Las medidas que de manera gradual, en forma de decreto, ha ido dictando la Ciudad no tienen su efecto inmediato en una actitud responsable y global de la ciudadanía. Ante la falta de mecanismos para controlar que lo prohibido se cumple, nos topamos con situaciones esperpénticas como los parques infantiles abiertos y ocupados a la vista de todos o la instalación en zonas al aire libre de tiendas para la práctica de reuniones masivas, con generación de asentamientos incluidos. Esto está ocurriendo y está provocando un efecto que puede ser muy peligroso porque hay ciudadanos que, enfadados, se están convirtiendo en el espía encargado de recoger gráficamente lo que ve y lo que le hierve la sangre. ¿Consecuencias? Los ciudadanos que se ven sorprendidos en una actitud que no deberían tener la pagan con quien recoge su irresponsabilidad en una imagen... Del ‘dónde está la Policía’ hemos pasado a que el ciudadano se sienta agente por una tarde, pero con la diferencia de no saber los límites que tiene.
El dejar vacíos y el no cerrar el círculo de las medidas como se debe da pie a este tipo de lagunas en una ciudad que, sobre el papel, puede presentar el mayor de los blindajes pero, en la práctica, no puede reportar la seguridad esperada. Después, el culpable mejor buscado es el propio ciudadano, el ciudadano en su concepto global, no la administración por no haber previsto que ante un sector de seres irracionales y negacionistas hay que tener todo más que bien amarrado.