No cabe duda de que aquel general gobernador del África Occidental Española, Ramón Pardo de Santayana, era un hombre íntegro, honrado a carta cabal y un perfecto conocedor de los ifneños y saharauis. Era un hombre de pocas palabras y por otra parte un hombre previsor y ejecutor de grandes hechos. Esto lo acreditan los documentos personales que obran en mi poder gracias a sus hijos.
País pobre que solo permite el lujo de malcomer
Mi buen amigo, el general Rafael Casas de la Vega, en su libro ‘La última guerra de África’, narra con todo detalle lo que había que evitar según el entonces general gobernador Ramon Pardo de Santayana si se quería evitar graves problemas con los nativos. Pero, por desgracia, sucede siempre que, a 2.000 km, en un buen despacho y un mullido sillón, es muy fácil hacer teorías; lo malo es llevarlo a la práctica desde la lejanía. Casi siempre los que redactan leyes y normas desconocen lo que a esa larga distancia sucede y las soluciones que hay que adoptar.
Desde la Dirección General de Plazas y Provincias Africanas en Madrid redactaron unas normas sobre impuestos en Ifni-Sáhara, y aquello era como encender un fósforo junto a un bidón de gasolina. Pretendían nada menos que aumentar el litro de gasolina de 3.80 pesetas a 5.40, lo cual equivalía a una subida de un 42%. Además, también se impondrían impuestos por camellos, subida del azúcar, legumbres y otros que jamás se habían pagado. Cuando recibió esta descabellada propuesta, el general Pardo de Santayana así lo hizo saber a Madrid: “aquí no hay saltos de agua, ni centrales eléctricas ni nada parecido. La luz es a base de motor de explosión. En España esto no tendría gran repercusión, sin embargo, en el África Occidental Española, esto sí es una norma imposible de aplicar”.
En Ifni-Sáhara el medio de transporte es en automóviles, y hay que hacerlo en tramos de arena donde la velocidad es limitada en primera o segunda marcha y es difícil encontrar tramos en los que se pueda circular en marcha directa, y ello es porque su trazado no permite otra manera de circular o bien hacerlo en camellos.
Desde Madrid enviaban circulares al general y lo hacían desde la Dirección General de Plazas y Provincias Africanas, algunas veces con absurdas normas como esta que decía: “manifieste convivencia y tolerancia cuando se trate de regocijos y alegrías si no existe violencia”.
La verdad que es muy fácil ordenar a 2.000 km de Ifni-Sáhara lo que no se puede llevar a cabo, cuando con anterioridad había habido sabotajes, cortes de líneas telefónicas con constantes provocaciones a las fuerzas españolas y algunos ataques de las Bandas Rebeldes a destacamentos de España. Y aún cometerían desde Madrid más errores, como uno de los comunicados al General Pardo de Santayana donde dicen: “máxima habilidad y trato diplomático” con los que nos insultaban y provocaban.
La respuesta de aquel gran soldado Ramon Pardo de Santayana al director general de Plazas y Provincias Africanas, que era amigo suyo, fue esta: “te ruego, en nombre de la vieja y verdadera amistad, mi deseo de cesar en el cargo”.
Los problemas se agravan
El entonces comandante-jefe del Grupo de Policía de Ifni, José Álvarez-Chas de Berbén, envía al general gobernador el 26 de mayo de 1957 este radiograma: “radi cifrado nº 1335. Informan que partidas Ejército Liberación han salido de Assa objeto atacar noche hoy”. Tras ese radio, otros más indicaban varios incidentes en cuyos comunicados el comandante Álvarez-Chas le hace ver al general gobernador lo que en efecto posteriormente iba a llegar.
Tras esto, el citado comandante le hace llegar otro comunicado en el cual dice: “como verá mi general cada vez se va perfilando más su actitud y se ve que los nativos estaban decididos a provocar un incidente grave. Sabe mi general estoy a sus órdenes. Respetuosamente, su subordinado”, Jose Álvarez-Chas de Berbén.
En el verano de 1957 la situación en el África Occidental Española empieza a agravarse. El Ejército de Liberación paso a paso gana prestigio dentro de las organizaciones políticas marroquíes, y resulta algo insólito como lo avalan estos datos: las Bandas Rebeldes del Ejército de Liberación Marroquí disponen de 700 metralletas de fabricación española, 800 fusiles antiguos de 4 y 9 tiros con su correspondiente munición, así como 45 camiones GMC y unos 60 Jeeps. Además, se sabe con certeza que tienen requisados unos 200 taxis y también coches particulares. Los subfusiles los había proporcionado España a Marruecos, procedentes de los parques de artillería. Estos datos proceden del Servicio de Información del Estado Mayor del Gobierno General del África Occidental Española.
Por otra parte, la 2ª Sección de Estado Mayor del Estado Mayor Central del Ejército emite un informe en el cual se especifica que el armamento de las Bandas Rebeldes es de 500 subfusiles españoles entregados en noviembre de 1956 a las Fuerzas Reales de Marruecos, con otra remesa de fusiles franceses Le bel de 8 mm que en tiempos del protectorado francés los tenía Francia para armar a sus harkas.
Procedentes de Agadir llegaron por vía marítima 60.000 cartuchos de 8 mm. Dicho envío iba camuflado en cajas de verduras y custodiado por gendarmes. Estas bandas también tenían en su poder grandes cantidades de víveres entregados por el comerciante Ali Ben Boaida, un sujeto que hizo fortuna a costa de España, haciendo todo el daño que pudo a nuestro país, y el premio que recibió de Marruecos fue nombrarle gobernador de Tarfaya (antigua Villa Bens) al ser entregado por España.
El coronel e historiador José Ramón Diego Aguirre, en el libro ‘La última guerra colonial de España’, expone con gran claridad esta realidad: “ninguna razón de estado puede justificar tal servilismo a Magreb”.