condiciones, de lo contrario sería un postizo, una auténtica falsedad.
No hay tiempo. Para corregir la negrura del destino hemos de alumbrar una sociedad inclusiva; en el ambiente laboral, en el entorno educativo; en la comunidad, y en las oportunidades. También en el arte. Esto es así de tal forma que la exclusión es incompatible con la salud (también llamada bienestar).
Como dije antes en este pensar, tiene vida propia el arte, la manifestación artística. Así, cada obra es un manifiesto, un alrededor de dignidad, una llamada, una forma de asomarse al mundo, ya sea con la mirada, ya sea con la voluntad.
Esto que digo pude comprobar en la visita que hice a la exposición pictórica de la asociación PROI, y en pocos minutos me reafirmé en mis opiniones: el arte es el vehículo de comunicación más avanzado; un espacio simbólico donde las fronteras y los límites saltan por los aires, y el espectador queda desnudo ante la fiebre del creador.
Los amigos y amigas de PROI me adentraron en otras maneras de percibir la realidad, donde el ejercicio de la palabra encuentra dificultad, y hace necesario otros cauces; ya sea con los pictogramas, ya sea con la pericia del acompañante, ya sea con la mirada, cargada de mensajes.
Estamos tan acostumbrados a lidiar con los problemas que genera la vida diaria, que nos olvidamos de que la comunicación es, a veces, senda sinuosa. Algo tan sencillo como es esbozar una palabra, se convierte en un difícil cometido, y exige de la sociedad un esfuerzo colosal, un regreso a las esencias.
La encrucijada exige una respuesta sin tardar: si los seres humanos conseguimos vivir según nuestras esencias, recibiremos el aliento del futuro; si elegimos que no, sufriremos la asfixia del fracaso. O todos, o ninguno. O somos la humanidad, o no somos la humanidad. La naturaleza del término es tozuda.
Nadie está libre de un revés vital. De repente, nos vemos en la casilla de salida, desamparados, y vemos la experiencia vital de otra manera. Por esto, todos tenemos que estar preparados, y tener ensayados espacios de inclusión y de ayuda.
El arte es el único medio de comunicación capaz de superar la uniformidad de la sociedad, de recordarnos el mensaje de aquellos cuyo gesto es su palabra.
Dado que nadie está libre de necesitar ayuda, todos estamos obligados a prestarla.
(PROI: Programa de ocio inclusivo para jóvenes con parálisis cerebral y/o grave discapacidad motriz.)
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