Cuando veo en el horizonte un punto de luz que va descendiendo, cierro mis ojos y pido un deseo para mis adentros. Es una idea que viene de muchas generaciones.
Se dice que cuando observamos una estrella fugaz, como esto se ve muy pocas veces, hay que darle gracias a nuestro Dios, y la forma más segura es darle un nuevo reto. Ese que le hemos pedido y que lo queremos para nosotros. Jugar a un juego que todo el mundo lo practica, lo ha practicado o ha deseado hacer, es un conjunto de emisiones que solo los fatigas podemos explicar.
Practicamos el fútbol porque nos gusta. Pocos son los que pueden llegar a estar en la élite y poder comer de él. A los demás nos entusiasma el verlo y ,si podemos, practicarlo.
Por estas premisas vemos que el balompié aficionado es lo que a más gente le gusta practicar. Intentar hacer sobre el césped lo que vemos en los terrenos de juego. Esos donde miman todos los detalles. Incluso en el banquillo hay médicos, masajistas, camillas con ruedas, etc.
Hay que tener entre algodones a las grandes figuras del fútbol. También en plena pandemia, donde estamos, se han buscado esos huecos para poder seguir disputando partidos. Se maneja mucho dinero y no se puede burlar está acción: la monetaria. De ello dependen muchas personas. Recuerden esos equipos para finalizar la Champions. Todos en una burbuja para acelerar y culminarla. También pasa en América con el baloncesto.
Pruebas cada dos por tres de PCR para ver si hay algún contagiado. Muchos han estado con un positivo. Como el ejemplo de un entrenador de moda: Simeone. Pero esto solo se hace en los grandes.
Aquí en nuestra ciudad se hacen algunos protocolos. Pero por ejemplo una prueba, aunque sea aleatoria a algún jugador, aunque sea en sorteo, no se realiza. Ni para ver cómo están nuestros jugadores del corona virus, ni tampoco si consumen algo prohibido por las autoridades deportivas. Somos unos especímenes especiales. Esos que deben jugar para fomentar el espectáculo del futbol, pero sin cuidar de ellos. Sin haber dentro de un terreno de juego unos mínimos de garantías para que se pueda disputar un partido de fútbol sin riesgos, ya que todos sabemos que dentro de un terreno de juego existe contacto físico, algunas veces leves, otras moderadas y en pocas ocasiones graves. Pero siempre hay que estar en el peor de los casos.
Hace pocas fechas hubo una desagradable acción en un campo de los nuestros, jugándose un partido de regional, y un jugador tuvo la desgracia de romperse la rótula. Mal momento para este jugador y para todos los que estaban allí. Y no había ni un alma de nuestra Cruz Roja para poderlo atender. Sé que las comunicaciones hoy en día son rápidas, pero entre unos diálogos, venir la ambulancia y el traslado, había un jugador de fútbol con un dolor insoportable en su cuerpo. Esto se hubiera menguado con un retén preventivo en las puertas del estadio. No es mucho pedir. Y pensar que la vida de un jugador puede depender de que un experto estuviera en primera línea. Es pedir mucho. Pero si se piensa mejor: "más vale prevenir, que curar".
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