Opinión

Procesiones en Ceuta hace 300 años

No es nada nuevo el decir que en la Iglesia, las cosas van despacio. Y despacio fue la hispanización eclesiástica de Ceuta fruto de su incorporación a la Corona española, con la delimitación de su nueva diócesis y nombramiento del primer prelado castellano: Antonio de Medina Cachón y Ponce de León en 1675.

Desconocemos, con pruebas documentales, qué celebraciones se hacían en Ceuta antes del Concilio de Trento, que promovía el culto público como forma de combatir cualquier tipo de desviación en la Fe. Sí que sabemos que en el siglo XVII había dos procesiones de Pasos diferentes, ambas el Jueves Santo, una que salía de la entonces ermita de Nuestra Señora de Africa, con una Dolorosa y la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno (con la cruz a cuestas), y otra que desde San Blas –pequeña ermita contigua a la mezquita-catedral-, entonces sede de la Santa y Real Casa de la Misericordia, se desarrollaba con una serie de estandartes, con escenas de la Pasión de Cristo. En uno y otro caso, había una Hermandad organizándolas, y de estas sí que hay constancia.

Respecto a estas últimas procesiones de Pasos de Jueves Santo, con estandartes, hay que decir que se siguen haciendo en algunas poblaciones de Portugal e incluso de la Extremadura española como Olivenza y no parece casual que desapareciera a comienzos del siglo XVIII, cuando los modelos andaluces iban imponiéndose en Ceuta a los lusos.

"En 1724, el Cabildo Catedralicio tomó la decisión de volver a organizar la procesión de Viernes Santo, con la asistencia corporativa de la Hermandad de la Misericordia"

La falta de documentación de los conventos de la Ciudad tampoco no nos permite saber si los frailes hacían estación de penitencia con algunas de sus imágenes. Las primeras menciones a esa costumbre, con la imagen de N.P. Jesús Nazareno Cautivo y Rescatado, son de 1729, incorporándose poco tiempo después la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, pero sin cofradía propia. Estos pasos solían salir al amanecer del Viernes Santo.

No sería aventurado pensar que desde la ermita de la Vera Cruz –hoy San Francisco- se hiciera otro tanto, primero con el Cristo de la Vera Cruz y más tarde con otro Crucificado, pero constancia no hay.

Pero el gran cambio en la tradición de los cortejos procesionales tendrá como protagonista la procesión de Viernes Santo, con la salida del Cristo Yacente en su Urna, y se reflejó en distintos documentos, tanto del Cabildo Catedralicio como de la Santa y Real Casa de la Misericordia.

La reforma de la Procesión del Santo Entierro de 1724

En otras ocasiones nos hemos referido a la Cofradía del Santísimo Sacramento de Ceuta, de la que formaban parte caballeros de hábito de las diferentes órdenes militares portuguesas, así como lo más destacado del clero. Una institución nacida en 1583 y que tras la incorporación a la Corona española fue languideciendo, manteniéndose sólo sobre el papel, para conservar los beneficios económicos de los que disfrutaba.

La Cofradía del Santísimo corría con parte de los gastos de los cultos de la Semana Santa, particularmente del Monumento y la procesión de Viernes Santo. Con su desaparición, el Cabildo tuvo que hacerse cargo de la misma, aunque algunos años se sustituyó por una salida reducida por el interior del templo que hiciera de Catedral, solicitando la ayuda de la Santa y Real Casa de la Misericordia, que tenía en sus Compromisos o estatutos reglada tal obligación. Esta señera institución llegó a organizarla en solitario y creó un protocolo de salida ya en 1690, con la Sagrada Urna de la Catedral en la que iba una imagen de Cristo Muerto, aunque ellos decían no ser responsables más que del cortejo, por no tener constancia de si en la Urna iba o no la imagen que debía introducir el Cabildo.

"La Cofradía del Santísimo corría con parte de los gastos de los cultos de la Semana Santa, particularmente del Monumento y la procesión de Viernes Santo"

En 1724, el Cabildo Catedralicio, presidido por el deán Tomás Juan de Acosta y a propuesta del racionero Diego Correa, tomó la decisión de volver a organizar la procesión de Viernes Santo, con la asistencia corporativa de la Hermandad de la Misericordia. Ordenaba también que se hiciera por la tarde de ese día, y no por la mañana, como se hacía en una costumbre tan antigua en la Ciudad como fuera de lo que era común en la Iglesia española.

El racionero Correa basó los cambios no tanto en lo antifidedigno a los textos bíblicos que era esa salida en la mañana, como que a los forasteros les extrañaba hasta el punto de convertirlo en risible.

Tanto el Cabildo Catedralicio en sus actas, como la Hermandad en la suya, dejaron escrita una descripción de la decisión y la forma en que se hizo la procesión, con pequeñas diferencias en sus interpretaciones, pero este protocolo, con ligeras variaciones, sería el que regirían durante muchos años en Ceuta.

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