En este mundo incierto lleno de sobresaltos, dentro de la cárcel materialista y positivista en la que nos hemos encerrado no caben los mitos. Toda la cacofonía de conflictos por los recursos, el poder y el dinero resuena con gran estruendo en el planeta mientras nuestros semejantes padecen miseria y la naturaleza languidece de pena, abandono y lo que es peor: destrucción directa e inmisericorde por la mano humana. Vivimos aislados los unos de los otros en pequeñas celdas urbanas que nos cuestan un riñón y muchos padecen la soledad y la falta de amor. Ahora más que nunca necesitamos a los mitos, recobrar nuestra espiritualidad y volver la mirada hacia la Magna Mater que nos sustenta y provee de todo cuanto necesitamos. Efectivamente, la sacralización de la naturaleza es una mitología, diría que es la mitología con mayúsculas que ha estado inspirando respeto, a nuestra especie, desde que descubrimos lo que queríamos ser, hace un par de millones de años poco más poco menos.
La biosfera produjo el gran milagro de parir una especie clave para iniciar una cultura material que nos ha llevado a penetrar en los secretos de la vida, del cosmos y lo más importante a vibrar con la eternidad y la percepción del ser. Un animal que se yergue en pie con el aliciente orgulloso de sus logros y que a la vez está esclavizado por sus pasiones y obsesiones desde aquellos lejanos/cercanos orígenes, al fin y al cabo que son dos millones de años en la escala del planeta. Como hemos venido repitiendo en tantas ocasiones somos la consciencia de la biosfera, su producción estelar en cuanto a la capacidad de generar cultura para poder construir un relato consistente y comprensible de aquello que somos y hacia donde debemos dirigirnos para alcanzar la paz, la serenidad y una sabia aceptación de los acontecimientos trascendentales que nos han traído a este universo o multiverso para otros. Las grandes religiones reformadoras de los antiguos libros sagrados de los dioses (cristianismo por la parte occidental del planeta), el budismo y por supuesto también el Islam (por la parte oriental del mundo) se han instalado en el corazón de los hombres ofreciendo un mensaje de luminosidad radiante y amor al prójimo; las virtudes más excelsas están al servicio de la humanidad y del bien común proporcionando un certero discurso contra el mal y las tinieblas sin medias tintas. El cristianismo católico ha experimentado un espectacular renacer hacia los sentimientos místicos cotidianos y por fortuna permite que se desarrollen ceremonias edificantes sobre la vida de Jesús y los santos en sus templos además de los cultos oficiales programados; siempre que estos no caminen por ningún sendero de intransigencia y fanatismo religioso son útiles a los que se sienten cercanos a esta fe; una de las cuestiones importantes de nuestra era ha sido reconocer que no existe una única lectura del todo transcendente y que todas las revelaciones están conectadas. Cada vez hay más personas con necesidades espirituales acuciantes, lo cual es perfectamente normal y está en plena sintonía con la naturaleza humana. Lo verdaderamente preocupante hoy en día son la vacuidad vital, el nihilismo y el positivismo capitalista junto al darwinismo social de la ley del más fuerte. Esto último, pretende sustituir los grandes mensajes de paz, apoyo mutuo, bondad, amor y crecimiento espiritual por una suerte de acumulación de poder, codicia, lascivia y riqueza sin fin para llenar las casas solariegas (como se refería nuestro admirado L. Munford para simbolizar la acumulación de naderías sin sentido en las viviendas) y las despensas de todo lo inútil y muchas veces perjudicial a la mente y al cuerpo mientras se malgastan las vidas y se consiguen retrocesos impresionantes hacia la más zafia animalidad en personas sofisticadas por la tecnología pero abandonadas de todo refinamiento moral y espiritual. Por desgracia en nuestra marinera ciudad no estamos libres de lo peor del mundo pero también tenemos lo mejor pues la luz y las tinieblas, grandes mitos de la antigüedad, continúan entre nosotros y tienen sus seguidores a pesar de que estos en muchos casos ni siquiera sepan que pertenecen a uno u otro grupo.
