Oigo a lo lejos los acordes de una canción esmeralda. ¡Cuántos caminos por cubrir! ¡Cuántos anhelos por nombrar! He tenido un sueño: amanecer en una ciudad que desconoce el estigma hacia las personas con esquizofrenia. Tan noble objetivo me tiene distraído.
Mi hipótesis de trabajo es que los sentimientos de las personas se pueden explorar, y que si existen los prejuicios es por falta de entendimiento. De tal manera que, a más entendimiento mejor salud mental, mejor sociedad.
El corazón de la gente es como la lámpara del genio, que si lo frotas con insistencia aparece. Lo mejor de nosotros mismos está detrás de la coraza. Necesito algo novedoso, necesito algo humano.
Para ello es necesario el conocimiento objetivo; un discurso. Uno puede acercarse a la ciencia con el estudio de los que te anteceden, y no renuncio a la lectura, pero también con el análisis de tu experiencia. Y es ahí donde mi palabra puede tener más valor. No obstante, soy testigo en primera persona de todas las fases del padecimiento y de la recuperación. Mi mente al servicio de una causa.
Además, este ejercicio de interiorización sería como reconquistar el pasado, plagado de perezas y desaciertos. Lo recuerdo: en la soledad de la habitación, los ángeles del juicio dictan sentencia. Las luces, que son las razones, destinadas a encontrarse en el infinito, que es la paz, viajan ahora sin rumbo en espera de que alguien las reclame: la voluntad.
Es tiempo de salir a la calle y tomarle el pulso a la sociedad. Miedos: “¿Para qué, si no voy a ser aceptado? Madre mía, con lo que tengo”.
El estigma es una resistencia que la sociedad impone al individuo afectado de manera inconsciente, al menos en lo que se refiere a la participación en comunidad.
Mi tesis es que el afectado puede modificar estas limitaciones de manera consciente proyectando su luz de manera positiva, transmitiendo sensación de seguridad: “¿Qué pasa que tú no te equivocas? ¿Es que yo no tengo los mismos derechos que tú?” Y esto implica un gran trabajo terapéutico.
La semilla del estigma está en que, a falta de un conocimiento objetivo, la imagen que pervive en la memoria colectiva de un individuo con esquizofrenia es la de alguien muy deteriorado montando el espectáculo, y esto es inexacto.
El colectivo al que represento es de lo más diverso. De hecho cada persona es un universo de emociones, de frustraciones y de sueños por tocar. De hecho, hay personas esperanzadas en que alguien venga a explicarles sus capacidades, ante el desconcierto generalizado.
Por todo esto necesito una herramienta. Algo que nos haga reflexionar sobre lo gratuito de la discriminación, y lo generoso de una verdadera igualdad de oportunidades. Sólo si dejamos atrás estas batallas inmerecidas podremos enfrentarnos al mejor desafío que vieron los tiempos: que los empresarios y políticos encargados de repartir el trabajo, sacrifiquen un poco de productividad en favor de la justicia social.
Al subir a la cima, los problemas empequeñecerían y la sociedad entera se beneficiaría de ello. Y una luz amanecería en el corazón experto de los hombres.
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