Por todo ello, cualquier idea o representación del inconsciente colectivo es bienvenida aunque sean en forma de estatuaria urbana. Aprovechamos la ocasión para decirle al señor Pagán, muy ofendido con nosotros por alguna crítica en la prensa, que no tenemos nada en su contra pero no estamos dispuestos a ensalzar sus gigantescas contribuciones escultóricas como algo visionario y fuente de atracción principal del turismo de Ceuta, eso no. Tampoco podemos aceptar que se quiera adueñar del espacio museístico del Puerto al que tanto tiempo y esfuerzo hemos dedicado junto a la Fundación Museo del Mar y a la propia Autoridad Portuaria y que cuenta con buenos resultados educativos y divulgativos, señor Pagán, si usted viviera en Ceuta los conocería y si simplemente visitara la página o el Facebook del museo también lo sabría. No nos ponga a prueba al respecto, se lo rogamos, pues queremos sumar y evitar los conflictos. Respetamos su interés por destacar ciertos hechos mitológicos a pesar de haber optado por el tamaño y la ostentación y es bien cierto que hay muchos foráneos y ceutíes a los que le gusta hacerse instantáneas con sus gigantescos hércules, eso solo puede ser bueno para todos. No despreciamos las aportaciones en el mobiliario urbano sobre los relatos mitológicos que sitúan a Ceuta y su región, el estrecho, en el relato grecolatino: Ulises (Odiseo) y Calipso resuenan en nuestra mente con fuerza. De hecho, toda esta estatuaria antromórfica que se ha estado desarrollando en Ceuta nos puede parecer obvia e incluso excesiva por su número y tamaño, pero no es poco interesante contar con recordatorios que conecten con hechos mitológicos interesantes. La literalidad mata el poder del mito o de cualquier culto, al fin y al cabo estas estatuas deberían servir como símbolos para contar relatos trágicos y dichosos, como la vida misma, y obtener réditos psicológicos y enseñanzas edificantes. De esta forma pensamos que, para que las esculturas tuvieran mayor poder de atracción, más allá de sus descomunales dimensiones, podrían estar coronadas con una explicación a la altura de las circunstancias para los turistas y ciudadanos interesados. Pues como decía Joseph Campbell hay que huir de la literalidad de los mitos en general pues son solo metáforas y símbolos que llaman a la puerta de nuestro inconsciente colectivo. Definitivamente pensamos, que usted podría desarrollar un espacio turístico-mitológico en la nueva estación marítima de Ceuta que está a punto de echar a andar. Un ámbito muy apropiado, pues como usted se encarga de indicar repetidamente, es una personalidad artística reconocida en el planeta y por ello encontrará en la nueva estación marítima de la ciudad el escaparate apropiado a su manera de entender el echo mitológico e historicista de la ciudad. Allí puede estar el filón que necesita para que su obra en Ceuta sea todavía más reconocida por propios y foráneos y seguro que se venderán miles de pequeños hércules y calipsos a los turistas que desean un recuerdo de la ciudad. Nosotros nos conformaremos con montar, donde nos digan los ingenieros encargados de la obra, una gran escultura natural de un cachalote o rorcual común, la segunda ballena más grande del planeta, pues sepa que su querida Ceuta es un punto caliente de biodiversidad marina y el Museo del Mar conserva una de las mayores colecciones científicas de osamentas de tetrápodos marinos de Europa.
Finalmente nos gustaría indicar que, los mitos pueden y deben renovarse para que no mueran de éxito. Además el avance de los conocimientos proporcionan material para elaborar nuevos y más poderosos relatos del cosmos. El mismo Goethe estableció la base de una percepción mítico-científica de las plantas al buscar su especie vegetal primordial y arquetípica viajando por Italia del siglo diecinueve, y de esta manera dar significado a la morfología compartida de las especies vegetales. En Ceuta, se está produciendo una renovación de sus propias mitologías y hay nueva luz arqueológica que está aportando datos (ya hay artículos científicos publicados y otros en fase de publicación) de interés relacionados con antiguos cultos practicados en época islámica. Para entender el poder del mito en Ceuta hay que leer a José Manuel Pérez-Rivera. En su precioso libro el Espíritu de Ceuta muestra como nadie los misterios que envuelven a nuestra sagrada tierra en una aureola mística tan atrayente como penetrante. Todo el poder de la mitología espiritual oriental está bien recogido pero también en relación a los relatos occidentales y los derivados de la obra bíblica pues en realidad todos manan de una misma realidad psicológica que no es otro que el concepto Jungiano de inconsciente colectivo. El agua de la vida mana todavía en nuestra tierra africana y son recogidas y conducidas por un cauce sagrado donde se unen naturaleza reverencial y culto cristiano mariano. Esta revelación nos conduce inevitablemente, a través de los hechos históricos de las religiones y del psicoanálisis de la mente humana, a los que somos seguidores de Jung y Campbell, directamente a la Diosa Madre y a los sagrados cultos a la naturaleza (manantiales, agua de riego, árboles sagrados, huerto benefactor, congregación de voluntades para un fin, capillas para el rezo a las deidades de la luz y otras presencias benéficas, amuletos y símbolos de protección frente al mal, visiones y percepciones extraordinarias,…..) y al cosmos. No en vano, dijo Jung que el mayor acontecimiento religioso católico del siglo pasado fue la proclamación de la Asunción de la Virgen María que desde el punto de vista simbólico es el retorno de la madre tierra a los mismísimos cielos que la forjaron.